De Berlin Smith Bonobobo se espera que diga cosas canadienses (mis enemigos - ¿los tengo? - que no pasen por alguno de los irreverentes debates de los seguidores, siempre queridos, de esta página, encontrarán una excelente oportunidad de efectuar una originalísima rima con mi recientemente estrenado segundo apellido, mucho más con el asunto de hoy: pregunten a Mapuche).
Lejos de mí efectuar sociología de país tan remoto a través de la lectura ¿siempre interesada? de nuestros prestigiosos diarios de tirada nacional en todas las naciones que tenemos a nuestro alcance, que son variadas. Es decir, que no tengo ni idea acerca de si los quebequeses están hasta los genitales de los independentistas (se desconoce dónde dan las patadas en Quebec), o si han recobrado un amor intenso por el país de la hoja de arce. Pero podemos ver el revés y la vuelta de tanto entusiasmo y tendencias exportables de circunstancia que tan mal le viene a la coyuntura de Esquerra Republicana: la autodeterminación puede salir que no a pesar de repetirse incansablemente.
Sólo, por el momento, selecciono una pieza del diario dependiente de sus negocios del alba madrileño:
No deja de ser paradójico que en la Meca de los nacionalismos sin Estado a la que peregrinan no pocos partidos soberanistas -el plan del lehendakari Ibarretxe era un calco del ensayado, sin éxito, por los independentistas del PQ- se mire hacia España y se aprecie en nuestro país una interesante tercera vía.Es evidente que aquí existe una lectura que prescinde de detalles bastante relevantes: en Canadá sí existe la posibilidad (originada en las prerrogativas de los estados federales) de que a la gente le pregunten a qué país quiere pertenecer. Y ante la insistencia de la pregunta, segundo detalle relevante, han desarrollado un cuerpo jurídico que permite establecer las condiciones democráticas (y no tribales, circunstanciales o abusonas) para realizar tal empeño en las condiciones más justas posibles. De ahí, que este comentador del desarrollo teórico de la plasmación legal de la voluntad de secesión pacíficamente expresada, pueda ponerse a efectuar ese mismo tipo de especulaciones a distancia y apuntarse el tanto de que, gracias a que la posibilidad existe, el centro electoral se traslada a la vida cotidiana.
Que El País, y no sé si otras cosas que he leído por ahí, alaben la moderación del insurgente Dumont por su apego de la vía catalana a la construcción nacional, no tiene sentido: precisamente nuestra experiencia cotidiana demuestra que es un pacífico desastre de irresolución constante y que en muchas ocasiones lo único que hace es disimular las pulsiones más totalitarias del nacionalismo. De las que tiene todo nacionalismo. Me dirán que para irresolución constante los dos referenda quebequeses. Puede ser, pero tienen reglas claras.
Más interesante es la interpretación que hace el mismo diario independiente, que no independentista, en la sección internacional, alejada supuestamente de la opinión:
Prisioneros de su compromiso referendario, su "razón de ser" como partido, los pequistas han sido desbordados por un líder joven que desde el nacionalismo moderado conservador ataca su modelo intervencionista estatal y fuerte fiscalidad y la amalgama progresismo-independentismo revolucionario.A ver si todo esto del problema nacional/nacionalista se soluciona con más mercado y no nos hemos enterado...