domingo, noviembre 11, 2007

Ornamentos en los consistorios


Mal síntoma es que para que los representantes de los vecinos pongan una bandera en el balcón de la casa de la villa haya que tener ley.

Mal síntoma es que, existiendo la ley, los que tienen toda la obligación y ninguna excusa para dejar de cumplir las leyes no lo hagan.

Mal síntoma es que treinta años después la bandera que la ley exige que ornamente los consistorios carezca del interés popular para ser izada.

Mal síntoma es que dé toda la sensación de persecución el interés de tantos en que se cumplan las leyes y se icen las banderas.

Mal síntoma es que la resistencia obstinada a colgar banderámenes se dé, precisamente, en los pueblos y lugares donde elegir bandera tiene un significado público relevente y dónde no elegir precisamente una, adquiere otro síntoma que suele considerarse hasta respetable: el de la desobediencia civil.

Mal síntoma es el que los apologistas de la bandera no encuentren el estilo y no tengan el objetivo de convertir el símbolo en algo amado por los valores que despierta al verse y no por los temores y los rencores que, todavía hoy, recorren las espaldas de contadores de relatos y leyendas verdaderos y deformados.


(Hay arquitecturas, como los templos, que sirven para dar dimensión a palabras de la gente aunque sean un justificante de ilegalidad: «No podemos obligar a millones a sentir los símbolos». Alcalde socialista y de Vitoria que será, con suerte, encerrado en la cárcel de papel o, con mala suerte, quemado en la hoguera vociferante)


(Hay veces en que las palabras deben ser leídas con la curiosidad y mala sospecha de los abogados. Léanse mal, síntoma, sensaciones, sentir, con esa sospecha)