miércoles, agosto 29, 2007

El síntoma Regás-Fillon



Y Zapatero cogió su estilográfica y estampó el cese de los ministros que sangraban a borbotones y restituyólos por otros, dizque por su eficacia. Lo importante: buscaba oficio. El equilibrio de género salvado malamente como muestra de lo que sucedía: en la alegría de los sueños de los novatos y los ignorantes, lo más bonito era gobernar el país con algodón de azúcar y nombrar las personas y crear la agenda política por cómo las cosas me gustaría que fueran y no por cómo pueden ser.

Se planteaban las cosas con la euforia de quien cree que basta la voluntad para conseguir resultados, mientras por todas partes gritábamos que los elefantes caminan mal en las cacharrerías y que estando o no de acuerdo con el proyecto político de quien es elegido (pues para eso es elegido por unos, que son más que otros), la mayor torpeza de El Príncipe consistía en crearse enemigos y desgastarse en batallas de poco retorno, dividir el país en el nombre del todo será mejor que antes a pesar de ser trivialidades que bloqueaban las cosas de importancia. Ah, la debilidad humana jugando con el poder.

Únicamente un cierto análisis crítico de la realidad y de los propios actos ha podido llevar al aprendiz de gobernante a nombrar a César Antonio Molina en Cultura. No todo es brillante, porque queda la incógnita Bernat Soria, que huele en otra escala al chasco Garzón/González: nombrar de cara a la galería y no de cara a la política. Sólo puede hablarse bien del Sr. Molina por tener las agallas de decir en el Parlamento que alguien se va por incompetente. Al señor sólo tengo el gusto de haberle visto en una reunión del Círculo de Bellas Artes cuando allí mandaba, creo que ni la mano llegamos a darnos de tantos convocados. Pero parecióme un Rubalcaba de la Cultura. Hábil, político - en el sentido amplio de la palabra - y técnicamente mínimante preparado en un mundo, el cultural, a los que no se les suele poder explicar el sentido de la contabilidad o el derecho en toda su extensión.

Si es bueno o malo, ya lo veremos, pero al menos es un cargo experimentado en lidiar con organizaciones con las que el Ministerio que le toca ha de tratar. Y hace el trabajo de un político en un ministerio, no está dedicado a charlas de café y exhibicionismo verbal. Verán que ha pasado por los sitios, pero ni un ruido puede imputársele, ninguna controversia terrible: sólo ha ido ascendiendo. Calvo, Regás, las dos formaban parte del club que demuestra que verbo y capacidad intelectual para las letras o los estudios no forman necesariamente buenos cargos públicos o privados.

La suma de Fillon y Rosa Regás han confirmado la desgracia de esta legislatura y el flanco débil del presidente inexperto e incompetente: las cosas se han hecho mal por no saber hacerse, por no tener las personas adecuadas, por desconocer la mínima práctica del sentido común con la que el trabajo continuado y la responsabilidad en ascenso dotan. Posiblemente, hasta José Luis sepa ya que no vive en el país de la abeja Maya.