viernes, agosto 31, 2007

Líderes, jefes y caudillos (Mariano en el laberinto)



El liderazgo puede diferenciarse de la jefatura en la legitimidad que le confieren los seguidores. El líder tiene remedio, vocación y refrendo; el jefe te toca. Los caudillos, en cambio, son seres de adhesión inquebrantable. Para lo bueno y lo malo: bueno si le sigues, mal si no le sigues; los cementerios están llenos de los segundos.

El problema de Mariano es que es jefe y no líder. Fue puesto con un dedo y no elegido en la batalla fálica que es la lucha por todo liderazgo: sólo sometido al refrendo de los que te tienen que seguir puedes tener respeto. Y, si te lo pierden, únicamente yendo de nuevo a su ratificación, a exponerte salvajemente a la posibilidad de que venga otro y te eche, puedes recuperar el respeto.

En esta tierra ensimismada en sus estupideces, la gente suele sentirse cómoda con los jefes y añora los caudillos. Todos temen ganarse el liderazgo porque es como exponerse a algo que no tienen control: con la autoridad y el mando la vida puede ser injusta, pero no existe incertidumbre. Introducir la posibilidad de que el orden se altere por el reto civilizado al poder, asumir que es legítimo ser expulsado en todo momento y que es respetable y deseable querer desalojar al que rige e inspira los destinos, deja desconcertadas las mentes carpetovetónicas: para el líder el trabajo es arduo defendiendo su respetabilidad y coherencia, para el que se postula requiere pensárselo dos veces, pues tiene que ganarse previamente la respetabilidad si no quiere ser un imbécil: hay que hacer creer a sus compañeros de partido, por ejemplo, que él sí puede ganar unas elecciones con su inspiración.

Toda la crisis de Mariano proviene de su déficit de credibilidad, de ser el jefe designado y no el hombre que se ha ganado el voto de sus seguidores. Si quiere ser algo en la política española, él mismo no debería perder el tiempo y someterse al refrendo de los militantes en competencia con otros. A esa cosa de un hombre, un voto. Qué zozobra. Arruinados mentalmente por la convicción de que un partido que elige su liderazgo es un partido en conflicto y que los partidos en conflicto son rechazados por los votantes, la parálisis y la falta de ideas terminan en esclerosis múltiple. En el socialismo realmente existente ya lo vivieron: abrieron el juguete y les salió un mediocre como Zapatero que terminó ganando. Después, han vuelto a cerrar la espita, ¿qué es eso de que el militante vote a quien quiera? ¿Cómo es que no puede ser candidato quien sea ratificado por los votos de los militantes?

Puede que sólo el PNV en el lar ibérico sea capaz de someterse a esto. Eso sí que es una diferencia y no el RH.



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