sábado, noviembre 26, 2005

Ni Chetniks ni Ustachis: el seny de Carles Puigdemont (y IV)


Termino con la serie dedicada a Carles Puigdemont. Insisto en lo sencillo y claro de su blog, muy interesante para entender los puntos de vista desde la vida cotidiana catalana. Hoy nos toca el "contra Catalunya".

“¿Afirmar estas cosas es ir en contra de Cataluña?”

Depende de la forma como se afirmen. Si para afirmar estas cosas se dice, como Jiménez, que “este gobierno sólo habla con terroristas, homosexuales y catalanes”, hay un intento de situar a los catalanes y a los homosexuales en la misma categoria moral que los terroristas, y ello es una acción claramente contra Catalunya. Por no hablar de la broma sobre la oportunidad que tendremos “los catalanes” en genérico de “gasear” a los españoles después de la OPA.
No se puede hablar con toda normalidad de un “gobierno nacionalsocialista” en Catalunya sin que se situe a Catalunya entera (que es la que ha permitido la existencia de este gobierno) en el mismo plano de responsabilidad que el pueblo alemán que aupó al nacionalsocialsmo y toleró o apoyó sus atrocidades. ¿Cómo alguien no puede sentir que se va en su contra si lo sitúan en el mismo nivel moral que a los mayores asesinos de la historia europea?

Es una equivocación sostener que cualquier crítica a decisiones, acciones, etc, de catalanes es ir contra Catalunya, pero también lo es no reconocer que hay opiniones que son ataques frontales a Catalunya y a los catalanes. ¿De dónde viene, sinó, el odio que expresó un aficionado al Real Madrid ante las cámaras de TV3 cuando criticó que el Bernabeu aplaudiera el Barça hablando de “estos putos catalanes”?

¿Este señor no iba contra Catalunya? Claro que sí que iba. Y muchos comentarios de Jiménez se inscriben en la estrategia de fomentar odio a lo catalán. El boicot a los productos catalanes que Jiménez ampara con su comprensión y redifusión en su programa: esto es fomentar el odio y la xenofobia.

Hablando de boicots quiero añadir una reflexión más. Se dice que los catalanes partidarios de consumir productos etiquetados en catalán empezaron con esta estrategia. Es falso; basta vivir en Catalunya para percatarse de dos diferencias básicas: la primera, hay una campaña que dura años para fomentar la compra de productos etiquetados en catalán, pero esta campaña en ningún caso ha discriminado los productos por razones étnicas o territoriales. Yo puedo consumir un producto elaborado en Madrid que entre las muchas lenguas de su envoltorio tenga el catalán, y no consumir uno elaborado en Camprodon que excluya el catalán de la relación de idiomas. Un detalle: mi móvil es Siemens, que patrocina la camiseta del Real Madrid (soy culé). En Catalunya hay, que yo sepa, almenos dos fabricantes de móviles, pero ninguno de ellos, a diferencia de los Siemens, ofrece la posibilidad de tener el menú en catalán.

Ofrecer alternativas a productos que no estén etiquetados en catalán no es ningún boicot, sinó una opción de grupo, como lo es para determinados colectivos consumir carne de animales sacrificados de cierta manera. Son opciones culturales, que no van en contra del otro (nadie, absolutamente nadie, reclama que no se etiquete en otras lenguas) y que, sobretodo, no generan ninguna campaña que persiga castigar a todo un pueblo. Lo siento, pero creo que deberían aparecer voces muy claras de los españoles sensatos alertando de la deriva xenófoba que tiene este boicot: las pintadas contra comercios de productos catalanes en Madrid es un aviso que recuerda los episodios macabros de la alemania nazi. Y los catalanes somos destinatarios de toda este odio.

El odio no sale por generación espontánea. Si un político o un comunicador catalán se pasa (como le ha ocurrido recientemente a ese juez) hay reacciones virulentas que tienen consecuencias. Carod ya no es Conseller en Cap y ese juez ya no escribe más en 20 Minutos. ¿Me puedes señalar cuándo ha sucedido esto en Madrid?

Por tanto, en este contexto me parece que los ataques a Montilla no son simplemente eso, sinó que son piezas de una estrategia mucho mayor con finalidades ocultas pero perfectamente identificables. Y que sus consecuencias las pagamos todos los catalanes. Con cambiar de emisora no es suficiente. Lo hicieron en Bosnia pero no sirvió de nada: un día descubrieron que sus vecinos serbios les odiaban como nunca lo habían imaginado, y ya fue demasiado tarde.


Réplica: Sobre el odio, ya hemos hablado. Hablemos de la animadversión. Yo creo que más bien la gente que desprecia lo catalán o que "insulta a Cataluña", lo hace por dos razones básicas. Una, porque lo que no le gusta es el catalanismo o el nacionalismo catalán. Otra, por los estereotipos sociales que se han construido en este país, que van desde el desprecio a la cultura catalana hasta la visión del catalán como pesetero y obsesionado por el dinero. Así, el ejemplo del futbolero es un mal ejemplo. En mis frecuentes viajes desde mi adolescencia a Cataluña siempre me he econtrado esta paradoja: en Cataluña siempre me cuentan la historia de uno que fue a Madrid y le rayaron el coche porque tenía matrícula de Barcelona. En Madrid, siempre hay uno que me cuenta la historia de aquél otro que le rayaron el coche en Barcelona por ser matrícula de Madrid. Seguro que casos hay, pero yo no he conocido ninguna persona a la que verdaderamente le haya pasado una cosa y otra. Vivimos en exceso del tópico y el recurso fácil sobre catalanes y madrileños: mejor no te cuento lo que puede decir la afición del barcelona sobre la madridista y con qué grado de inquina. En general, la animadversión futbolera de la afición del Barça con el Madrid suele ser superior a la de los madridistas con la contraria: tiene razón de ser, el Madrid ha ganado más, con mucha polémica, y eso ha generado frustración histórica, sin contar con aquéllo que decía Vázquez Montalbán, que el Barça es el ejército simbólico de Cataluña: en la diana sociológica.

Llegados a ello, hay una pregunta obvia, ¿por qué con este desprecio cultural mutuo existe tanto empeño por parte de "los españoles" por insistir en la unidad política? Digo lo mutuo porque Cataluña también está repleta de prejuicios sobre Madrid, España, los madrileños o los españoles. Se ve Madrid como una ciudad repleta de fascistas, de gente rara y que no trabaja, preocupada constantemente por arrebatar bienes y beneficios para los catalanes... Qué cansino. Pero es una buena pregunta a los que se quejan del nacionalismo catalán, si tan poco te gustan ¿por qué quieres vivir con ellos? Cierto es que hay mucho "castellano" que te dice sin complejos, "que se vayan, a mi me da igual", y cabe recordar las palabras de Miquel Roca cuando fracasó la operación reformista y se atribuyó a su oposición a presentarse como número uno de Madrid: "Debería ser al revés, habría que preguntarle a España por qué no se puede ser presidente del gobierno presentándose como número uno de la lista de Barcelona".

Con todo ello, mi percepción es la de una cierta tendencia a interpretarse toda crítica al nacionalismo catalán o las políticas catalanas como un ataque frontal contra un país. No sé dónde leí que Pujol o algún miembro de Convergencia (¿o era el PSC?) proponía que los chicos en el colegio cantasen canciones patrióticas. A mí eso me recuerda a la posguerra española y los chicos con el brazo en alto, qué quieres que te diga. ¿Criticar el nacionalismo es cargar contra Cataluña? La defensa habitual es la de "usted es nacionalista español", pero qué tal si no lo soy, o qué tal si lo soy y, efectivamente, doy con los males de todo nacionalismo, "los nacionalistas personalizan la tierra, la transforman en un sujeto del cual los hombres que la habitan son mero atributo; por eso los derechos individuales son subordinados a la soberanía nacional" que dice Juan José Sebreli. Ilustres nacionalistas catalanes (Duran i Lleida, Rubert de Ventós) suelen decir que se trata de conseguir la soberanía precisa, especialmente en cuestiones culturales, para dejar de ser nacionalista. Es lo mejor que se puede decir de lo mejor del catalanismo histórico, esa serenidad casi tópica sobre el carácter del país. Pero no por ello está libre de lo peor de la mentalidad nacionalista.

Y nos queda la cosa del boicot. Estoy en contra. Pero creo que si desde las filas del catalanismo verdaderamente se pretende una unión política con España, deben aprender a juzgar los sentimientos de la población con la que tienen que convivir, porque digamos que las cosas no están muy bien comunicadas (y muchos se encargan de deformarlas) y si se pretende disfrutar de las ventajas - que alguna tiene - de vivir en España, algunos precios debe tener la cohesión. ¿Los de ahora son excesivos? Eso hay que resolverlo, pero precios tiene que tener: si la gente se siente ofendida porque piensa que Cataluña quiere jugar con ventaja... pues surge el boicot. Todo se ve distinto desde fuera. Justo o injusto, hay una raíz seria en el boicoteo. Puede ser ingrato porque existen motivaciones históricas y personales que hacen que los catalanes se sientan dados de lado por centurias, pero no podemos vivir de las guerras de nuestros antepasados. Siempre he defendido que hay que resolver de una vez por todas si queremos que el estado sea federal, confederal, autonómico o, simplemente, que no sea, que cada uno vaya por su lado. Un referéndum dicen que dividiría, yo creo que nos pondría a todos en nuestro sitio y nos haría respirar.

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