Gumersindo Lafuente siente la certeza de que los líquidos de embalsamar ya se han infiltrado en eso que llamamos prensa. Se pregunta si el periodismo está muerto, que eso parece ser otra cosa. Los medios se han vuelto un producto de consumo y, desde que los que hacen las noticias se olvidaron de la máxima de que el periodista no es protagonista de la noticia, son únicamente escaleras para subir a la parte alta de la cola del reconocimiento público: más ruido haces, más ruido puedes generar; si haces ruido, más televisiones que demanden tus servicos, más libros que publicar, más pregones que cobrar, más patrimonio personal. Legítimo, por otra parte. Lafuente constata:
“Los medios hablan entre ellos, se critican entre ellos, no se dirigen al lector. No sólo les hablan a los políticos, sino también a los ‘Florentinos‘Una prueba empírica es de las primeras cosas que dice Albert Rodríguez que para su sorpresa y la de todos no sólo se sentará en el parlamento de Cataluña, sino que no irá solo. La realidad, que se cuela por los resquicios:
“Los medios están absolutamente en las manos de estos poderes políticos y económicos”
“Los directores de grandes medios deberían abandonar sus despachos e ir dónde la gente le interesa. Bajarse del púlpito. Los medios están muriendo porque no cuentan la realidad, sino la realidad que ellos quisieran que fuera“.
Hace algún tiempo se puso de moda hablar del efecto mariposa, ese pequeño batir de alas que desencadena un proceso turbulento, exponencial, que termina en un tornado. Puede que Ciutadans tenga algo de eso, puede que el efecto se desencadene ahora. Pero aún conmovidos por lo bonita y dulce que es la democracia, imperfecta como es sobre todo la nuestra, por la energía brutal del voto secreto, no debe olvidarse la misma lección y la honestidad de tratar de ver la realidad como es.P.- ¿Qué ha sentido al ver el logo de Ciutadans en TV3 tras denunciar su vacío informativo?
R.- (Risas) Me muerdo la lengua. He tenido un sentimiento de justicia pero también de vergüenza ajena. No entiendo cómo en TV3, donde han omitido la realidad durante tanto tiempo, se atreven a poner cara de sorpresa. Cinco minutos antes de los resultados no existíamos. La propia Corporación Catalana se ha tenido que rendir ante la evidencia.
Para eso, nada como rastrear distrito a distrito, municipio a municipio, comarca a comarca para saber dónde se vota a Ciutadans y dónde se vota, por ejemplo, al Partido Popular. Y ver, también, dónde la urna se llena verdaderamente de papeles de ERC. Para quienes piensen que los noventa mil votos robados al PSC, alguno mendigado en casa popular, suponen una esperanza para una especie de Arcadia española, quizá debieran olvidarlo. El cansancio de la omnipresente identidad catalana es un fenómeno básicamente barcelonés, algo tarraconense. La verdadera Arcadia sería que todos mirasen el mapa de votos pedacito a pedacito y se convencieran de que deben crear un cuerpo jurídico para compartir identidades, no para que nadie renuncie a lo que quiere ser. En Osona nadie debe esperar mucho entusiasmo por el día de la Hispanidad.
Dice el osado Albert, que si lo hace un poco bien lo conseguirá, que el objetivo es que no te llamen facha por sentirte español. El verdadero efecto mariposa del batir de Ciutadans sería crear un estado de opinión favorable al fin de la reivindicación permanente y la conciliación jurídica y sociológica de identidades compartidas. El verdadero semillero para ello está en la abstención omnipresente: aburrimiento, cansancio de la política, ausencia de demandas reales. A la mayoría de la población le importa un pimiento saber lo que es una nación, incluso la española. Los políticos, como los periodistas, viven en la realidad que quieren que sea, no la que es. Un poquito de democracia abre canales para que pueda fluir. Conviene seguir creyendo en el sistema.
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