Les conté que tenía la duda acerca de si leer primero esta - ahora lo sé - primorosa novela de Antonio Soler, El Camino de los Ingleses, o si acudir al cine tras los colores que le haya puesto Banderas. Lo resolví: la novela está leída desde que el riñón recuperó su ritmo normal y mi dedo más grueso del pie derecho dejó de ser un monumento a Gargantúa. Les dejo en Letras que Dejan Rastro algunos detalles que confío que les inviten a dejarse el dinero y se la regalen antes de los mismísimos reyes por aquello de tener más calma y más sosiego para contemplar sus párrafos: "Una palabra es un pájaro en mitad de una página".
Mientras decido el momento de volver a bajar al cine (hoy me he visto - una costumbre que copié de Garci, la de ir al cine en nochebuena - La silla de Fernando; Fernán Gómez, se entiende: un rato estupendo), también les dejo algún destello sorprendente de Truman Capote.
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