viernes, septiembre 28, 2007

Del sudor y otras consideraciones


Quemado en la hoguera porque se la suda España (como a mí) no sé cuantos de los pirómanos no firmarían esto que dice el Sr. Savater en El País de hoy, porque al menos es lo que dicen de boquilla:
Nuestro objetivo primordial ha de ser defender la igualdad de los ciudadanos, sin la cual no hay Estado de Derecho que valga. Y ello comporta para empezar determinar constitucionalmente sin equívocos las atribuciones del Estado y las de las autonomías, que son parte subsidiaria de él y no estaditos de la competencia. Lo preocupante no es el nacionalismo de los nacionalistas, salvo porque su peso en el conjunto del país está sobredimensionado gracias a la ley electoral. Ellos defienden aquello en lo que creen y mientras lo hagan pacífica y legalmente no hay nada que objetar, sólo intentar oponerles mejores razones. Pero lo malo es el nacionalismo rampante de los no nacionalistas, la generalización por todo el país de una suerte de pseudo-nacionalismo inducido o regionalitis galopante. Cunde el ejemplo del modelo nacionalista de protesta o reivindicación, visto que sólo parece rentable electoral y económicamente exigir "que no nos quiten lo nuestro" o "que nos lo den todo ya", aunque sea desinteresándose de lo común. Se escucha como algo normal que "Cataluña" o "Andalucía" tributan tanto o cuanto al Estado, cuando en realidad son los ciudadanos los que pagan, no las comunidades ni los territorios. Y se dice por boca no nacionalista que "el País Vasco será lo que quieran los vascos" o "Cataluña lo que quieran los catalanes", afirmaciones netamente nacionalistas, porque la verdad constitucional es que España será lo que quieran los españoles en todas y cada una de sus partes. La autodeterminación efectiva que más importa es la de los ciudadanos españoles en la gestión de su comunidad global y el primer derecho histórico a respetar es el que tenemos todos, hayamos nacido donde hayamos nacido y vivamos donde vivamos, a permanecer unidos e iguales en el Estado español. Desde el punto de vista educativo, ya es hora de acabar con el fetiche beatificado de la diferencia a ultranza y con la maldición que convierte la unidad y la semejanza en imposiciones cuasi-fascistas.
No es que yo no tuviera matices que hacer de tipo personal a las afirmaciones, que tengo mis valoraciones y mis divergencias (también a otras partes del artículo), pero me resulta un discurso de lo menos antiespañol del mundo. Nuestro sudor coincide en no hacer de España una realidad metafísica ("ellos defienden aquello en lo que creen y mientras lo hagan pacífica y legalmente no hay nada que objetar, sólo intentar oponerles mejores razones"), justito lo que hacen los escandalizables de todas las naciones: la identidad elevada a categoría jurídica y obligación moral.

Cristina Peri-Rossi ya sabe algo de esto. Hace unos meses fue Elvira Lindo. Eso entre los conocidos, para qué hablar de la patria vasca, nación en marcha. O de la guerra de las banderas: malo es que haya que obligar por ley a poner una bandera que la gente no quiere poner, patético ver que quienes tienen la responsabilidad de hacer cumplir la ley se abstienen de hacerlo o votan en contra de hacerlo. Espero que luego no me pidan que les pague una multa. Un buen ejemplo, sin duda, pues no pagar las multas de aparcamiento ha sido un deporte nacional durante años. Leyes que no se pueden cumplir o no se quieren cumplir son absurdas y deslegitiman toda la Ley.

Como estará el patio que haya que escribir esto:
Entiendo que a los ciudadanos les pueda parecer bien, regular o mal nuestra propuesta política, pero, francamente, no me parece lógico que nadie decida castigarnos por hacerla.
Y eso podría valer por quienes se enfadan porque no se quiera al Rey, ni siquiera como jefe del ejército.