martes, enero 24, 2006

Blogs, influencia, sociedad abierta y el ego de servidor


Me llueven las visitas desde Libertad Digital: alguien ha tenido a bien citar mis (nuestros, gracias compañeros por seguir el viaje) entradas sobre el modelo canadiense. ¿Es esto el éxito en la blogosfera? Que no se enteren que me he metido con Federico. También en Desde el Exilio han tenido el detalle de divulgarme con su consiguiente empujón de visitas. Sorprendentemente, en un sitio tan poco político y sí muy tecnológico como Menéame alguien ha citado a este pobre escribidor. La pregunta es si sirve de algo ser tan visitado.

Enrique Dans (que a Gret no le entusiasma, que lo siento al ser una contribuyente especialmente destacada aquí porque a mí Enrique sí me gusta) hace tiempo que nos cuenta muchas cosas sobre la blogosfera y su poder multiplicador en forma de boca a boca digital. Recientemente hablaba de este tipo de shocks de tráfico y sus cualidades: no sirve de mucho, viene a decir, pero sitios como Digg y el citado Menéame (jezú, qué connotaciones) ofrecen un tráfico de calidad superior que tiende a traducirse en afiliaciones a agregadores y en buenos comentarios. La razón: atraen lectores verdaderamente interesados. A mí, de momento, no me pasa. Tranquilos, que sigo durmiendo bien.

¿Y yo por qué les cuento todo esto? Hoy Enrique publica uno de esos posts que va a traer cola y que puede que pongan a prueba toda la potencia de la llamada blogosfera. Narra la putada que le han hecho en Air Europa y yo me presto, como un resorte, a rebotarlo, porque como tantos, estoy hasta los güevos de las putadas de las compañías aéreas, las de las telecos, las de Digital Plus (es que sólo hay una) y, last but not least, las de cada agencia, ministerio, concejalía y demás instituciones burocráticas del estado cuando se ponen eso, en plan estado. Sólo con ver el número de comentarios a estas horas de la madrugada presumo que el señor Hidalgo le va a poner una colección de billetes en primera clase para toda su familia con tal de que se calle o publique lo buenos que han sido con él. Estoy convencido de que Enrique no se vende, así que recomendaría al Sr. Hidalgo que nos invitara a una caña a todos los que rebotemos el post. ¿Tendrá el efecto contrario? ¿Venderá más billetes a pesar de la putada? Por aquello de que hablen de ti aunque sea mal... Menudo experimento para ti, Enrique, con lo que te gustan.

Pero decía que por qué contaba esto. Por lo extraño que es tener el reconocimiento de la gente, la incapacidad de determinar qué va a ser seguido y qué no va a ser seguido. Por lo hermoso que es saber que el efecto mariposa existe, pero que no sabes cómo se produce. Es como si toda la sociedad se expusiera a la misma prueba que un cantante hortera: horteras hay muchos, pero sólo algunos triunfan y los que se meten con su triunfo y le llaman hortera no se dan cuenta de que otros horteras no triunfan. El corolario es que hay gente a la que le gustan los horteras, quizá porque lo son, pero que no sabemos cómo gustarles: cien años de Holywood atestiguan que nadie tiene la fórmula para convencer. Políticos y publicitarios, seguid con la incertidumbre. Cogido por los pelos, por lo agradable que resulta pensar que, al final y cada día más, la sociedad es difícil de controlar y que aún en China con su censura (Dans ha contado cosas sobre ello) los bits son incontrolables y que, con su imperfección, el mundo se me antoja sorprendentemente abierto, más que en el mundo de la imprenta y la máquina de escribir. Espero que a Popper le gustara.

Cierta vez escribí este post un tanto melancólico e inesperadamente muchos lectores lo enlazaron y me llenaron de comentarios de entusiasmo. No vean lo a gusto que se queda uno. No ha vuelto a ocurrir. Muchas visitas y enlaces sobre el tema canadiense no han generado una riqueza de comentarios fuera de los habituales seguidores (coñes, qué majos sois). En el fondo de mi corazoncito hubiera esperado un incendio social, que me insultara la extrema derecha y cosas así. Pero no. Muchos lectores catalanes de pronunciado caracter nacionalista e independentista suelen alabar mis comentarios, cosa que agradezco, pienso que porque resulto un elemento un tanto raro en la percepción habitual acerca de Cataluña y este país difuso y confuso. Si esto constituyera alguna originalidad, tampoco va más allá: al final este servidor de ustedes se mueve junto con sus lectores habituales en algo de por sí fascinante: una cierta marginalidad digital, que no sé si hoy día es casi marginalidad social. Ni las ideas liberales que a uno le gusta defender, ni cierta visión de la catalanidad, vasquidad y otras hierbas pasan de ser un laboratorio en esta esquina del servidor en que está alojado.

Antaño, cuando uno llegaba a los cuarenta ya había descubierto que no iba a cambiar el mundo. Con esto de los bits, además uno comprueba que no puede cambiar el mundo. A lo mejor, se vislumbra que el mundo se cambia solo. Pero cómo me gusta pensar que lo intento.


P.D. 1: Me suelen leer y comentar más los posts cortos que los largos. Anticipo poca vida a éste.

P.D. 2: Desde que tengo blog, ya casi no escribo en una especie de diario personal que sigo teniendo. Hoy me reúno con un americano que fué celebre en internet y que ahora es artista digital. Su máxima: que la intimidad está sobrevalorada, lo público es cool. Él se encerró en su casa con cincuenta cámaras retransmitiendo su vida en plan jennicam y hasta salió en la NBC. Yo me hecho más público, menos íntimo, pero escribo mucho menos íntimamente.

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