miércoles, enero 09, 2008

De la izquierda caviar a la izquierda maternal


Pilar Rahola es un personaje mucho más interesante desde que dejó la política: seguramente nos mostró lo peor de sí misma cuando era representante del pueblo. Suele resultar espantosa en sus debates en los programas de entretenimiento grosero. Pero luego es una brillante escritora que resulta no ser sectaria y tener una línea personal contra viento y marea. Quizá psicológicamente lo único que es es una contestataria. Asumiendo una bandera izquierdista se pega por Israel o disecciona las paridas del izquierdismo ¿oficial? ¿realmente existente? Como son paridas, ventanas reaccionarias como ésta suelen coincidir en muchas miradas.

Pues ahí tienen una de las críticas mejor escritas a la nadería de este gobierno, intelectual y de obra, que en ambas dimensiones se da:
A diferencia de Latinoamérica, donde la izquierda carnívora - la que devora los conceptos democráticos sin pudor y se alía con dictadores y guerrillas delictivas- apenas existe, nuestro debate no es entre la convicción democrática o no de la izquierda. Aquí todos son - salvo alguna tontería de IU- de la izquierda vegetariana. Pero empieza a vislumbrarse un curioso fenómeno que, a falta de mejor definición, me atrevo a bautizar como el de la izquierda materna. Esa nueva y esforzada izquierda concibe el poder como si fuera una ONG, entiende al ciudadano como un visitador de los comedores sociales y no distribuye el dinero desde una perspectiva de proyectos consolidados sino como si fuera una obra de caridad.
Ya sabíamos que la brillantez no era el rasgo que definía a Chacón. Pero miren qué bien demostrado:
Y así, a pesar de que nadie sabe ya si la derecha y la izquierda, en lo fundamental - en la vida cotidiana de la gente- se diferencian seriamente, es de prever que la izquierda usará esa bandera de forma recurrente. Ese fue, por ejemplo, el único discurso de Carme Chacón en el 59 segons de TVE-2, donde coincidimos, la permanente demonización de una derecha que, tanto en su versión catalana (CiU), como en su versión española (PP), tenía la culpa de los males del mundo. Y cuando le recordamos alguna responsabilidad propia - algún pequeño error socialista, nada, sólo para molestar-, nos alentaba el miedo. ¡Cuidado, que puede venir el Papus! Huelga decir que todo ello me parece de una gran inmadurez, que servidora no teme a ningún partido democrático y si no vota a alguno es sencillamente porque no le gusta.
Creo que tengo que elaborar mi teoría del aburrimiento masivo como gran protagonista emergente de nuestra política presente y futura.