martes, octubre 02, 2007

Tachunda (y Tatxunda)



Encima la SGAE mete mano porque, señores, el estimadísimo himno nacional paga derechos y eso que es por la patria. ¿Con letra recaudarán más?. Eso de la canción sin letra, tienen razón los angustiados por ello, da poca emoción y les deja sin excusa con la que inflamar los corazones a nuestros futbolistas que no ganan nada. Se podría ser original y decir qué pasa, el nuestro no tiene letra. Pero somos un país gregario y del ahora qué pensarán de mí. Más original sería, sin duda, aprovechar la ocasión para terminar con los himnos de una vez por todas.

Era cuestión de tiempo, diríamos pesimistamente, el que la sacudida de nacionalismos locales, los de opereta y los de bel canto, no terminara por provocar una reacción en cadena y que en el desbarajuste intelectual del que goza todo DNI español en lo que se refiera a la nación, la patria y otros inconvenientes, se resolviera recurriendo al tópico, el clasicismo caduco y la entelequia: ya Mariano pide que se nombre a la monarquía y a España. Los del COE sólo querían una cancioncilla para ser como los demás. Sinceramente, yo no veo al lehendakari cantándolo. Tampoco a Carod. Ni siquiera a Montilla. Si no quiere pasar vergüenza, claro. Con honradez, tampoco me veo a mí.

Puesto que el imaginario español es tan deficiente, lo que están haciendo los nuevos abanderados, los fiscales indignados y los entusiastas del verso cancionero es tratar de inventarse una patria que me temo que no existe. Al menos como resuenan los ecos de los postulantes a verdades inmutables. Dirán que como hicieron los vascos, por ejemplo, pero ya vemos lo que supone de cansino el inventarse patrias. También los italianos se la crearon deprisa y corriendo. O los alemanes. Hay una debilidad en todo esto: esta cosa de las canciones, los himnos y las banderas suelen tener éxito cuando entroncan con una tradición o un sentimiento, la creación desde arriba no es buen augurio: yo ya saben que les he propuesto elegir a Cecilia y Mi querida España, pues puestos a tener un himno, es más bonito, no es monárquico, todo el mundo se la sabe y se puede decir que, cogido por los pelos, es la España entrañable que las personas de identidades difusas, borrosas y compartidas pueden sentir que es la que les gusta. Eso sí, parece imposible competir con Els Segadors y su furor y con ese otro himno informal de Cataluña que es el Cant dels ocells: si no es Mi querida España, yo pido que sea éste el nuevo himno nacional, me permitiría consolar a mi chimpancé y sentirme orgulloso de algo tocado en nombre de la patria con el divertimento de que seguiríamos discutiendo por la letra.

Como todo es susceptible de ir a peor, el formalísimo jurado repleto de catedráticos que va a elegir la soflama, puede cagarla todavía más y encontrarnos con una letra que suponga el perfecto pitorreo del respetable en cuanto algo rime con cinco. Pero sobre todo, sería muchísimo peor si ahora que queremos aplicar con todo el peso del estado unas leyes que no se cumplen o son directamente injustas, que alguien se empeñe en que todo el mundo se lo aprenda, o que lo cante en público cuando se toque: cardenales, lehendakaris, pujoles, zapateros y marianos desafinando y el Sr. Ibarreche demostrando su desprecio olímpico. Se lo piensen cantores: ahora por lo menos no tiene ocasión de recordarles que tiene otra patria.


Añadido tardío: veo que Arcadi sugiere que nos vayamos, para olvidar todo esto, a Suspiros de España. Qué lamentable olvido por mi parte. Es de esas canciones bonitas que suenan increíbles y a terruño cuando se está lejos de casa. Es otro ejemplo de algo que sería mucho más útil para los fines que se persiguen que el empeño en versificar la marcha de granaderos que tanto emocionaba a Pemán. La copla, que tiene su cosa, pero a la que le cuesta ser solemne: no se imagina uno al borbón bajando las escaleras del jet real y poniéndose firmes, impasible el ademán, y dejándose oir, flor en el pelo, eso de En mi corazón / España te miro / y el eco llevará de mi canción /a España en un suspiro. Aunque para el estado de cosas, quizá habría que recurrir a los Beatles por aquello de She's leaving home y aquél estribillo final en segundo plano que decía bye, bye... y se desvanecía. En inglés, home viene a ser también algo parecido a patria, sólo que menos marcial y más dulce, como en eso de home, sweet home. Pero eso ya lo saben.

(Stepping outside she is free. De nuevo, recordarles que en inglés, la tierra, los barcos y las naciones son femenino. What did we do that was wrong?)


Esto sigue dando de sí (y más que dará): Javier Capitán pone letra (y lo canta) a nuestro himno de siempre con la nada irrelevante excusa de que es la SGAE quien mete sus manos. No se lo pierdan: Viva España, la tierra en la que el cánon vive su esplendor en favor del autor...

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