sábado, enero 14, 2006

La claridad, esa necesidad de esta(s) nuestra(s) nación(es)



Cada viernes suelo esperar ansioso la llegada de The Economist para leerme sus famosos leaders. Ayer me regalé la vista al ver su análisis del problema nacional español:

Una democracia moderna debiera ser capaz de acomodar la autonomía regional e incluso un deseo claro de independencia. Pero no debe ser nunca intimidada por un general.

El tremendo revuelo (A Catalan Kerfuffle) provocado por meterse en lo que no le importa al soldadito de marras, les lleva a este análisis de los duelos patrios al tiempo que receta a los celtibéricos el valor de afrontar las cosas, porque "es mejor hablar sobre ello que limitarse a rechazar las demandas de más autonomía":

Ahora que tienen su propio parlamento, menos personas en Escocia desean una ruptura completa con Londres. Las demandas de Quebec por la independencia han sido hasta cierto punto apartadas por la Ley de Claridad de Canadá del año 2000, que establece un procedimiento por el cual Ottawa negociaría con cualquier provincia que vote en favor de la independencia con una clara mayoría.

Precisamente porque la existencia en España de autonomías muy profundas con parlamentos bastante más poderosos que el escocés no ha sido suficiente para calmar o saciar los anhelos y aspiraciones de muchos nacionalistas locales, y dado que muchas de esas aspiraciones no se pueden resolver por el mecanismo permanente de reinvindicación-agravio hasta el infinito, debiera ser necesario afrontar la segunda parte: cómo articular la forma de llevar a cabo la secesión. Nada más y nada menos que lo que resuelve la apasionante Ley de Claridad de Canadá.

Otras veces he hecho mención a ella y a que debiera explicarlo más. Siento que ha llegado el momento de sacudirme la pereza: nuevas entradas en los próximos días. Díganme que les emociona algo. Sean buenos, es por el ego.

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