A los rivales de PRISA se les llena la boca de decir que el libre mercado ha puesto su varita mágica encima de los disputados derechos de los señores que corren en calzoncillos tras una pelota, término que usaría mi extinta abuela para este opio de masas: inevitable que haga una digresión y diga cómo respiramos los seguidores del Madrid y qué extraña sensación de bienestar la de ver que el barcelonismo se pelea ante sus dudas interiores.
El fútbol da, efectivamente, para decir muchas paridas y soportar el peso de la vida. Y lo dice uno, que se estimula cerebralmente más con el baloncesto pero al que su chimpancé le exige algún comportamiento gregario que otro y nada como este: creo haber alcanzado el punto que sólo me tomo el fútbol con buen humor (es que escuhar, ver o leer la llamada prensa deportiva es un puro astracán).
Decíamos de las paridas. Que a la familia Polanco le quiten su prebenda futbolera, legalmente firmada y santificada, no parece ser un ejemplo preciso de libertad de mercado. Tengamos en cuenta que sólo ellos podían cerrar la emisión y dejar verla previo pago cuando firmaron su primer contrato. Ni usted ni yo podíamos pujar por semejante cosa.
Pero sumando más, uno no deja de sorprenderse. Los que compran los derechos desde el intermediario (hoy Sogecable, mañana Mediapro) son televisiones públicas con magníficos déficit. Es decir, el sueldo de Ronaldinho lo pagamos usted y yo: primero porque el Barça es cosa de TV3, la teva, segundo porque sin que Tv3 pague, adiós maravilla: Catalunya se queda sin ejército simbólico. Pero después no tenemos para la sanidad, decía Maragall. Y todas las extensiones que quieran sobre el succionamiento de los esfuerzos de los honrados catalanes por la hacienda central.
No son los únicos. El timo es generalizado: teles producto de concesiones a dedo, compran unos derechos por encima de lo que valen porque es lo único seguro que la gente ve. O un número suficiente de ella. Teles del sector público garantizan el derecho del consumidor de ver al equipo de su pueblo, su patria o, simplemente, su pasión. De paso, hacemos que sean competitivos dándoles una pasta (nuestra pasta). Si la cosa se pone fea, les recalificamos un solar, gracias también a nuestras administraciones, todo con absoluta transparencia: así Florentino consigue que, una vez más desde el robo de Di Stefano, los de Madrid saquen ventaja injusta, Guruceta incluído, y extiendan su dominio futbolero por el orbe dejando en pequeño al Barça triomfant de Catalunya entera.
Mientras, destacados hombres del PP, esos mártires de la libertad, piden al gobierno que garantice el derecho de los consumidores a ver fútbol: es de las frases más surrealistas que conozco. Cascos inventó el fútbol como interés general de manera mucho más sofisticada que Franco. ¿Ustedes saben que las radios no pagan por retransmitir? Y no se atreve ningún equipo a cobrarles... Ya hace años alguno insinuó y tembló el sistema: se alegó el derecho de la información como causa suficiente para que el dueño de un equipo de fútbol no pueda decidir quién da sus partidos por la radio. Pero temblaría el sistema: ¿cómo recaudarían publicidad?
Pero hablábamos del interés general. Yo pensé que eso era garantizar la propiedad privada: es decir, dicho para pensadores avanzados, que no te roben la cartera en el metro (es que propiedad privada les suena a terrateniente, que también, pero se olvidan de sus propios dineros). O que el código de la circulación se aplique (los ministros pueden incumplir el límite de velocidad, claro).
Con todo, lo más vergonzoso es el pedazo editorial de El País que no tiene ni la decencia de decir que escribe con interés de parte, una aclaración que los grandes medios del mundo mundial suelen tener el buen gusto de hacer, y que el rigor y la profesionalidad que tanto echa en falta en todos los demás pareciera exigir. Ah, que todos lo sabemos. Es decir, que ellos asumen que su público sabe perfectamente que les interesa mucho más la cotización en Bolsa de la empresa de sus dueños que la veracidad de sus noticias. Esa apelación a que no se estarán quietos y que irán a todos los tribunales del mundo huele a pupa. A que estoy jodido, vamos. O sea, a que el ejército de abogados va a tener que trabajar mucho para ahogar en papeles a la contraparte a ver si así... En definitiva, que huele a que Cebrián llamará a Felipe para que llame al partido, para que llamen a José Luis, que éste necesite algún favor y que JL llame al orden a todos y se repartan la piel del cordero. Todo con libertad de mercado y el PP mirando la libertad que nos inunda a todos.
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