martes, enero 31, 2006

Papá dice que pidamos perdón (¡puta España!)


Así que ese forgendro denominado Consejo Audiovisual de Cataluña, alias CAC, decide intervenir porque un visitante entrevistado en TV3, ese servicio público, tuvo a bien insultar a Rodríguez Ibarra ("un impresentable que continuamente ataca a Cataluña"), los extremeños (la mitad de ellos alimentados por los catalanes, dice él) pero, sobre todo, se metió gravemente con España. Reproduzco: que "se vaya a la mierda la puta España". Debo la información a ese diario generalmente bien informado que es el diario El País, quien les cobrará si quieren seguir el enlace que les incluyo.

La intervención en qué consiste. Pues consiste en pedirle a TV3 que se excuse. El argumento es así de estupendo: "se formularon unas opiniones y expresiones sobre la unidad de España que, por su tono, resultaron ofensivas para segmentos de audiencia". Verán ustedes: a mí me parece que puede la mala conciencia. Me parece que se trata de un mecanismo para autojustificar la persecución de la COPE y de Jiménez Losantos porque, también, hiere las frágiles conciencias de los espectadores, esos pobres descerebrados que no tienen criterio y que se escandilizan por la palabra puta, por la palabra puta aplicada a España. ¿O es porque Ibarra no se mosquee y nos pare el Estatuto?

El intento de ecuanimidad pone en evidencia la cruda realidad del CAC: esto se llama censura. Ahora nunca más se podrá decir "puta España" en TV3. Quién nos ha visto y quién nos ve. La que se hubiera montado en la transición, cuando viejos señores con bigote finito y traje oscuro mandaban cartas al ABC bramando porque en la tele se habían visto tetas y que se sentían ofendidos en su sensibilidad. El CAC decide cuando debo y cuando no debo ofenderme. La cosa es más dura: "el operador y el conductor del programa tienen la responsabilidad de plantear a sus colaboradores e invitados las normas legales y deontológicas que deben respetarse". Es decir, el periodista es un policía de lo correcto políticamente hablando, bella función del periodismo.

Que un señor diga puta España o que se cague en Ibarra o que manifieste su poca comprensión sobre los extremeños de a pie puede ser todo lo ofensivo que les dé la gana, pero no es nadie el CAC, el gobierno de Cataluña, el español, ni su puta madre (si es española, parece garantizado) para decirnos lo que podemos y no podemos decir; que ninguno de ellos son quiénes para hurtarnos las opiniones por muy imbéciles que sean de nadie y que sólo existen los tribunales para delimitar las responsabilidades de quien infama o miente en público con la consabida manga ancha con los cargos públicos. Que formarme una opinión sobre lo que dice el señor gallego que esto opina es cosa mía y no del buen gusto del presentador o el puñetero CAC.

¿Saben qué? Es verdad, ¡puta España!. El gallego opinador ha emitido un comunicado en el que aclara que sus comentarios sobre España se referían a la "España retrógrada, reaccionaria y fascista". Es decir, supongo que se refiere a la España retrógada que censura a un señor en la televisión, o quiere cerrar emisoras porque no le gusta lo que dicen. Ah, pero es que esto en Cataluña no pasa, allí somos civilizados, no se puede insultar en la tele o en la radio: gracias por impedir que la gente conozca la realidad, el hecho evidente de que hay gente que no le gusta España. O una forma de ella. El CAC es más que nunca la puta España retrógada, es magnífico comprobar que nos unen tantas cosas. No voy a ser deontológico ni legal: voy a mandar a la mierda al CAC al grito de puta España.

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