Esta es una corriente de pensamiento inconexa, puede que puro psicoanálisis, una delicia para mis seguidores enamorados de mi propia inconsistencia y debilidad, el producto de una tarde-noche larguísima de concienzudo trabajo profesional y un ambientador en forma de emepetrés: que me tropiezo con fósiles vivientes y se me mueven los rescoldos de una memoria antaño prodigiosa (buh, bah, al menos sorprendente para los vecinos), y doy con Gabriel Celaya disfrazado de Paco Ibáñez que se desgañita diciendo España, en marcha, una terminología de lo más marxista como es propia de un comunista de toda la vida, aunque fuera capitán de gudaris de Bizkaia (así, en legítimo euskara) y me da por pensar la panda de torpes que son los españoles, que sólo unos son españoles y otros sólo tienen pasaporte:
Nosotros somos quien somos. ¡Basta de Historia y de cuentos! ¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a sus muertos.
¿No querían himno, no querían letras? Ahí tienen, el tipo más español del mundo, vasco de Hernani, comunista y republicano, la antiespaña y la antieuskalherría toda a una como en Fuenteovejuna. ¿No es la nación poesía, mito y emociones? Ni leyenda saben encontrar estos españoles de sus propias tripas: vendrán a decirme que me envuelva en banderas y que ame al rey católico, al borbón y al marido de Isabel, tanto monta, monta tanto, y me dirán que me sienta orgulloso de la patria y de sus memorias y yo les contaré que la memoria me dice que era la boca de Luppi en Un Lugar en el Mundo la que decía que la patria era el sitio del que no te quieres marchar, y que yo no quiero salir de mi cocina.
Españoles con futuro y españoles que, por serlo, aunque encarnan lo pasado no pueden darlo por bueno.
Cerrad - otra vez - con siete llaves el sepulcro del Cid, tirad por la borda el Valle de los Caídos y la peluca de Carrillo, la sangre de Paracuellos y la checa, la foto de Marcelino Camacho con el jersey de cuello alto - mientes, y tu lo sabes - y olvida ese rato en el que fuiste comunista sin saber por qué. Sesentones: no podéis ganar la guerra que perdió vuestro padre. Cuarentones: cantabais vamos a la cama con el parkinson de Franco. Veinteañeros: ni imagináis lo que era esto, qué mierda contáis de la dictadura.
Cantad, cantad, malditos. Volved a ver Tierra sin Pan y las películas de Martín Patino y decidme que no sentís que son angustias arrancadas del pleistoceno para sumergir en frascos de formol con una etiqueta que dijera "monstruo extinto, sin necesidad de salvarlo del calentamiento global": tótems y batallas de abuelos mentirosos, o demasiado avergonzados, o muy desengañados, o muy carentes de justificación. Os quedan por despeñar la ciudad de Cádiz pintada con colores luminosos e ilusión revolucionaria, el nieto del árbol de Guernica de verde tierno y sin sombra para los junteros, la retórica estética del regodeo en el modernismo. ¿Para qué? Para nada, para tener la fiesta en paz.
(esta noche hablaba con Nueva York, ayer con Los Ángeles, con un uruguayo casado con una belga, que tiene un socio gringo, que tiene un padre en Texas y una familia rica, que han echado a un judío errante que ha dilapidado su fortuna, que ahora recorre Etiopía en busca de café y no del Rey Salomón, que se llevó un pedazo de mi prestigio, y yo le contaba al uruguayo que conozco un tipo en Sevilla que tiene algo que podemos llevar a San Francisco y él me dice que ha fabricado un gadget que seguro que funciona entre latinos, que dice que es lo que es él, y que hay tipos que cambian el mundo sin habérselo propuesto y sólo se han entrenado en matemáticas sin muertos que vengar)
"La vicepresidenta del Gobierno, María Teresa de la Vega, ha vuelto a reñir a los altos cargos que forman parte de la Comisión de Subsecretarios, órgano que tramita los asuntos que cada ministerio eleva para su aprobación por el Consejo de Ministros. La vicepresidenta criticó la lentitud en la gestión de determinados temas y la falta de proyectos de impacto para vender tras las reuniones semanales del Ejecutivo."
¿Quién manda aquí?
¿Es reconocer la evidencia de la insubstancialidad?
(por cierto, es tan entretenido que hay hasta una invitación descarada al spam y una clara fe en el móvil, lo que no es de sorprender)
(parece ser que la cuestión del progresismo se reduce básicamente a esto, a ser mu sensible y gritar poco; qué habrá sido de la retórica antiimperialista, la lucha de los descamisados, la tierra para el que la trabaja y todo eso que llenaba de furor y creaba pechos henchidos)
(en realidad, sí lo comprendo; todo es mucho más parecido a Asís que a cualquier otra cosa: un mundo de ovejitas paciendo y la búsqueda de la salvación eterna: salvemos las nieves del kilimanjaro, libremos nuestras almas de la tentación de hamburguesas grasientas y llenemos el mundo de excursionistas a los que ahora se llama cooperantes: esto ya lo hacían los misioneros pero, al menos, se quedaban)
Mientras continua el proceso de invención de nuevas cruzadas con aspecto de burbujas, las civilizaciones aliadas, la publicidad de mujeres liberadas, mamás cobrando cheques por sus bebés, la recreación del paraíso verde y hay que ver lo bien educado que soy, el mundo sigue ahí fuera.
Spain’s Socialist prime minister, José Luis Rodríguez Zapatero, squandered political capital in his first term fighting anachronistic “culture wars” with the Spanish right.
No es frecuente medir la madurez de un país, una comunidad o como quieran llamarla por el nivel de su debate. Albert Rovira, ese proscrito, decía el otro día, más o menos y de memoria, que un país no puede levantarse cada mañana preguntándose lo que es. Tiene razón, por eso lo que debemos hacer es preguntárselo de una vez a ver qué nos cuenta. Con un poco de suerte alguien consigue que se debata sobre quién hace qué o si lo hago yo todo en vez de preguntarnos sobre los tejidos del traje mortuorio de Rafael Casanova. Esto ya es un nivel de debate.
¿Podría ser éste el listo que sepa debatir sobre los sectores públicos que nos asolan? Mientras llega, debemos decir que por lo menos nos lleva hablar de una serie de cosas que nunca le he visto comentar a José Luis - una quimera, se dejó la segunda tarde - ni a Mariano - ¿alguien sabe si se encuentra? -. Los informes de competitividad padecen de esa cosa que son las elecciones inevitables que hay que hacer cuando las cosas no son tan medibles como uno quisiera, pero tienen el encanto de marcar tendencias. En realidad, tampoco nos cuenta nada que no sea lo de siempre, el mundo encantado de los PIGS, que no son cerdos, sino portugueses, italianios, griegos y españoles, esos spaniards. Interesante: si medimos competitividad global, la cosa nos une mucho. Si hablamos de entorno de negocios, digamos que se suben enteros y esta cosa en la que residimos se aleja de los otros chanchitos.
Aquí explica por qué la economía norteamericana y la Suiza son las más competitivas del mundo. No llega a comentarlo, pero justo detrás de estos están los escandinavos que ofrecerán casa y comida en la jubilación a Mapuche. Por los servicios prestados.
Una postalita final: "The next government therefore urgently needs to revamp Spain’s antiquated education system to prepare for the changes ahead." Mientras andamos con la burbujita de la educación ciudadana, Esperanza monta enseñanza bilingüe - en inglés, y no sabemos si con recreos o no - para todos. ¿Se ve o no se ve lo del nivel del debate?
Aunque sólo sea la promesa del paraíso venidero o el estado de angustiosa búsqueda de Arcadia felix. Tropiezo con unas frasecitas de Josu Jon, el caído que nadie sabe por qué ha sido, que debo suponer que están bien reflejadas si esa vieja práctica del periodismo que es reproducir un boletín de agencia se hace con la menor creatividad posible, aún tratándose de un medio con propensión a la recreación:
...el PNV no debe ser solamente un partido nacionalista y ha insistido en que "no puede ni debe olvidar que el humanismo es otro de sus grandes valores, con la prevalencia de los derechos individuales de las personas ante cualquier otro valor o derecho". "Porque como decía Irujo -ha agregado- el fundamento de todo derecho es, en primer lugar la persona, y no las instituciones o la patria.
Esto, señores, plantea un problema teórico del carajo, porque si los derechos individuales están antes que las instituciones o la patria, ¿has dejado de ser nacionalista?. Seguramente, sí. Si te lo crees. ¿Cómo haría entonces un partido que se llama nacionalista y que se apellida vasco para mantener su coherencia? Una solución es echándote a patadas.
Curiosamente, el partido que mejor antagoniza lo que es esa iglesia conocida también como el partido de dios y las leyes de la tradición, ya saben a cual me refiero, tiene como apellido de sus órganos directivos la palabra nacional adosada sin ningún tipo de prejuicio. Es la curiosa coincidencia que mantienen los antagonismos al elegir su etiquetaje. Arriesgadas declaraciones las mías, pues seré atropellado al grito de equidistante.
Alguno se frotará las manos pensando en que Josu Jon se convierte en bueno para dejar de ser malo. Claro, eso depende del concepto de bueno o malo que se tenga. Porque si bueno es el que rectifica sobre la patria elegida, tengan cuidado con los aplausos: si se es libre para estar por encima de la patria, quiere decir que uno puede elegir la patria que le convenga no la que le impongan, sea ésta una elección íntima o una elección de muchos. O en otras palabras que suelen causar una cierta repugnancia, a pesar de su pulcritud, entre abanderados de la libertad: si tengo derecho a elegir zapatos, si tengo derecho a elegir comerciar con Ruanda, ¿por qué no tengo derecho a elegir sector público, más allá de elegir residencia? Va a ser que sí, que es bueno.
(Calentura intelectual: podemos reinventar el estado y llamarlo estado flexible. Uno que engorda y adelgaza a conveniencia de las circunstancias, que elige proveedores pero que no produce, que puede cambiar la asignación de sus servicios de una autoridad legítima a otra sin más que un apunte informático, uno que desmenuza sus prestaciones de forma que, en el colmo de la racionalidad, lleve a sus votantes a elegir que su educación en Calahorra se la lleve la Comunidad de Madrid, que no lo está haciendo demasiado mal, y que su gestión urbanística se la lleve el Ayuntamiento de Vitoria, que tiene buenos éxitos. Uno, por ejemplo, que pueda hacer simple decidir que hoy soy Castilla y León y mañana León sólo y Castilla sola y que pasado mañana permite ser León y Castilla o Asturias y el Ampurdán. O el Milanesado con el Algarve. O mi barrio con Lisboa. Desprovistos de patrias, los políticos, esos nuestros representantes, pueden dedicarse a adquirir legitimidad y especialización. Esto, seguramente, le recordará mucho a Mapuche a sus redes sociales. En definitiva, es lo que es. Y eso entronca también con la dualidad de las identidades digitales y las físicas. La búsqueda de ideas presuntamente nuevas tiene sus posibilidades e inconvenientes operativos para descubrir que trae nuevos/viejos problemas. Pero eso no es lo importante. Lo imperecedero es que, después de todo, hay puntos esenciales que son los mismos: ¿están los derechos individuales por encima, si es que existen, de los colectivos?)
¿Es el asombro una manera de proclamar una traición? ¿Puede verse la realidad, si se quiere tener ciertos visos de afrontarla, como el cuento de Vellido Dolfos? ¿Asombróse un portugués de que en Francia todos los niños hablan francés?. Muy serio, el periódico italiano de Pedro José intitula de esta guisa: "Escándalo silencioso". Nada menos que una sorpresa de este calibre:
Los libros de texto eluden en Cataluña y el País Vasco la palabra 'España'
Sin duda, motivo de asombro. La única verdadera razón para frotarse los ojos es que, no sé cómo decirlo, ¿el centro, los españoles, la meseta, la escandalera madrileña? se perpetúen en flajelarse - y van treinta años de corrido - con la realidad que te da de bruces. "La consagración del avestruz" sería un buen título para un libro de historia que destripara el pensamiento político/territorial/folclórico de socialistas y populares, en comandita con periodistas pontificantes, de todo esto que empezó con poemas de Miguel Hernández y canciones de Serrat. Quizá, me diga Mapuche, que debiera más bien ser el título de mi primera novela masoca-satírica del mundo en que vivimos.
Puede que en la ignorancia y ausencia de literatura adecuada en los primeros años de esta generación constitucional (que treinta años no son nada, un soplo, una anécdota) pueda justificarse el grito en el cielo. Pero no querer darse cuenta ahora de que la razón de ser de partidos que se proclaman nacionalistas es construir naciones alternativas, y que suelen ganar sus elecciones o, porque puede que no sea lo mismo, el gobierno de los sitios que llaman proyecto de país, escenarios de sus reconstrucciones y motivo de su fe, resulta simultáneamente mediocre y cansino.
El escándalo viene acompañado de reacciones furibundas: antiespaña, traiciones, recuerdos del guerrero del antifaz, vocabulario mordaz y mendaz. Las personas reflexivas y educadas suelen llegar, todo lo más, a aferrarse al noble y sin duda legítimo cuerpo teórico que organiza la igualdad ante la ley, la nación, la discusión jurídica de los conceptos de soberanía y autodeterminaciones. De ahí se pasa a la indignación y hasta el goce intelectual de descubrir la terrible pobreza del argumentario ideológico-teólogico-teatral de respetables señores que parecían otra cosa. Pero no se repara en que nada cambia el fondo de las cosas y que la verdadera cuestión es la definición de todos.
Hay quienes consideran hablar de la cuestión de todos como un dar la razón al argumento metafísico. Ahora que Pujol es un jubilado famoso y comienza a publicar sus memorias, aparecen párrafos del pensamiento profundo: es curioso ver cómo hombres inteligentes se aferran a juguetes intelectuales tan primitivos. No es el único. Lo peor es hombres mucho menos inteligentes aferrados a los mismos juguetes primitivos. Déjenme que anote, porque aquí, en este todos, siempre hay que puntualizar y poner más de un ejemplo so pena de ser sospechoso, que el argumento vale para Josemari: pueden ponerlo según su gusto en la categoría que quieran, la de los inteligentes o en la de mucho menos inteligentes.
Son precisamente esos juguetes primitivos los que, con su hedor apestoso, nublan la evidencia y no permiten diferenciar el mal olor de la cuestión esencial, la que no tiene cuestión ninguna: que de lo que se trata es de hablar, quizá sólo hablar, tal vez decidir, de quiénes somos todos. Al negar esa posibilidad se le llama tabú, y los tabúes son elementos metafísicos tan apestosos como los argumentos esenciales (de esencia) de quienes te dicen que ellos no son del mismo todos. El escándalo es el síntoma de la violación de un tabú y los tótems no son más que postes que quedan descoloridos por la lluvia y derribados por el tiempo.
(P.D.: por provocar... ¿si Vellido Dolfos fuera un cuento catalán tendríamos a Carod subvencionando cómics del asunto? A ver si me pillan por donde voy, que me juego que no)
En las crónicas anuncian que Manuel Marín deja la política para dedicarse a la lucha contra el cambio climático. Es el síndrome Guevara. Uno, dos, tres, mil Viet-nam confundiendo el culo con las témporas y jugando a dios. Es el síndrome de Cruzada, el del Milenio, el de Alonso Quijano. Malthus y el Apocalipsis en tu jardín.
(ideas en formol: la enésima destrucción del mundo. Ya lo hemos vivido, Marín también, cuando la bomba hache era el anticipo de la desaparición y llenábamos las calles contra los misiles que apuntaban a la URSS pero no contra los que desde Rusia apuntaban la plaza de tu pueblo: qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS, decía la tonada. Las armas atómicas siguen ahí, son más peligrosas que nunca, pero los tornados son mejor causa para volver a llenar las aceras que los controles de seguridad de las bombas)
Literarias, se entiende. Chiaroscuro: Luces y sombras del siglo XXI. Aquí: Noches Confusas en el siglo XXI. A la búsqueda de la iluminación. Desde hoy pongo la casa de Irene a la vera de estas páginas (eso de los enlaces que se recomiendan). Paladeen.
Es una sentencia que sólo me produce interrogantes:
Así, reivindicó el supuesto derecho de los vascos a no sentirse español e incumplir por ello la Ley de Banderas
Ah, ese maldito Ibarreche, martillo de españoles. El lehendakari de los vascos y las vascas vascos y vascas de verdad, se lo pasa en grande vacilando a sus enconados rivales, el Partido Popular, con el entretenimiento y la picadura de las banderas. Él no la pone. Ni la va a poner. Azkárraga tampoco, no tiene dinero, dice. A mí, de entrada, me surge una duda: ante el hecho evidente de que el gobierno plenamente constitucional de los vascos- es un dato real, quiera o no quiera el PNV - opta constantemente y desde hace años por la desobediencia civil, ese mismo mecanismo que condujo a Ghandi a arrancar la independencia de la India, como medio de relación con el resto del cuerpo constitucional de instituciones, ¿tienen sentido las proclamas escandalizadas ante la realidad, ante lo más honesto que ha hecho nunca el PNV desde que es PNV, que no es otra cosa que decir que no son españoles y la claridad con la que ha dejado de cooperar en toda su historia con la democracia en España buscando únicamente la supuesta - esa, sí - soberanía foral?
Por eso líneas de periódico como las que cito me resultan entrañablemente torpes, sorprendentemente ingenuas. Libertad Digital, que me suele parecer que no publica noticias sino versiones editorializadas de las noticias, es el medio que presenta en su entradilla - es decir, texto noticioso - esta valoración de la honradez verbal del lehendakari. Desmenucemos las palabras críticas: "supuesto derecho de los vascos a no sentirse español". Bien, me parece que en el derecho no se ha establecido ninguna obligación de sentirse español, ergo es evidente que no existe el derecho a no sentirse español. Ya, ya sé que me van a decir que se dice con la fina ironía de mostrarle al señor Ibarreche que no tiene argumento legal para oponerse a la ley. Pero en ello subyace una proposición muy limitada, un ardid para consumo de leales: ¿supone algo el razonamiento para cualquier vasco o vasca que no se siente español? Nada. Es tan trivial como la aspiración de Mariano en su discurso apolillado de presentar la bandera española como la bandera de todos. El hecho es que sólo lo es jurídicamente. Toda la argumentación es un regodeo para autosatisfacción de los seguidores, no un rosario de propuestas para quienes son los verdaderos destinatarios, aquéllos en que es evidente su rechazo de la identidad española.
Y esta es la cuestión: el sentimiento de ser parte de una comunidad, el de creer que se es acogido por unos símbolos, no es materia de ley, es imposible determinar por textos legales lo que debe sentir la gente. Todo el argumentario nacionalista de cualquier especie, incluido el español, se basa en creencias, mitos, deformaciones de la realidad, emociones, canciones e himnos; recuerdos obtusos y noticias históricas que se miran con filtros coloreados para sacar ventaja; constructos ideológicos que sacrifican la voluntad de los vivos para sometarlas a una supuesta idea del pasado que tiene que ser reconstruida y rehabilitada y que mira con sospecha, cuando no con inquina y venganza, a quienes no encuentran por ningún sitio la necesidad de participar o construir ese edificio. Lo único que tiene garantía de no ser falaz y oportunista son los sentimientos. Eso es fe, religión. Es elegir un equipo de fútbol: sentir la camiseta, ese reproche que se le hace al futbolista no entregado, al galáctico que trabaja por un sueldo astronómico, jugadores rápidamente tachados de mercenarios si no se identifican con los colores: La tragedia es que no es obligatorio, ni obligable ni desmostrable. Simplemente, es. Pedirle a un jugador brasileño que le importe más la camiseta del Real Madrid que la canarinha es pedirle peras al olmo.
Pedirle a un militante del PNV que se sienta español o que abandone la creencia de que los vascos tienen una soberanía originaria que, entre otras cosas, permite a algunos tener el argumento moral que disculpa, explica o atenúa, por ejemplo, el sufrido valor patriótico de los asesinos (Xavier piensa que es muy jodido ser terrorista, hay que imaginarse lo jodido que es ser víctima) o, también por ejemplo, que acepte la Constitución Española, que dice otra cosa, es pedir peras al olmo. Es contrario a su camiseta y sus sentimientos. Luego existe un problema político que se manifiesta en el número de votos que, una y otra vez, los que tienen otra camiseta obtienen y que no paran de insistir en que quieren otra ley. Para ser escuchados, recurren a la desobediencia civil. Queda el argumento de la moralidad de su empeño al ser simultáneo a la existencia de un chantaje en forma de pistolas, pero una vez cesado, si es que cesa, el matonismo ¿cambiará por algún motivo la filiación de los sentimientos?
Él dice que va a hacer un referéndum pasándose la ley por la piedra. Obsérvese que ni siquiera apela al mecanismo constitucional de reforma para solicitar los cambios, una forma de decir que no acepta la validez del instrumento pues, sostiene, porta una soberanía anterior. ¿Se le va a meter en la cárcel? ¿Se va a poner fuera de la ley a todos los que no izan banderas o se va a poner por decreto lo que hay que sentir? ¿No es la democracia un instrumento para tomar decisiones sociales y canalizar los conflictos colectivos? El miedo a usar la misma democracia, y no me refiero al aparato legal, para defender la camiseta contraria o para superar el hecho de que la ciudadanía tenga que ser un problema de camisetas resulta muy significativo de la naturaleza del asunto: si a los sentimientos sólo se oponen decretos me parece, con toda franqueza, que no merece la pena.
Hasta hoy, todos los que ingenuamente han querido, aplacar, solventar, cerrar el problema creado deliberadamente por lo que llamamos nacionalismos lo han hecho desde una perspectiva centrada en la reforma de leyes secundarias (un estatuto o un presupuesto son, al final, secundarias desde esta perspectiva), en la esperanza de que la cantidad de discrecionalidad que tienen en su mano los gobiernos de los que no se sienten - aunque sea parcialmente - españoles termine por eliminar el conflicto. La realidad ha demostrado que el conflicto es más enconado y deprimente 30 años después de la muerte del general que en vida del gallego de Ferrol. Reducirlo a traidores y miserables, a bajar la condición de quiénes no ven en Cádiz, 1812, la fuente de razón, legitimidad y verdad política, es de una pobreza intelectual que conduce a la depresión. Si no fuera porque siempre les queda Noches Confusas.
(momento en el cual suena una fanfarria para hombres corrientes, póngase en su emepetrés a Aaron Copland y disfruten de este blog)
Condenados por injuriar a la persona del heredero y su amada esposa, los señores de El Jueves autores de la fechoría han de pagar la terrible cantidad de tres mil euros. Sale barato injuriar a la monarquía, uno se pregunta para qué tanta ley. El fuero, y no el huevo, dicen. Manda güevos.
Yo espero que apelen, hasta el fin del mundo. Al Supremo, el Constitcional, Estrasburgo y lo que haga falta.
Como yo me autoinculpé, anuncio aquí mi compromiso de remitir un cheque o transferencia a los dibujantes condenados por una cantidad que considero alícuota a mi incriminación. ¿Diez euros les parecerá bien? Supongo que entre muchos, sumando diez euros, podemos hasta ayudar a pagar los abogados.
¿Puede alguien decirme dónde se les escribe? (en la web del jueves no encuentro forma de contactar)
Con la verdad por delante y con toda franqueza: no estoy seguro de que este artículo tenga finalidad alguna, y hasta desconozco su temática, propósito, final y hasta no sé si tiene principio. Es un impulso producto de que el misterioso tejido neuronal que dicta mi vida dice "escribe", y yo siento que quiero hacerlo. Simultáneamente no tengo apetito de llenar folios. ¿Recurro a la escritura automática, ese mecano de tu abuelo abandonado en el desván y que maravilla por lo antiguo y no por lo que hace?
No más - argentinismo, creo que peruanismo y otros muchos ismos - tengo colgadas de esas neuronas autónomas unas notas amarillas como las que se pegan en la pantalla del ordenador a modo de recordatorio y que, en el fondo, no responden más que a nuestra ilusión de querer o parecer ser ordenados, puede que hasta eficaces, y que calman también esa querencia por el aroma a papelería, una patria infantil como otra cualquiera, que respiran todos los productos de escritorio.
En amarillo: ¿no es maravillosamente tonta la bravuconería y la ignorancia de Chavez? Ese dedo en el ojo es la confirmación que esperaban - el dinero suele ser muy eficaz y miedoso, yo creo que no dudaban - de que no merece la pena y no es posible invertir un sólo duro en el país de Rómulo Gallegos (conviene identificar Venezuela con lo que tiene de bueno). Yo digo que los arruina, Hugo, no Chávez, sino el refugiado en Frankfurt y que comerá paella conmigo gane o pierda, piensa que no. Yo creo que es cuestión de tiempo: por supuesto, en este proceso, el que está pillado allí con sus dineros iniciará el habitual proceso de succión de partes pudendas que suele entrañar la existencia de un poder arbitrario si uno quiere sobrevivir. Pero debe recordarse que la succión no deseada de partes pudendas no es más que una forma de prostitución: la corrupción campará a sus anchas para comprar voluntades arbitrarias y evitar naufragios. La corrupción contaminará los cimientos de cada institución que ostente una prebenda porque sólo podrán hacer negocios corruptos y con corruptos. La otra cuestión es que el dinero local debe estar huyendo a mansalvas. Corrupción, inseguridad jurídica, fuga de capitales, ausencia de inversión en el país. Esa letanía latinoamericana que vuelve una y otra vez. El petróleo y los funcionarios no pueden con todo, como bien sabe ya Raúl Castro, el administrador de la ruina un poco más al norte.
Otra cosa amarilla: la sutileza de la monarquía católica que no se divorcia, pero que hace público su desencanto. Los tiempos son diferentes, Sofía y Juan Carlos son dos profesionales que ya no volverán: no conviven, pero qué más da, la obra de teatro continúa. El heredero se casa con una divorciada. Los dibujantes les sacan en pelotas y les condenan. Adiós al glamour, adiós al plural mayestático, adiós a la ceremonia. Si el rey no sabe callarse (no puede, después de todo is only human), lo poco de majestad, tronío, nebulosa, magia y cuento que quedaba se termina. No es un drama. Que una institución contraria al sentido común, la libertad y la igualdad se disuelva como un azucarillo - yo espero - hasta su extinción no es ningún drama sino una interesante evolución de la vida en sociedad.
Una última pegatina: qué mediocridad de clase política y de proyectos sociales. Vi retazos de Mariano en su entrevista con el llamado loco de la colina (¿sabe la gente que esto es de los Beatles? ¿sabía la gente que Crónicas Marcianas es un libro de Ray Bradbury?) y no pude dejar de pensar que es un buen hombre en el sitio incorrecto. No es un individuo mediocre, pero maneja conceptos mediocres por lo envejecidos, por la falta de osadía, esa renuencia a visitar los bordes del pensamiento y de las ideas, esa impermeabilidad a la vanguardia tan propia del conservadurismo y las clases populares españolas, todos tan temerosos de salirse del tiesto y ser tomados por extravagantes o locos. ¿Y qué me dicen de Izquierda Unida? Paladines de la democracia que hacen unas primarias cuyo resultado no es vinculante para sus apañados y amañados miembros de sus consejos ejecutivos o como quieran que los llamen. Qué miedo tan profundo en la psique española a la competencia, a la contrastación de la habilidad y el mérito sin red, cuántas excusas para evitar que los individuos se enfrenten como individuos a los demás y organizar clanes y cámaras que se reparten poderes y, lo que es peor, el patrimonio de la responsabilidad y la legitimidad. Gritan que son electos, y sólo son puestos a remojo en un refrendo de riesgo limitado - los amigos, siempre salen - que sólo puede ser alterado por algún inconveniente estadístico o por la vendetta del clan rival. Dirán que Totó Riina es un delincuente. Que lo es.
Y como no sé el final ni por qué empecé, así me retiro. Me contaron que la mujer de Haro Tecglen tenía casi que parar a su compañero porque se ponía a escribir y no terminaba y la columna acababa su espacio, ese concepto que los bits, amenazando a la física, han destruido para el texto, la imagen y el sonido.
Rebuscaré el texto que acierto a vislumbrar en mi memoria balbuceante: decía yo que José Luis no tenía o no había aprendido uno de los elementos esenciales del poder bien temperado: saber estar. Decía yo que, muy por el contrario, la familia Borbón en su conjunto, especialmente la ex princesa de Grecia que porta la mayor inteligencia de la familia, tienen ese arte aprendido en el comedor de casa.
El ejemplo era la constatación de que borbones todos, se duda de los cónyuges, tienen aprendido que son permanentemente observados cuando están en público y cada gesto, cada postura, cada tiempo medido, la fuerza de cada mano que se estrecha o la amplitud de cada sonrisa son mesurados por un público que escruta las interioridades del pensamiento de monarca, consorte y herederos. Tengo, incluso, la sospecha de que saben llorar deliberadamente aunque no sientan la necesidad. También tengo la creencia de que lloran cuando no les miran y por motivos muy diferentes a los que les hacen brotar las lágrimas en presencia de público.
La anécdota era algo de estirpe institucionalísima: Juan Carlos y Felipe uniformados, rígidos y con la mirada puesta de tal forma en la que nadie podría decir si miran a alguien ni que no miran al lector anodino del discurso. A su lado, José Luis era incapaz de prestar atención y desarrollaba todos los síntomas (eso que entusiasma a la gente que devora libros llamados del lenguaje no verbal en los que esperan entrenarse en esos secretos para seducir o robar) de no saber estar en los sitios. No era, a mi gusto, la primera vez. Debe decirse que esas cosas se aprenden con los cachetes y las frases en voz baja e imperativas que dirigen los padres a los niños díscolos en las visitas o a la hora de la misa.
Así José Luis mantuvo el tipo y defendió al fascista ese de José María. Rompo lanza por el primer ministro que abandona la categoría de aprendiz. Me sorprendo por el borbón nervioso que deja que la gente sepa lo que piensa por dos veces en dos meses: lo que piensa de Federico y lo que piensa de Hugo, las dos veces rodeado de micrófonos y altavoces. ¿Es la edad? ¿Es el aburrimiento o la soledad que produce ser soberano y estar siempre callado? ¿Es la hora de pensar en el retiro cuando se llega a la conclusión de que a estas alturas de una vida uno ya no se tiene que callar? Vito Corleone, anciano ya, le decía a su hijo Sonny algo que Fidel Castro sabe bien: que no sepan lo que piensas, no hay que confundir propaganda con estrategia.
Frente al jolgorio del ¡toma corte! que produce ver a Chávez reprobado, uno de esos seres que no pueden dejar de hablar nunca, que se oyen solos, que se cargan de razón y que ponen altavoces a sus gritos y obsesiones incesantes, yo prefiero la calma del primer ministro. En nuestro cainismo, llevábamos también casi al orgullo y al despedazamiento el hecho, no se sabe si intencionado, de que mientras el presidente de los Estados Unidos pagaba con dura moneda los desprecios del aprendiz, el ex primer ministro y sus edecanes se sentaban a merendar con los edecanes de Bush demostrando al orbe la realidad: que José Luis es - ¿ha sido? - un chisgarabís, chiquilicuatre incompetente y sin experiencia jugando al monopoly con el poder inesperado. Guárdense: el puesto hace mucho, son tres años ya y domina mucho mejor el ceremonial y las palabras: la insustancialidad es la misma, no en vano son tres años de una gestión poco habilidosa, pero va desapareciendo la abundancia de flores y pasteles de los seguidores de krisna para convertirse en un caimán de la propaganda.
Y debe decirse que José Luis se ha portado, seguramente por primera vez, como estadista al servicio de la ciudadanía defendiendo a un Jose Mari que, dicen los cronistas del periódico global en español, ha sabido agradecer lo que no fue capaz de hacer él con Jorge Arbusto de América: aquello tan esperable en patriotas de los de antes como right or wrong, it's my country y que por muy estúpido que fue José Luis no se puede contribuir a que un jefe de estado extranjero ningunee a tu primer ministro, aunque sea tan impresentable (es que es la palabra) como el portador de la zeta. Y, para terminar esta diatriba que seguro que entra en la categoría de mis entradas aburridas y que sólo me interesan a mí, debe decirse que el Borbón no estuvo en su sitio y se comportó como un colegial. Pero nadie parece decir que tendrá consecuencias en política exterior, como el no levantarse de la silla, y decir lo que no debes decir en visitas a colegios o pequeñas ciudades africanas en las que no se sabe si te escuchan.
(Oh, qué horror, diciendo cosas bonitas del enemigo, ahora me llamarán equidistante. Qué mala idea es enemigo)
Mal síntoma es que para que los representantes de los vecinos pongan una bandera en el balcón de la casa de la villa haya que tener ley.
Mal síntoma es que, existiendo la ley, los que tienen toda la obligación y ninguna excusa para dejar de cumplir las leyes no lo hagan.
Mal síntoma es que treinta años después la bandera que la ley exige que ornamente los consistorios carezca del interés popular para ser izada.
Mal síntoma es que dé toda la sensación de persecución el interés de tantos en que se cumplan las leyes y se icen las banderas.
Mal síntoma es que la resistencia obstinada a colgar banderámenes se dé, precisamente, en los pueblos y lugares donde elegir bandera tiene un significado público relevente y dónde no elegir precisamente una, adquiere otro síntoma que suele considerarse hasta respetable: el de la desobediencia civil.
Mal síntoma es el que los apologistas de la bandera no encuentren el estilo y no tengan el objetivo de convertir el símbolo en algo amado por los valores que despierta al verse y no por los temores y los rencores que, todavía hoy, recorren las espaldas de contadores de relatos y leyendas verdaderos y deformados.
(Hay arquitecturas, como los templos, que sirven para dar dimensión a palabras de la gente aunque sean un justificante de ilegalidad: «No podemos obligar a millones a sentir los símbolos». Alcalde socialista y de Vitoria que será, con suerte, encerrado en la cárcel de papel o, con mala suerte, quemado en la hoguera vociferante)
(Hay veces en que las palabras deben ser leídas con la curiosidad y mala sospecha de los abogados. Léanse mal, síntoma, sensaciones, sentir, con esa sospecha)
Este otro video de Hugo, es un monumento. Lo obtengo vía El Confidencial. En algún sitio he comentado que lo de el sancionador de las importaciones de whisky se parece a los primeros años de la revolución cubana. Amagar y no dar... todo a la vez. Por cierto, el video es del del 98 y puede comprobarse que ha engordado. Son cosas que pasan en el poder: siempre se come más (paga otro) y se camina menos (no dejas al chofer en casa):
(Supongo que todos saben de y han visto los noticieros en blanco y negro del 59 en el que Castro dice muy serio que él no es comunista. Raúl y el idolatrado Guevara no tenían esos complejos. Norberto Fuentes en su segunda parte de la apócrifa Autobiografía de Fidel Castro hace un apasionante relato de cómo se forjó el engaño para ganar tiempo. Son mil quinientas páginas, pero ustedes son de buen leer. Si han visto el vídeo, comprobarán que Hugo dice que Cuba es una dictadura. Pero como un Llamazares cualquiera y, en plena ignorancia del derecho internacional, menciona el derecho de autodeterminación de los pueblos como excusa para justificar su ausencia de críticas. Ahora en los cuarteles venezolanos hay que decir socialismo o muerte. Puede que solo sea una pesadilla, yo creo que Fidel es mucho, mucho más listo, aunque de ancianito chochee algo)
...se presenta la señora Justicia. Y el mirón que sólo contempla suele ver que la dama a veces levanta su venda y mira por un ojo, o aprieta la tela para sentir la llegada de sombras y contrastes. Resulta que la señora Justicia es más de este mundo que del orbe de la perfección, como la belleza o las artes o, por qué no, si tiene lugar esa sorpresa que sería su existencia, los entes divinos y celestiales.
Al mirón la jornada de ayer le produce una extraña sensación de justicia vendada sosteniendo una balanza: el laberinto intrincado de tanto discurso y tratado de química para novatos sólo tenía unas salidas y no podía encontrar las salidas que no tenía. Unos leves momentos de presencia de la señora Razón al lado de la señora Justicia deberían dar la luz de lo que se espera de la señora con la vista mutilada: que sólo puedo condenar con pruebas y no al contrario, que sólo puedo condenar más allá de toda duda razonable (eso que muy latinamente se dice un dubio pro reo) y que lo que no está en el juicio y carece de pruebas no es elemento juzgable.
Así, pareciera que nos han dicho: unos de estos señores cogieron unos explosivos de procedencia y composición dudosa, los metieron en unas mochilas, los pusieron en unos trenes y mataron a 192 personas. Ergo, son condenados. De otros señores que pasaban por allí, no sabemos decirle. Y de otros señores que dicen que pudieron pasar por allí no podemos decir nada, porque nadie ha dado noticia con visos de verosimilitud. La sensación del mirón es que pocas certezas más se podían tener. Las sensaciones son, eso, sensaciones y, vade retro Satanás, libraré al mirón de toda presunción de competencia técnica para saber cuánto de las sensaciones son fallidas o ilusas. Porque para eso hay jueces, ¿no?.
El mirón dirá ahora lo que piensa: ¿Y no es para estar satisfechos? Para una de esas veces en que los jueces embutidos en su toga parecen haber tenido la venda puesta mientras ponen piedras en los platillos y no ponen las piedras que no tienen... es casi como un oasis en un tiempo donde a nadie parece importarle que todas las togas tengan preasignada una condición de parte y en el que ni los de la toga ni los demás se escandalizan de que los elegidos para hacer las leyes y los elegidos para ejecutarla hagan y deshagan a su antojo para acomodar sus decisiones.
(por eso está muy mal que todos los jueces del tribunal constitucional tengan un apellido conocido y su presidenta no tenga el cuidado ni la prevención de no ser vista hablando con el gobierno en público; en este pequeño país nadie parece saber que parte del cargo es saber estar o saberlo llevar, y que si aceptas ser juez ya no tienes amistades entre los que tienen interés de parte y que uno de los cometidos de tu trabajo es que todo el mundo esté de acuerdo en que no se percibe trato de favor)