martes, agosto 28, 2007

Fútbol, fútbol, fútbol y ese pedazo de mercado libre (sigo, actualizo)



Pues relatan en donde Pedro José que los actores se sentaron en La Moncloa, con enviado del Gobierno delante tan repleto de buena voluntad que se ofrece a mediar en todo momento para que se cumpla la ley y el interés general. No, no hablamos del regadío o de los incendios forestales, hablamos de fútbol.

Es muy considerado que el Gobierno quiera cumplir la ley con todo detalle, especialmente en lo que se refiere a las cosas que tienen que ver con los medios de comunicación (yo los llamaría de difusión de la propaganda, es decir, son pura publicidad). Tan celosos son con la ley, que si ven que no pueden cumplirla, la cambiarán. Por eso, Don Jesús, que dios tenga en su seno, consiguió no tener que deshacer el entuerto de Antena 3 radio, mediando sentencia judicial y todo. Malos todos: Jose Mari, que para tantas cosas era un coitus interruptus, ya hizo caso omiso de la justicia: pensaría que era como tener una espada de Damocles. De poco le sirvió.

Pero volviendo al presente, uno no puede dejar de pensar en la escena como una verdadera estampa del Régimen. Uy, qué feo es escribir Régimen con mayúscula. Es de esas cosas que la literatura permite pero la información no tolera: ustedes saben darle el mordiente para encontrar el equilibrio. Si hubiera habido foto, qué ejemplar hubiera sido: el general del reino Sogecable, con el general del reino Mediapro y el edecán del Zapatero. La crónica dice que el general de Sogecable optó por rechazar las propuesta de tregua y prefirió alinear sus cañones. Mediapro mantuvo la embajada pero avisó a las tropas de que cargaran la munición.

El fútbol condiciona nuestras vidas más que nuestras hipotecas, ya lo ven. Se haga lo que se haga en este bendito país todo el mundo espera que la Autoridad le bendiga y la autorice. Y los tontos que ostentan la Autoridad son suficientemente lúcidos para asombrarse de que les vengan a pedir permiso por todo y para todo, conscientes como son de su escaso poder real para que las cosas ocurran. La reiteración de la pleitesía termina por hacerles creer que son capaces de disminuir los muertos en carretera, bajar el número de muertos de cáncer de pulmón, crear empleo y todo eso desde sus despachos lanzando notas de prensa con estadísticas que no saben como cuadran.

Pero el fútbol es otra cosa. Es una memez, pero es el poder real. Ahí sí sienten que hacen algo por el pueblo, que tienen capacidad para doblar o elevar su pulgar y arruinar una empresita o sacarse una promesa de consejo de administración para cuando llegue el paro forzoso, ese del voto o el del cese con o sin motorista. No, queridos amiguitos, no se trata de libertad de mercado, sino de mercadeo de despacho. Ellos se forran a costa nuestra (parezco un malvado militante antiglobalización diciendo lo que es una obviedad y lo más contrario a esa declaración de intenciones liberal que ponemos en estos y otros lares), y ahora les tiemblan las cuentas de resultados. El Gobierno acude a arreglarlo. Franco (bueno, hubiera sido Fraga, que lo de la televisión es demasiado adentro de la oprobiosa y el general estaba cazando) nunca se entretuvo con el fútbol de la misma forma que los gobiernos de la espléndida democracia: de lo que se deduce que la democracia formal tiene como casi única virtud la de cortar las alas a la egolatría de los hombres, que los hombres siguen siendo quiénes son.

Qué malo es tener memoria. Porque me da para recordar que el fútbol era una malvada práctica de manipulación de masas en manos del Movimiento, la estampa de Bahamonde en el Bernabéu y no el interés general. Rubalcaba, que es del Madrid, debe haber dado el cursillo acelerado de realidad a las fuerzas del progreso: resulta que el fútbol estaba antes y el poder después y nada como dárselo a la plebe para ganarse su afinidad. También Roma echaba fieras al circo.