La virtud esencial de los clásicos consiste en su vigencia. La patria, ya se sabe, es el último refugio de los sinverguenzas. Sin ponerse dramáticos, podemos decir que es el último recurso cuando te han pillado con el carrito del helado. En el caso de los políticos que, como todo el mundo sabe, son los más patriotas de todos, es el síntoma inherente a la falta de argumentos ante la inevitabilidad de los hechos: no de cualquier hecho, sino de los hechos que tienen que ver con tu propio desempeño.
José Luis alzó ayer su copa en honor de Samuel Johnson (el clásico, ya saben):
"«Esto es», afirmó, «lo menos patriótico que conozco». Y más tarde, volvió sobre la misma idea reclamando al menos «unas gotas de patriotismo» a los que hablan en «términos insólitos» de la marcha económica."Su antecesor ideológico tardó unos diez años - puede que más - en justificar el abuso de poder y la calamidad en su incuestionable compromiso con su país. Este caballero no ha tardado cuatro años.
(Oh, el tipo habló ayer de expectativas. Aparte de la capacidad de todo buen entendedor de castellano de vislumbrar lo que la palabra expectativas representa, uno se pregunta si Taguas o Sebastián le han explicado lo de las expectativas de los agentes en la anticipación de los precios futuros. Y le habrán contado que él, como gobernante, no puede decir que irán a peor: inevitablemente, todos pensaremos que irán mucho peor que el peor que se ha insinuado. El susto, la debacle, viene cuando dices que mejorarán una semana sí y otra también y luego no mejoran. Como cuando avisas de que llega el tren y no llega o que vamos a estar mejor y te hunden una terminal de aeropuerto. El pollo hablaba ayer frente una colección de aves de rapiña de rara majestuosidad y experiencia en la detección y captura de presas desvalidas: uno puede hablar para ellos o para el público, que es el que vota. O puede intentar hacerlo para los dos, por aquello de la respetabilidad. Si piensa por un segundo que los mismos que le hacen la pelota para que les arregle este o aquél entuerto que la ausencia de capitalismo real obliga a hacer le respetan lo más mínimo, lo lleva claro. Lo debe saber, pero qué otra le queda)
Sorpresa! (antes solía poner "actualización"): parece ser que miente. Un sudor frío, dicen, parece que recorre la espalda de los fontaneros de Moncloa. En un clásico del capitalismo de mentira, el gobierno se prepara para que el estado financie lo que la banca no hará. Vamos que algún Colonial se va a la suspensión de pagos en cualquier momento
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