martes, noviembre 08, 2005

Trece Entre Mil


Resulta paradójico que con el aforo repleto de un cine como el Avenida de Madrid, con una despedida emocionoda del público en pie al director y las víctimas, la palabra que con insistencia surge en mi mente para describir lo que contemplé es "soledad". Paradójico, además, porque la pieza de cierre del filme explica precisamente cómo ha cambiado el entorno que rodea a los familiares de las vítimas en el día de hoy a lo que fue en el principio de los más de treinta años que viene durando este despropósito: ver a los vecinos de Etxarri-Aranaz retirar los volquetes de basura que frente al domicilio del antiguo alcalde asesinado, caído en el mismo punto donde ahora se deben depositar los desperdicios, en lo que difícilmente no puede ser interpretado como mínimo de ausencia de sensibilidad por no pensar cosas peores, mueve a la esperanza.

Pero la soledad surge de la tristeza del acto. La película cuenta, que no se diga, con el apoyo (que no sé en qué consiste) del departamento de cultura del Gobierno Vasco, del Gobierno de Navarra, del Gobierno de Aragón, de la Generalitat Valenciana y del Prinicipado de Asturias, además de la cooperación de TVE y ETB. El acto fue triste, porque aunque la Comunidad de Madrid patrocinó el estreno, la aportación resultó miserable: no había un foco para iluminar las intervenciones de Mayte Pagaza, Pedro M. Baglietto e Iñaki Arteta. No había luces en la entrada del cine como en cualquier otro estreno, a nadie llamó la atención en la Gran Vía madrileña. Pocos políticos (¿hubo alguno? ¿no se quiso politizar?) para la foto, sí había photocall para algunas televisiones.

La soledad se refuerza por la poca capacidad de expectación de lo que pueden decir las víctimas: La Piel contra la Piedra, de Julio Médem, alcanzó una notoriedad insual en un documental y tuvo en la boca de los medios el "conflicto" vasco por semanas. La crítica contra la película (a mi juicio demasiado "Elkarri" en sus conclusiones implícitas y poco profunda en las raíces históricas del problema vasco, pero un autor de documental tiene derecho a defender una tesis) fue en muchas ocasiones excesiva e injusta: pocas veces personas del resto de España se han detenido a ver que hay vascos que dicen querer ser sólo vascos con toda naturalidad, es la primera vez, que yo sepa, que se ve el testimonio de una torturada, las declaraciones (terribles, injustas, a veces insultantes por concepto) de los familiares de los presos de ETA, todo eso deben ser cosas conocidas para emitir juicios. Cerrar los ojos no hace que no existan. También las víctimas tenían su testimonio: no salió, dijo Julio Medem, aquél que no quiso salir.

Así el Partido Popular boicoteó la película de Medem. Salvo un concejal de UPN, la cinta quedó coja de argumentos del partido que más ha padecido la fuerza de las balas. Quizá por su propia persecución del contenido tuvo más notoriedad. Por eso me asombra que ahora no exista la misma movilización para dar a conocer el sufrimiento y la tragedia, el absurdo, el abandono y hasta la persecución social con el que han convivido estas personas que ni siquiera tienen deseos de venganza, es asombroso lo frío que puede resultar el análisis con el que se enfrentan a algo que no pueden olvidar: "para poder perdonar, primero te tienen que pedir perdón", dice uno de ellos.

Mayte Pagaza dijo algunas cosa importantes en la introducción: solicitó que la película se exhibiera en los colegios vascos, afirmó que, después del trabajo de Arteta, ya no se puede decir ni catalogar que las víctimas son víctimas del "conflicto" (en la película, se habla de asesinos, a mí me subleva la expresión "violencia") y terminó diciendo que, gracias al filme, ya no se puede perder la memoria histórica.

Anoche se efectuó en Madrid el preestreno de Trece Entre Mil, un documental de Iñaki Arteta sobre las víctimas del terrorismo de ETA. Creo que es bueno que acudan a verla y juzguen ustedes mismos.

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