lunes, enero 16, 2006

La claridad vista desde Canadá (II)


Seguimos con el cuento: ¿dónde más se necesita claridad?

Decíamos ayer que éranse una vez los quebecois, un pueblo que se asienta en el Canadá que tras ¿cientos?, ¿décadas? de algunas humillaciones, desamparos o incomprensiones deciden dar el gran paso adelante y poner en marcha el motor de la historia para liberarse. Y tienen mucho de razón: el francés, lengua de la mayoría de los habitantes, no tenía la consideración debida. Así que deciden hacer una ley que les otorga, al pueblo centenario, todos los poderes. En el Préambulo las palabras son mágicas:

Ha llegado el momento de cosechar los campos de la Historia. Por fin ha llegado el momento de recoger lo que ha sido sembrado para nosotros en cuatrocientos años de hombres y mujeres de coraje, enraizado en la tierra y ahora devuelto a ella. Ha llegado la hora para nosotros, los antepasados del mañana, de dejar preparado para nuestros descendientes los frutos que merecen los esfuerzos del pasado. Que nuestro trabajo sea merecedor de ellos, que al fin nos reúnan a todos.

Al comienzo del siglo XVII, los pioneros de lo que llegaría a ser una nación y después un pueblo se enraizaron en el suelo de Quebec. Procedentes de una gran cvilización (...) forjaron nuevas alianzas y mantuvieron la herencia de Francia.

La conquista de 1760 no acabó con la determinación de sus descendentes de permanecer fieles a un destino único en América del Norte (...)

La comunidad inglesa que creció a su lado, los emigrantes que se les unieron, todos han contribuido a formar este pueblo que fue uno de los dos que en 1867 formaron la federación canadiense...

Porque habitamos territorios delimitados por nuestros antepasados...

Porque el corazón de esta tierra late en francés...

Porque hemos creado una manera de ser que es diferente...

... el Estado de Canadá contravino el pacto de la federación invadiendo en mil maneras áreas en las que somos autónomos.


En fin, no sigo. Creo que conocemos todos referencias similares. Un día un pueblo de larga tradición lleno de momentos míticos del pasado, de un pasado muy lejano, descubre que ha sido traicionado por los otros, que no hablan igual. Se descubre con palabras emocionadas (¡la hora de la historia!, póngale cualquier ópera de Wagner de fondo). Por supuesto se habla de tradición, tierra, una lengua pegada a la tierra y, como la realidad es otra, se reconoce el esfuerzo de los que vinieron de otra tierra y hablan otra lengua para decirnos que está muy bien pero que no vale, aunque contamos con vosotros, muchachos. Por supuesto, y disculpen nuestros nacionalistas locales que sea irónico al contarlo, existen argumentos serios (incluso muy serios) para que se encuentren motivos para recrear el cuento y la leyenda. Todo esto nos suena a Sabino un montón, la sombra del árbol en la que los junteros deciden sus leyes superdemocráticas y maravillosas en un mundo donde todo el mundo habla euskera. O podemos seguir con los mil años de Cataluña, o que es catalán todo el que vive y trabaja en Cataluña, no sólo los pata negra. Ya saben lo que pienso: ninguno de los de hoy estábamos allí, el presente no se parece a ese pasado, que la tierra no tiene derechos por sí misma, como no existen los derechos colectivos... existen los derechos individuales.

Bueno, pues sobre esta ley que comentamos ayer y proclamaba unilateralmente la soberanía mandaron a los quebequeses a votar. El cisma que se produce, nos suena aquí: aparte de poner a la provincia en un estado de crispación absoluto, existen quejas sobre la constitucionalidad de la ley, etc., etc. El proceso previo es largo, con el ascenso del Partido Québécois al poder, otro referéndum también perdido, la reinvindicación constante. Todo este maremagnum es el que lleva al Gobierno de Canadá a hacerse la pregunta democrática: decide que saber lo que es posible y lo que no resulta necesario y recurre al Tribunal Supremo (el equivalente de nuestro Constitucional) para que le clarifique. Estas fueron las preguntas:

1. De acuerdo con la Constitución de Canadá, ¿puede la Asambalea Nacional, los legisladores o el Gobierno de Quebec efectuar la secesión de Quebec de Canadá de modo unilateral?

2. ¿Otorga el derecho internacional a la Asamblea Nacional, los legisladores o el Gobierno de Quebec el derecho a efectuar la secesión de Quebec unilateralmente? A este respecto, ¿existe el derecho a la autodeterminación que proporcionaría a la Asamblea Nacional, los legisladores o el Gobierno de Quebec el derecho de efectuar la secesión de Quebec unilateralmente?

3. En el caso de conflicto entre las leyes locales y las internacionles en el derecho de la Asamblea Nacional, los legisladores o el Gobierno de Quebec para efectuar la secesión de Quebec de Canadá unilateralmente, ¿cuál tendría preferencia en el Canadá?

Las respuestas son verdaderamente apasionantes. Pero sigo mañana.

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