Perdido el hilo de tantas idas y venidas, alcanzada la extensión que desborda la capacidad de manejar Haloscan llegando a la incomodidad, tomo las notas que estaba escribiendo y las hago post. Qué alivio: tenía esto abandonado y aún le debo una a Generación Red.
Mapuche, más que nunca en esta conversación descubro su lado más sentimental e idealista en el mejor de los sentidos. Usted tiene fe. Fe en que el mal desaparece porque el chimpancé desaparece. Yo creo que el mal forme parte de la vida, es uno de los costes que tiene, y una de las razones de vivir, tratar de evitarlo. Usted cree que el racismo no es fascismo. Con el libro en la mano, no. Claro. Pero todo fascismo es racista. Y todo fascismo es un totalitarismo.
El totalitarismo es el mal y usted cree que Europa lo ha probado y no volverá. Tengo mis dudas. De que sea suficiente. Por una razón: los nombres totalitarismo, fascismo, etc. son definiciones para fenómenos del siglo XX, fenómenos amparados por ideas que son, en el fondo, tan antiguos como la Humanidad. El conflicto entre individuo y colectivo y los derechos y posiciones de unos sobre otros, permanecerá. Le pondremos otros nombres porque las formas y denominaciones del siglo XX no son aceptadas, pero los riesgos son los mismos.
Me regañaba un poco por el tema de Pujol. Yo decía que su idea de la lengua es filofascista, y rápidamente me defendía a un señor que es absolutamente respetable y fascinante. Se lo digo yo. Pero no deja de ser un ser humano con el defecto de ser nacionalista. Y el nacionalismo entraña una idea: la superioridad de un sustrato cultural y/o racial sobre otro. La preferencia colectiva por imponer una forma de entender "la patria" que atribuye categorías a los individuos y a la tierra para amoldarla a una idea que aspira a ser perfecta, a un mundo idílico y paradisíaco donde, por ejemplo, los catalanes serían todos catalanes en un paisaje absolutamente catalán, repleto de poemas y películas de catalanes en catalán. Ríase, pero es el sustrato final del soñador, del melancólico que echa de menos sentimientos y realidades que no ha conocido, que no son posibles y que, probablemente, nunca lo han sido. Piense que era el sueño de Franco con el castellano. El español. Su gloria, su pasado, su imperio. En su caso, por la fuerza de las armas y con estética propia de su tiempo, los años treinta, cuyo élan se prolonga hasta que fallece. En la cama.
Así que cuando Pujol habla de recatalanizar dice dos cosas: una, poner fin a una política que discriminaba de modo efectivo una realidad, que denominaré, por resumir, "la catalana". Segunda, recrear un mundo para construir una vuelta atrás teórica, una construcción del país imaginado. Es esta segunda la que entraña un componente totalitario, ese que suena a los campos de reeducación propios de los totalitarismos de izquierdas. Y tome nota de la palabra "componente", porque hay que decirlo en voz alta, Pujol no es nazi, ni el catalanismo tampoco. Pero eso no significa que entrañe ideas, en mi opinión, tóxicas. Pues "recatalanizar" significa amoldar la realidad a la aspiración de un grupo de gente como los que suelen decir "quiero vivir en catalán". Expresión terrible ideológicamente por lo que entraña: negar la realidad y obligar a los demás a amoldarse porque "yo tuve que hacerlo" y, lo que es peor, "porque existe una lengua propia" de la tierra. Son argumentos tan duros como los del falangismo. En Francia hacen todos los esfuerzos posibles para no vivir en inglés, muchos se quejan de la contaminación del castellano por el inglés y hasta del catalán. Pero el mundo es así, es imposible la pureza. La pureza, la aspiración a ella, suele parecerme sospechosa de partida.
Los integristas de la patria de todos los lados aspiran a la pureza. Pujol dice que no. Sin embargo, esto es una resignación, no una creencia. Es porque es suficientemente mayor y, por tanto, más sabio sobre la vida. Es el resultado práctico de cómo querer que sea un país y hacer que los demás lo hagan. La diferencia con el totalitarismo clásico es que no "se impone" por la fuerza o por leyes drásticas, por el seguimiento del partido único, sino por la coacción social de castigar públicamente al que tiene una visión alternativa atribuyéndole conceptos fascistoides: exactamente lo que le ocurre a Boadella. O a Arcadi. Se hace igualmente por mecanismos de uso del dinero público destinados a primar a unos grupos de presión determinados y negárselos a otros (de ahí mi fe en reducir la discrecionalidad del estado, especialmente en la cultura y en los negocios) en los que se emplean argumentos "buenistas" (proteger un idioma pequeño y debilitado) para prolongar o crear nuevos privilegios, económicos sobre todo (v.g. los acuerdos de TV3 con las productoras catalanas), de grupos reducidos con enorme prestigio social. Ay, esas subvenciones para traducir El Periódico al catalán, y Zeta tan contento. Ay, esa necesidad de escribir Catalunya cuando se escribe en castellano, a pesar de que todo el mundo te llamaría imbécil si llamaras Charles al Príncipe Carlos de Inglaterra. Que no decimos England.
Así, no llegamos a la fractura social ni al gran hermano, sino a la ingeniería social, a la ausencia de neutralidad del estado en las decisiones de los individuos y a convertir los idiomas en un factor de toma de decisiones preferente sobre la voluntad de los individuos en aspectos en los que el estado y el gobierno no tienen nada que decir (yo es que creo que hay muchas cosas en las que no tiene nada que decir). La investigación del uso del catalán en los historiales médicos es todo un síntoma de los defectos del catalanismo. Es tal la obsesión política por alcanzar la denominada "normalización", un concepto que un malvado llamaría neolengua orwellianamente pero que es lo suficientemente sutil para que no llegue a esto, en el que la aspiración final es saber hasta qué punto hemos conseguido erradicar el uso de un idioma no querido de las decisiones privadas. Peor aún: de la intimidad de las personas. Cuando un gobierno financia estas cosas ("por error", dicen) y no tiembla la sociedad entera, existe un cierto grado de enfermedad: hoy no empleamos cámaras (todavía) en cada esquina para espiar al ciudadano (mundo Orwell) pero usamos empresas de demoscopia, encuestas, estudios que pretenden medir la vida de la sociedad. Estudios para el diagnóstico y para la continuación de la acción, una acción que es fácil creer que entraña una idea totalitaria: que es obligación del gobierno de Cataluña conseguir que sea una lengua determinada la que se emplee preferentemente, principalmente, denodadamente en las relaciones personales, sean médicos o comercios. Esto se puede hacer con protestas minoritarias, básicamente por el sentido de supervivencia y aburrimiento del ciudadano: simplemente, la gente se dedica a pasar de las chorradas y adaptarse al poder porque, afortunadamente, Fahrenheit 451, no es posible. Ni siquiera es inteligente intentarlo: véase la Patriotic Act de Bush.
Decirlo nos deja huérfanos. Tomo esta palabra de Elvira Lindo, que ha explicado varias veces esta idea de soledad que supone no encontrar en tu mente vestigios contrarios a otras lenguas y culturas, no tener miedo a que la vida transcurra en catalán o serbio-croata de aquéllos que lo desean y sentir que la duda, la discrepancia, la mera crítica a estas cosas supone el repudio social/mediático:
Se trataba de decir una vez más que no todas las personas que opinamos que el nacionalismo tiende por propia naturaleza a la insolidaridad somos peligrosos derechistas, ni nostálgicos del franquismo, ni carcas, ni antiguos. Si acaso un poco aguafiestas, porque en esta España en la que los nacionalistas llevan ganando desde hace 25 años mucho más de lo que perdieron estamos aquí para recordar que nos quedamos hace tiempo sin equipo, que nadie nos quiere.
Es imposible no ser tratado de facha, de pepero como insulto, de españolista borbónico y jacobino o de tardofranquista. Cuando hablamos del nacionalismo español, que yo digo que existe más fuertemente de lo que creen algunos, es cierto que, como insiste Ignacio, es una broma comparado con la sutileza de los mecanismos de creación de nación que muestran gobiernos como el gallego, catalán o vasco. Y tienen la buena prensa de ser aceptados por ser "antiespañoles" y "avanzados" en el sentido que le dábamos en la entrada originaria de toda esta conversación. Pero lo que resulta cansino es que no puedan ser juzgados y repudiados porque socialmente están justificados como muchas de las maravillas del socialismo o de las ingenuidades de política exterior del Sr. Zapatero: porque decir paz es bueno en sí mismo independientemente de no saber lo que significa, porque dar a los pobres quitando a los ricos es un sentido aparantemente natural de la justicia, porque nombrar mujeres por decreto parece una forma de que las cosas progresen. Así fer país, recatalanizar, proclamar la sociedad vasca y tantas cosas más, es creer que se hace un favor a la justicia en sí misma.
Es verdad que en el mundo hay cosas más horribles que la política linguística de nuestros pagos. Se llaman Cuba o Korea, por ejemplo. Incluso se llama Irán. O, sin ir a los extremos, Ucrania. Personalmente creo que a los nacionalismo ibéricos no españolistas les ha llegado la hora de su revisión pública de sus fundamentos y creencias con la misma severidad que los mitos que encantan a algunos de los Reyes Católicos, 1812, los tercios de España, Santiago y Agustina de Aragón que, de natural, nos suenan rancios, pero que no tienen un segundo de oportunidad ni como folclore. Me olvidaba del tambor del Bruch. Pero me pregunto si Agustina de Aragón fuera vasca, qué papel tendría en nuestras vidas.
Mapuche, me hablas de genocidio cultural del catalán. Y me parece que es un término muy afortunado para la propaganda de extrañas ideas en que se ha convertido el catalanismo reinante (o gobernante, social y políticamente). Por una vez (llevaba una racha...) el artículo de Pedro José de hoy es interesante, una glosa de Carmen Iglesias ($). Ahí se proclama "la injusticia de juzgar el pasado de acuerdo con las reglas del presente". Los cuarenta años de genocidio cultural catalán son una bella exageración de la represión sistemática de todo lo "antiespañol" atribuyendo a España en sí misma la culpabilidad de esa represión. Es el problema de la España que da gota que les decía yo, es el resultado de la atribución al todo de las partes. Franco masacró a todos: a catalanistas, masones, comunistas, librepensadores, al maquis, a homosexuales, a algunos falangistas, sindicalistas, intelectuales, demócratas y todo aquéllo que no se pareciera a su sueño, al sueño de Raza, y ahora resulta que todos los que tenemos el castellano como lengua materna, los que hemos crecido en esa España constitucional tan defectuosa pero tan sorprendemente triunfante si se tiene en cuenta el pasado, somos culpables de querer prolongar o reeditar una situación que, presuntamente, resulta insufrible: así, si el aeropuerto va mal, es culpa inevitable de España, pero si el Carmel se cae es mejor callarnos todos para que no sepamos cuán corrupta es nuestra clase política. Curiosamente, parece hasta más corrupta que la clase política "española".
Y ese, creo, que es nuestro grito, el de gente como Ignacio o yo cuando miramos las cosas que se hacen y dicen en defensa de la patria y la lengua catalanas. O de la vasca. Asombrados por la vara de medir en nombre de la restitución de lo que se dice perdido: si Frankfurt se hubiera hecho a la inversa, arderían las calles; si el gobierno español pusiera anuncios en la televisión pública para decirles a los niños que apoyen a la selección española seríamos llamados joseantonianos como poco; si hubiera una oficina de denuncias a los comercios por cometer faltas de ortografía y diciéndoles a los bares que no pongan la palabra pub porque está en inglés, los dueños de los locales harían un cierre patronal. Usted (ustedes) saben que no me opongo a regular el derecho de secesión o la libertad de elección de sector público (no creo, en cambio, en las secesiones unilaterales), por lo que considero que las sociedades deben ser libres para establecer sus relaciones de comunidad. Pero lo que es un despropósito es construir patrias cuya única diferencia con los matones del franquismo, que no es poca, es que no te meten en la cárcel ni te fusilan, pero que contemplan las mismas ideas reduccionistas de la realidad y coaccionadoras del individuo que las de esos mismos franquistas.
La falta de referencias intelectuales de calidad, un serio problema que forma parte del análisis de causas de lo que ocurre para un "españolismo" digerible, que es lo que Berlin Smith pretendía explicar con su renovado aunque reiterado análisis de la crisis de Iberia, introduce factores que favorecen en su causa a estas reivindicaciones y aspiraciones culturales donde se mezcla la normalidad y la justicia con el exceso, la melancolía, el despropósito y nuevas injusticias. De ahí que crea que es necesario otro marco jurídico para disminuir los cuentos de Calleja del imaginario colectivo y poder afrontar decisiones reales y libres sobre la convivencia. Que nunca es perfecta ni carente de costes y renuncias para todo el mundo, hable lo que hable.
No se pierdan en el océano de si les gustan los Clinton o no. Simplemente, fíjense en cómo es capaz de hablar Bill frente a una cámara para vender a su mujer. Y luego piensen quiénes de los nuestros, José Luis, Mariano, Pepiño, Acebes, De la Vega, Zaplana, Zerolo, Josu Jon, Juanjo, Montilla o Artur es capaz de hablar a sus electores y a los que no lo son de una forma tan, como mínimo, profesional y, segundo, tan respetuosa con su voto. A algunos les puede parecer que es confundir las formas con el fondo, pero en política las formas son mucho más que el mensaje.
La resurrección del mito de Iberia en manos de Saramago le sirve a El País para hacer un interesante artículo sobre la verdadera dificultad de este fenómeno. En todo caso, todas las patrias se han construido a partir de sueños, así que lo mismo un día aparece un Garibaldi mediático y empieza a construir un espacio sociológico galaico - portugues - castellano - catalán - euskérico que encuentran cool (cuando era menos repipi, yo decía molón) ser ibérico como el jamón y no miembro de naciones del siglo XIX. De ese artículo se puede extraer la reflexión que se escapa, creo, del debate intelectual (y no intelectual) que sobre el nacionalismo, explícito o no, vivimos en estos lares:
Para el hijo de Mário Soares, la identidad portuguesa se fraguó como un nacionalismo antiespañol, "que alimentó una lógica de hostilidad que se ha ido borrando con la democracia, la UE y a la España plural".
Ahora viene la provocación: el nacionalismo vasco y catalán, el gallego tan rupestre, el andalucismo y el resto de derivadas que han llegado hasta hoy parten todos de la misma idea. Es decir, la identidad vasca y catalana se ha desarrollado no sólo opuesta a la española, sino como identidades "antiespañolas".
Conviene explicar las comillas: en las arengas de Losantos, "antiespañol" es otra palabra para el término traición. El verdadero sentido de antiespañol debe interpretarse como defensivo, es decir, que España, cuando venga, te coja confesado porque, como sabemos, alguien te va a helar el corazón. La tradición democrática basada en una idea jacobina de España (digamos que eso es 1812) tiene la mala suerte de que si no ha fracasado en plan Gil de Biedma, sí que ha fracasado en términos emocionales: es simplemente imposible borrar una iconografía que asocia lo español al abuso mucho más allá de lo esperado de la imagen de rapiña de los viejos imperios. Una iconografía que está vinculada inevitablemente a la decadencia y el retraso. De ahí que "progreso" y "progresismo" tienen como sujetos oníricos un poder que nunca podrá, hoy por hoy, evocar las palabras liberal y, ni mucho menos, derecha. Derecha significa todo eso de lo que tienen miedo los portugueses, los catalanes, los vascos... o por lo menos la parte de ellos que más cuenta. Y derecha significa también todo aquéllo a lo que se tiene miedo cuando uno recuerda los tiempos de Fraga como ministro, y eso que Fraga tenía un trago al lado de Carlos Arias, que aunque tenga un carácter autoritario (de la autoridad de quien tiene una porra) siempre ha sido un conservador coherente con el parlamentarismo.
La izquierda española resolvió este problema refugiándose en las ideas de los pueblos oprimidos y el anticolonialismo, aceptando ideológicamente que todo nacionalismo no español era, como mínimo, más decente y casi seguro que democrático y liberador, lo que no podía ser el español. Así, toda una generación de izquierdas (era de izquierdas todo lo que no era derecha, era rojo todo lo que no era Bahamonde) se dedicó a demoler todo lo que pudo el ya de por sí poco atractivo edificio de la iconografía española: si quienes gritaban España eran las folclóricas y Manolo Escobar, era difícil sentirse orgulloso de ello. Si se comparaba la moral de la calle con la que nos traían los Beatles, la cosa estaba clara. En este camino, se tardó bastante en descubrir que los nacionalismos no españoles contenían elementos tan totalitarios y anuladores de la libertad individual como los inventados por los seguidores de la Falange. A diferencia de la Falange, los nacionalismos periféricos tienen una larga trayectoria de partidos no fascistas, aunque sí muy conservadores a veces. La diferencia esencial, es que nunca abrazaron la construcción de la patria con uniformes, estética militar o abrazos a la causa del partido único: no se pusieron camisas pardas para romper cristales hasta que apareció ETA y ese lapso que fue Terra Lliure.
La reivindicación presente de España como nación desde el lado liberal y conservador tiene un problema: sus resortes doctrinales con pedigrí decente quedan prácticamente constreñidos a la Constitución de 1812, pues el fracaso de la Segunda República y su memoria centrada en ideas izquierdistas bloquea psicológicamente basar una idea de España sobre fundamentos republicanos clásicos. El problema de esta visión es que sus elementos emotivos, ese pegamento de ilusión y fe que suelen hacer las naciones son inexistentes o han sido borrados por la historia. Es decir, es perfectamente posible, de hecho lo es, que España sea una idea plenamente democrática y exitosa desde el punto de vista de sus rémoras (en otras palabras: la superación del atraso, la decadencia y el folclorismo), pero la idea carece de soporte emocional y popular, especialmente en aquellos territorios donde la supervivencia de los corazones helados se ha basado en crear identidades "antiespañolas".
Por tanto, el debate para la derecha que busca dignificar su nombre y alcanzar la plenitud de legitimidad que puede tener en cualquier otro sitio al que siempre mirábamos antes con envidia, es saber construir un armazón doctrinal que supere los nacionalismos empezando por el español. Muchos lectores me dirán que el nacionalismo español es una guasa comparado con muchas manifestaciones del nacionalismo vasco. A nivel ideológico o de vida cotidiana, desde luego. Pero a nivel onírico y de sensibilidad, esto no es así. Les pondré un ejemplo que me afecta: el enfermo de gota lo es para toda la vida, y en el momento que tiene un ataque agudo, un simple roce de una sábana le hace ver las estrellas. España da gota. Los nacionalismos periféricos, no: para que sientas algo, han de partirte la cara. Es pura percepción, pero es la que es.
En mi modesto pensar, quienes sienten la necesidad de sostener y crear una nación española tienen que desarrollar una creatividad y un análisis intelectual muy profundo para revisar todas sus ideas sobre lo que es una nación y reenfocarlas. El camino es arduo. Primero tienen que reconocer como los alcohólicos que la idea de España no tiene prestigio, o no lo tiene donde tiene que tenerlo. El segundo, es que el tipo de prestigio que le asocian los defensores tradicionales de esta idea simplemente no lo compra nadie que tenga que comprarlo. El tercero es que el grado de contradicción de identidades es tal a estas alturas de la vida que sólo permitiendo (asumiendo) que se resuelva la contradicción en términos de decisión social (una reforma constitucional basada en la manifestación clara de un territorio por su presencia en España, junto con garantías de lealtad al conjunto) puede producirse una catarsis para que el ciudadano de a pie pondere sus opiniones y creencias fuera de un contexto de resistencia o reivindicación. En otra ocasión recurrí a términos de Sala i Martí, la capacidad para elegir sector público.
El cuarto es el verdaderamente difícil, porque tiene mecanismos paralelos de emociones y realidades. Se llama Madrid y sus resortes de poder, el mecanismo de interelación entre el poder político, la élite de negocios afincada en Madrid y la tendencia a asumir que debe tomar decisiones de acuerdo a la conveniencia de la supervivencia política del poder central. ¿Ejemplos? Tenemos dos clarísimos y recientes. Uno, el PSOE de Madrid y el affaire Sebastián, dónde la cúpula del partido ha hecho tragar a las bases madrileñas la estrategia que le convenía imponiendo líderes inadecuados en función tanto de la incapacidad de los socialistas madrileños para tener una buena organización y candidatos con talento, como para resolver los problemas estratégicos del Presidente del Gobierno. El resultado es que han vivido en sus carnes lo que piensan los periféricos desde hace algunas centurias: usted no piensa en mí, sino en usted, y no precisamente por el bien colectivo, sino por el suyo particular.
El segundo caso que ilustra esta idea es el asunto Endesa. Ha sido la reedición del intervencionismo gubernamental y la tendencia inveterada de la España profunda, a veces tan negra, a depender del poder político para hacer negocios. Nada mejor que, Jaume Canivell, ese vendedor de porteros automáticos que encarna José Saza en La Escopeta Nacional para entender el cansancio, la irritación y el absurdo de cómo los que emprenden han de pagar peajes irracionales a la conveniencia de los burócratas.
Maragall, un hombre de ideas interesantes pero obtuso en su ejecución y disparatado en la explicación, siempre ha abogado por la construcción de redes y la descentralización armónica del entramado nocivo madrileño. Lo de la CMT se hizo tan mal, que un esfuerzo auténtico por compartir los beneficios de la ubicación física de la Administración General del Estado parece borrado del mapa por mucho tiempo. Pero es necesario.
Sinceramente, yo no veo a Mariano capaz de hacer esto. No porque lo diga Berlin Smith ha de ser la verdad y el futuro. Sólo plantea un mecanismo de renovación ideológica para la derecha y la idea de España que pueda ser comprado por quienes no lo compran: se llenan la boca de liberalismo y no asumen o no entienden que es precisamente el adelgazamiento del estado, incluidos los gobiernos autonómicos, lo que puede permitir eliminar el clientelismo de todas las administraciones para que los ciudadanos sean libres de establecer sus relaciones comerciales y personales como mejor les convenga. Que es la cruzada por las privatizaciones, especialmente de los medios de comunicación, la que les puede dar fuerza para adquirir legitimidad en la no intervención, que es plantear una verdadera propuesta de independencia de los organismos reguladores desvinculados de Madrid lo que le interesa a la gente, que es la renovación de los mecanismos de representación lo que puede recuperar el atractivo por la democracia. Que es asumir la libertad individual de que cada uno elija el idioma e identidad que desee sin crear escalas jerárquicas (sólo el castellano es obligatorio para todos, que no lo sea ninguno). Es más Euston, con sus defectos o aspectos más opinables para alguien como yo, que 1812.
En fin. Tremendo domingo por la mañana: lo que iban ser tres líneas de una cita se me ha convertido en una especie de ensayo. Toma modestia, que venga Carlitos. Pero lo cierto es que me deja perplejo el análisis que pretende recuperar la nación española sin eliminar o hacer público con un liderazgo efectivo una propuesta no sólo coherente con los tiempos, sino a la que no le se le pueda echar un dóberman a la cara. Una osadía que permita a alguien levantar el dedo y decir que no se puede ganar cuando el órgano fundamental de tu partido se llama comité, junta, o lo que sea con el apellido nacional, exactamente igual que CiU y PNV. Y que cuando no se gana no es cuestión de cambiar la ley electoral para que me salgan los números sino adherir voluntades a un proyecto legítimo y legitimado. Y eso no quiere decir que cosas como CiU y PNV no tengan también que hacer su trabajo de actualización. El angel caído Piqué era capaz de poner en evidencia alguna de estas cosas.
(Y a todo esto, que si España no existe tampoco pasa nada: surgirán nuevas oportunidades y nuevos costes, se perderán otras ventajas y otros costes. La dimensión europea no es ninguna bobada, ni la extensión de las redes. Y si aparece alguien creativo para crear un ente más práctico y mejor para vivir que se llame, por ejemplo, Iberia, habría que ser capaz de romper moldes para centrarse en lo que importa: conseguir un marco en el que las personas, ojo no las patrias, puedan desarrollar la incertidumbre de sus vidas con el menor número de obstáculos al tiempo que preservan la capacidad de decidir sobre su destino)
Así he titulado mi entrada semanal en Generación Red. ¿Se lo imaginan? El asunto del hijo del rey beneficiándose a su esposa en portada de una revista satírica: tiene que ver con la red porque es un escándalo gracias a la red. Si no les aburre el tema, vayan y me cuentan si lo que digo es o no es una memez.
Además, les invito a leer la autocrítica de Juan Freire a los que hacemos GR y así somos coherentes con el principio de la crítica que defendemos para todos.
Estoy apesadumbrado y sobrecogido: ¿pero cómo es posible? Lo que no sabemos es si al resto de ministros británicos se lo han preguntado. A un servidor le haría verdadera gracia que no hubiera ni uno sólo más que no haya probado un porro.
Hay preguntas cuyas respuestas me gustaría conocer:
¿Cuántos de sus votantes fuman porros así como todos los días?
¿Ha fumado canutos José Luis en su juventud? ¿Lo confesaría en rueda de prensa?
¿Y Mariano? ¿Se lo ha confesado a Elvira?
¿Cuántos votantes del PSOE se hacen unos petas?
¿Y del PP?
Si Tardà no ha fumado maría me sentiría muy decepcionado
También podríamos proponerle a algún diario innovador que hiciera la siguiente encuesta entre sus señorías (los diputados del Congreso, quiero decir):
¿Ha tenido usted una maceta de marihuana en su casa en sus años mozos y no tan mozos?
¿Alguno de sus amigos y conocidos?
¿Lo ha denunciado?
Las respuestas (y las caras de los encuestados) serían todo un éxito en You Tube.
En resumen: otro tipo más - Gordon Brown - que llega al gobierno y se propone ganarle la guerra a las drogas con policías y discursos morales. Lo más divertido es que ya sabemos que no va a funcionar.
P.D.: Mientras tanto, los mapuches han rechazado la beatificación de Ceferino Namuncurá "al remarcar que se lo llevaron vivo, lo devolvieron muerto y sin identidad". Albert sabrá decirnos.
Creo que cada día caigo más en ese sumidero que son los nuevos lectores que destruyen la prensa tradicional. Mientras en Libertad Digitalse deshuevan de Zarzalejos y sus tesis sobre el decaimiento de la prensa, yo empiezo a cumplir con lo que los resabios dicen y no paran sobre los periódicos de papelería: leo todo por internet, dedico cada día más tiempo a diarios digitales de toda índole, blogs sensacionales y sensacionalistas, revistas de hard thinking (pero qué culto soy, madre) y cosas así que me permiten escapar de, efectivamente Sr. Zarzalejos, la prensa rosa y sus efectos, pero también de la cansina sensación de pensar que adivinar el futuro es posible: uno sabe de antemano lo que va a decir cualquier periódico y sus columnistas antes de abrirlo (o de clicarlo), incluido por supuesto Libertad Digital. Para que no se me enfaden los seguidores de esa causa, advirtamos que sus enemigos informativos son tal para cual, aunque generalmente más aburridos. Digamos que eso sería lo inmutable, mientras que los cambios sutiles son las pepitas de oro que se sueltan en cada uno de esos medios: uno ya lee personas y noticias y no tanto medios. Pensaré sobre esto para Generación Red.
Esta charla introductoria propia de mi destino imparable, que es el de convertirme en abuelo Cebolleta de primera división, tiene sólo que ver con el impulso que tengo de contarles algo únicamente en la medida de que llevo unos cuántos días sin leer los grandes diarios ni siquiera en bits. Aparte de sorprenderme a mí mismo de que no siento ninguna culpa (es que yo no sabía vivir si no había desayunado con la prensa), compruebo que se puede hacer una mirada bien elevada desde la luna y menos oculta de ramas tenebrosas.
Decía un ilustre amigo argentino que "es lindo comprobar que hay cosas que no cambian". En general, se refería a las mujeres, pero puede decirse que es aplicable a casi todo. Ya saben, lo del escorpión y la rana y el carácter. La leyenda dice que el PNV es un partido de doble alma, esa que le lleva de vez en cuando a sentirse integrada en esa cosa denominada España y esa otra que le pide a gritos huir de tan espantoso engendro y aferrarse a otra leyenda que es ese otro cachivache denominado Euskal Herria. Otras veces he dicho que a mí me parece que la teoría del péndulo se interpreta mal, es una cuestión práctica que pretende posponer lo que en el presente no se puede conseguir. Que me parece muy respetable como aspiración, esa no es la cuestión. El asunto es que lo que el diario oficial bien pensante llama órdago de Imaz no es otra cosa que la reedición de lo inmutable: decidir si rompo o si pacto y, más sutilmente, el reiterado problema de ese partido (a lo mejor es más democrático, no se crean) entre la estrategia de sus cargos públicos y los cargos del partido, puestos incompatibles entre sí. Mi abuela, que era bolchevique, decía que la izquierda no debía gobernar, que tenía que estar en la oposición, presionando, como una forma de mantener la pureza ideológica. El PNV es genial, tiene lo mejor de los dos mundos. Algo así como su debate sobre España: mientras seguimos así tenemos todas las ventajas y casi ningún inconveniente por ser españoles.
Quien tampoco cambia sus esencias es Mariano Rajoy. Aparecen por todos lados sesudos análisis de la operación Costa. Y uno no puede dejar de compadecerse por el destino de este hombre: su carácter inmutable es el de muñidor en sombras, el del arreglo y el pacto y no el de conductor de masas ni el irrestible lanzador de ideas para movilizar conciencias. ¿Lo es Rato? Desde el punto de vista telegénico sí. Hay quien dice que Rato se viene a contar millones. Yo no tengo ni idea. La verdadera cuestión es que Rajoy parece buscar en silencio (lo suyo) la forma de eso que tiene tan mala prensa en el entorno losantiano que es lo de centrar el partido. Y que para mi no es distinto a dejar el lenguaje que la clase media es incapaz de entender. De la revisión de ideas, o mejor dicho su puesta al día, quizá haya que hablar otra mañanita si es que no lo he hecho ya bastante. Asignatura pendiente del PP, en todo caso.
En medio de todo ello, nuestro presidente se pone a agradecer a los mexicanos su acogida del exilio y nuestro curas a hacer libros con mártires. Atrapados en sus leyendas (que no son los hechos, aquí ha habido exiliados y fusilados por doquier, son las evocaciones de los hechos), izquierdas y derechas, librepensadores y creyentes, hombres de bien y fustes torcidos, amanuenses y filósofos, todos parecen atrapados en una carencia absoluta de fuentes de pensamiento para el día de hoy y se entretienen estupendamente en reescribir batallas que no ganaron o que terminaron por perder. Es terrible pensar que esto forma parte de las cosas inamovibles, pero lo cierto es que uno piensa que está tan reseco y alejado del mundo que un día de estos, y no muy lejano, la generación de la play-station no sabrá ni responder ni tener una postura ante lo que, simplemente, es un coñazo.
En fin, que Heráclito y Parménides resultan de una vigencia escandalosa.
Esas de cuando te provocan con esas cosas malditas de las cadenas de mensajes apodadas memes, que son objeto de toda crítica y repudio pero que, en definitiva, en el fondo nos llenan de gracia: es esa cosa tan gratificante de que se acuerdan de ti y eso presume que servidor de ustedes tiene la consideración de otros. Siendo Rallo, que se enrolla estupendamente a cualquier provocación de insensatos como yo, qué menos. Como para tener prejuicios. Más teniendo al provocador de Citoyen entre las víctimas.
Así que le respondo. Yo no tengo ocho secretos inconfesables que se puedan confesar. Sólo tengo uno: soy un impostor.
Mi amigo el gallego Sartine sabe bien de mi impostura y podrá ampliar esta lista de secretos con los suyos, que tiene un barril lleno.
Pero con lujo. Aunque sea de detalles. Creo que en Generación Red sólo soy capaz de publicar pajas cibernéticas. Hoy me ha dado por pensar en qué puede consistir el lujo en un mundo donde hay de todo al alcance de casi cualquiera. Y de paso me hago el erudito citando a Premios Nobel y afamados bloggers. Las Nuevas fuentes del lujo, un nuevo y pretencioso artículo de Berlin Smith. Sean indulgentes y vayan a leerlo.
Me cruzaba un correíllo con Ricardo Royo diciéndole que hay que ver, que hace cuánto que no hablamos. Y me dice que sí, que hay que ver. Pero que está literalmente ahíto de tanta política y que prefiere evocar placeres superiores. Hace calor, señores. Yo tampoco tengo ganas de hablar de política.
Como hace calor, me escapo a efectuar prácticas propias del hombre del siglo XX: encerrarse en un cine con aire acondicionado. Se supone que el hombre del XXI lo tiene ya en su casa o lucha contra el calentamiento global negándose a ambas opciones. Me veo una película que tiene a los Who como marchamo, suficiente motivo para que estire las cejas en mi política de selección de contenidos audiovisuales a consumir. Que Adam Sandler sea su protagonista induce a la sospecha pero no, la peli es estupenda. Así que yo les diría que se refresquen un rato y se vayan a ver Reign Over Me (¿recuerdan?: Quadrophenia. Se me antoja que la gran Mary White lo recuerda perfectamente porque saca nota en todo). En español tiene el estúpido título de En algún lugar de la memoria. Tan estúpido que si fuera por él no hubiera ido (conste que entiendo al distribuidor, a ver quién coño dice bien y le da sentido a reign en castizo).
Mal que bien voy cumpliendo con Generación Red. Así que mientras el Ballota se va de picos pardos y, se supone, a empinar el codo (viva san fermín), yo he colgado una historia de gilipollismo y prohibicionismo. Apúntense a mi petición a los capos del invento G-Red de acosar al Fernández (el de TVE) con un preguntas para ese usted que de verdad están deseando hacer.
Es así de simple y de obvio para el que desee verlo. El PP es promotor, culpable, cómplice y cooperador necesario. Como todos los demás. Palabra de Maurizio Carlotti, capo de Antena 3:.
..destacó que tanto Telecinco como Antena 3, con 1.100 millones de euros entre las dos, financian toda su programación y alcanzan el 37% de cuota de pantalla, mientras que las cadenas públicas gastan el doble para lograr el 36%
Por supuesto, a los políticos se les llena la boca de servicio público (eso, Luis Amézaga decía que eran los retretes de una plaza) y te piden el dinero que no les llega para una sanidad que dicen que es un derecho. También es patriótico, por supuesto.
(Aquí tienen más datos para que sus ganas de coger un trabuco y cerrar todas las teles públicas aumenten en una merecida revolución ciudadana. No se corten)
El intérprete nos decía: "mientras el mundo continúa avanzando, nosotros sólo vamos para atrás". Lo más interesante es que estos guías de castellano lo aprendieron en Cuba. Y si existe el contraste de los contrastes en este mundo cruel, ese es el de las posibilidades de un hombre atribulado falto de mujer en la Cuba eterna y el Yemen milenario: ¿cómo es lo de regresar del ron a discreción a la ley seca? ¿a frotarse con mujeres en garitos oscuros al velo permanente? ¿de la lectura al analfabetismo?. Le ofrecimos nuestro coñá clandestino y no lo quiso probar, supuestamente en respeto a su confesión musulmana. Por eso mismo decía que su mujer no iba con la cara tapada, que el Corán sólo habla de cubrirse el pelo. Allá quedó, nosotros regresamos.
Jesús Cacho relata hoy su viaje a Yemen. Se parece al mío. También nos tiraron piedras (¿pero esa mujer por qué se puso unos pantalones cortos que marcaban nalgas y pubis como si estuviera en Varadero?) y vimos como los leves tejidos de las túnicas y pareos de nuestros acompañantes masculinos se elevaban por el simple acto de que una de nuestras mujeres les tomara la mano y aprendieran uno de los bailes frecuentes e inesperados que los hombres llevan a cabo para celebrar lo más nimio: con la jambia en alto, en círculo, con movimientos conocidos por todos y risas finales.
Sanah es único en el mundo. Y lo será hasta que la civilización penetre en un país que tiene como moto el que las afrentas se lavan con sangre. De toda la vida los turistas han sido objeto preciado de los yemenitas: los sacos llenos de dólares con piernas son objeto preciado en casi todo el mundo. Siempre ha habido secuestros: las tribus se disputan los derechos de paso de los turistas por sus territorios y eso obliga a complejos acuerdos y dineros que el extranjero nunca ve. Pero yo diría que no tuvieran miedo: vayan. Sanah no será así por siempre y es la única forma que queda para un occidental de saber cómo fue el mundo antes de que hubiera humo de gasolina y bombillas, las únicas mil y una noches que podrán contar a sus nietos. Hay un sitio que todo occidental descubre al poco de llegar en las estribaciones del zoco de la ciudad vieja. Un hotel en el edificio más alto que permite subir a su cielo y en el que el atardecer tiene un silencio y unos colores que no se pueden ver en otro sitio. Del este, del oeste, el norte y el sur, al caer el sol arrancan consecutivamente las llamadas de las mezquitas a la oración. Ellos, ellas y yo. Todos barceloneses menos servidor: nuestros corazones siguen unidos y hoy nos llamaremos para decirnos "¿has visto?" y repetiremos que queremos volver. Hace ya doce años y yo huía de una mujer.
Una nota final para su regocijo: porque la vida es maravillosa, existe Flickr. Si pinchan en este enlace se ven unas series de fotografías estupendas y se hacen una idea. Es, sin duda, el país más fotogénico que he conocido. Ustedes sabrán si se lo quieren perder. Con el atentado, los precios se van a poner por los suelos y estoy seguro de que no les pasará nada.
...el dirigente de Unió Democràtica proclamó que CiU sólo tiene dos alternativas: o declararse un partido independentista -"que nunca lo ha sido y hay que dejarlo claro ante España", manifestó- o "defender" los intereses de Cataluña allá "donde haga falta". Es decir, implicándose en un Gobierno de coalición con el partido que resulte victorioso de las elecciones generales de marzo de 2008.
De una manera o de otra, este comentarista ha venido dando su punto de vista hace largo tiempo en esta línea: que el problema esencial de la integración territorial española no reside en las diferentes competencias o definiciones que se quieran dar o atribuir los territorios que maldecidos por la historia lo componen a duras penas, sino en la lealtad de las partes con el todo. Es decir, simplificadamente, ser Euskadi o ser Navarra.
Simultáneamente, la única forma que tienen los partidos denominados popularmente "españolistas" es aceptar que los territorios se definan libremente llevando a los partidos que viven de la ambigüedad a adoptar un criterio estable. Esto implica desmontar algunos mitos sobre las voluntades populares, las unidades de destino y todas esas cosas que implícitamente viven en la psique de los habitantes al Sur del Ebro, sea cual sea su especie y condición. Implica correr lo que hay quien llamaría riesgos (la vida es riesgo, hermanos), pero me parece que resultaría sorprendente la vitalidad del sujeto España si se asumiera públicamente desde el lado más céntrico que sólo tiene sentido desde la libre elección. También implica el reciclado intelectual de estos nacionalismos alternativos, especialmente ante la posibilidad de que la pureza nacional resulte, en la práctica, muy incómoda. Para ambas cosas, hay que tener voluntad, claro. A veces la voluntad surge del inteligente análisis de la realidad. Ahora ya me tiran lanzas si quieren.
Pero hay algo más que observar en lo que El País considera un discurso muy medido del oscense: de modo sorprendente, considera más fácil el pacto con el PSOE, a pesar de decir lo que sabemos todos de José Luis ("el dirigente socialista más vacío de contenido que haya existido en España") y no tanto con el PP ("creen difícil que los populares retiren primero su recurso contra el Estatuto catalán ante el Tribunal Constitucional"), todo ello a pesar de este punto de vista:
El dirigente democristiano consideró perfectamente compatible sentarse en el Consejo de Ministros para defender los intereses de Cataluña y, al tiempo, los generales del conjunto de España porque, además del ideario nacionalista, CiU también, agregó, tiene un modelo de sociedad
Un modelo de sociedad: ¿le importa más al PP una especial visión de la patria o el modelo de sociedad al que aspira? Esto exige tener una idea clara de lo que es nacionalismo y lo que no. ¿No es un reto político para un partido que se define como liberal, conservador, un tanto o un mucho cristiano, desarrollar el debate ideológico interno de la suficiente altura para encontrar los mecanismos políticos para resolver lo central de su ideario con quien comparte su "modelo de sociedad"? Decían hace mucho que la política era el arte de lo posible. Ya va siendo hora de saber qué es lo que es posible.
P.D.: Alguna aclaración. Verdaderamente el post-nacionalismo no consiste en dejar de ser nacionalista abrazando España, sino en empezar a tomar decisiones del alcance del nacionalismo de cada uno en vez de vivir de la idea de que se tiene que dedicar la vida a uno en concreto. Para poder dejar de serlo. Es aplicable a determinados valores y fantasmas de los castellanos viejos.
El hallazgo del día fue el del bar del chino Jose. Me llevaron las power lesbians, ansiosas de un botellín frío como es debido. El chino es chino de verdad y atiende al distinguido público tanto a la llamada de "chino ponme", como a la de "Jose ponme". Lo más singular es que, además de que los quintos de Mahou están siempre con la temperatura que exige el placer más absoluto, el chino pone unos pinchos de tortilla que te cagas. ¿Dónde lo aplendió?. Tiene también el bar del chino Jose un espléndido ventanal desde donde podía estarse atento a la aparición de las primeras carrozas. Bueno: autobuses y camiones. Y qué camiones.
Mi legendario temor por las aglomeraciones y las masas reivindicativas se llevaba bien anoche. Quizá porque mi alma descansa mejor entre degenerados. Quizá porque unos cientos, miles o centenares de miles de millones de personas bailando mientras desde un autobús con cincuenta tipos con cara de Freddie Mercury truena I want to break free resulta algo más próximo al carnaval de Cádiz y a la molestia que suele ser la noche de fin de año en el centro de la capital del imperio que a los pueblos en marcha. El olor a orín de los machos asaltados por la incontinencia me hace ponerme muy femenino: es repugnante y debo pedirle a Gallardón que invente algún procedimiento químico que haga caer en pedazos el prepucio de los meones callejeros como castigo divino a la peste de la juerga.
Ver a las abuelas con las nietas peleando por coger confetti y bolsas de Zero mientras unos señores con las nalgas lisas y finas como un quesito holandés exhiben su perfecto depilado, me hace pensar. En mi optimismo proverbial: si unos días los curas acuden con sus familias unidas y pacíficamente se calzan un par de canciones, lemas entretenidos y luego se van a su casa; si otros días las familias inesperadas de hombres y mujeres que hacen sus cositas en privado por el método inverso al previsto salen a la calle con sus partes al aire y luego se van tranquilamente a su casa; y si, pasmosamente, el alcalde de turno consigue que a la mañana siguiente los residuos orgánicos e inorgánicos (esto es, botellas, latas y papelitos) de toda la masa que alardeaba están barridos y a buen recaudo para que la ciudad conserve su esplendor, es que aquí se vive muy bien.
Es decir, que el grado de oxígeno vital colectivo (uy, he dicho colectivo) es mucho más rico y eficiente que lo que el drama cotidiano y su eterno olvido por puro aburrimiento de lo que funciona parecen querer decir: que no digo que reivindicar y defender lo que uno piensa no está muy bien, sino que la libertad práctica, esa de que yo hago mi vida y dejo hacer a los demás, goza de buena salud en la vida cotidiana. Ver a unos velludos caballeros vestidos con el mínimo y negrísimo cuero suficiente para cubrir su paquete testicular, gorras de tipos peligrosos, movimientos lascivos arrojados a la masa, cabezas afeitadas y bigotes frondosos enarbolando una enorme bandera española confirma que el escándalo es ya imposible.
¿Oh sí? Hablarle a una joven recepcionista militante de no sé qué acerca de mi preferencia reconocida por los Estados Unidos para muchas cosas importantes de la vida, mi deseo insistente en que se permita de una vez por todas las libertad de horarios (cómo estaba el súper del cortinglés hoy domingo, oigan), que se cierren las televisiones públicas ipso-facto y mi angustia porque el gobierno no me time con la pensión, le hacen mirarme con una extrañeza solemne. Peor: luego se lo cuenta a todita la oficina y compruebo que hay comentarios en voz baja. Verdaderamente soy rarito. Y escandoloso. For ever.