...se presenta la señora Justicia. Y el mirón que sólo contempla suele ver que la dama a veces levanta su venda y mira por un ojo, o aprieta la tela para sentir la llegada de sombras y contrastes. Resulta que la señora Justicia es más de este mundo que del orbe de la perfección, como la belleza o las artes o, por qué no, si tiene lugar esa sorpresa que sería su existencia, los entes divinos y celestiales.
Al mirón la jornada de ayer le produce una extraña sensación de justicia vendada sosteniendo una balanza: el laberinto intrincado de tanto discurso y tratado de química para novatos sólo tenía unas salidas y no podía encontrar las salidas que no tenía. Unos leves momentos de presencia de la señora Razón al lado de la señora Justicia deberían dar la luz de lo que se espera de la señora con la vista mutilada: que sólo puedo condenar con pruebas y no al contrario, que sólo puedo condenar más allá de toda duda razonable (eso que muy latinamente se dice un dubio pro reo) y que lo que no está en el juicio y carece de pruebas no es elemento juzgable.
Así, pareciera que nos han dicho: unos de estos señores cogieron unos explosivos de procedencia y composición dudosa, los metieron en unas mochilas, los pusieron en unos trenes y mataron a 192 personas. Ergo, son condenados. De otros señores que pasaban por allí, no sabemos decirle. Y de otros señores que dicen que pudieron pasar por allí no podemos decir nada, porque nadie ha dado noticia con visos de verosimilitud. La sensación del mirón es que pocas certezas más se podían tener. Las sensaciones son, eso, sensaciones y, vade retro Satanás, libraré al mirón de toda presunción de competencia técnica para saber cuánto de las sensaciones son fallidas o ilusas. Porque para eso hay jueces, ¿no?.
El mirón dirá ahora lo que piensa: ¿Y no es para estar satisfechos? Para una de esas veces en que los jueces embutidos en su toga parecen haber tenido la venda puesta mientras ponen piedras en los platillos y no ponen las piedras que no tienen... es casi como un oasis en un tiempo donde a nadie parece importarle que todas las togas tengan preasignada una condición de parte y en el que ni los de la toga ni los demás se escandalizan de que los elegidos para hacer las leyes y los elegidos para ejecutarla hagan y deshagan a su antojo para acomodar sus decisiones.
(por eso está muy mal que todos los jueces del tribunal constitucional tengan un apellido conocido y su presidenta no tenga el cuidado ni la prevención de no ser vista hablando con el gobierno en público; en este pequeño país nadie parece saber que parte del cargo es saber estar o saberlo llevar, y que si aceptas ser juez ya no tienes amistades entre los que tienen interés de parte y que uno de los cometidos de tu trabajo es que todo el mundo esté de acuerdo en que no se percibe trato de favor)
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