sábado, marzo 17, 2007

Y llegando al monumento a los Fueros...



Unos y otros se tropezarán con la alargada sombra de una oda pétrea a las leyendas de nuestros antepasados:
"Nosotros los vascos, que no tenemos otro señor que Dios, acostumbramos a dar acogedor albergue al extranjero, pero no queremos soportar su yugo. Oídlo bien vosotros, nuestros hijos"
Cada papel amarillo que releo, cada piedra de homenaje que contemplo, me lleva al mismo lugar: al de la historia como trampa, como creadora de paradojas singulares con el presente:
"La incorporación de Navarra a la corona de Castilla fue por vía de unión principal, reteniendo cada reino su naturaleza antigua, así en leyes como en territorio y gobierno (de la Ley 9ª de las Cortes de Olite del año 1545)"
Cada hijo de vecino puede encontar la justificación a su sufrida existencia encontrando un relato que le asegure que el sueño de su futuro tiene el respaldo de la memoria que queremos tener:
"Aquí estamos los euskaldunes de hoy congregados por respeto a la memoria de nuestros antepasados, porque queremos mantener nuestra ley"
¿Serán, son, los congredados esta tarde los euskaldunes de hoy? Quieren mantener su ley. Hace cien años y hoy. El resumen de todos los problemas de coherencia que este estado sureño soporta se basan sólo en uno: Madrid es un ente muy poco admirable que nunca tuvo el espíritu como para hacernos pensar que merecía confiar en quienes allí hollaban para dejarles nuestra Ley.