En el lluvioso valle de la desgana. Visitando el país del cansancio y sufriendo el síndrome de lo cansino. Ignoro por qué. Son sólo sensaciones: abruptamente sentí la rotunda certeza de que ya he dicho todo lo que puedo, me parece, me apetece decir y que continuar es una reiteración de lo mismo. Cambia la anécdota pero los personajes y la trama es la misma. Cuanto más se habla, más probable es hablar tontamente, más miedo existe al error, al maximalismo... al hablar por hablar.
El carrusel no se detiene y me veo compelido a decirlo en medio del cansancio: estoy cansado de comprobar el absurdo e incapacidad sistemática de un gobierno que una y otra vez se dedica al bochorno internacional. Siempre deberemos a Luis Amézaga que diera la definición más precisa, la explicación más certera de lo que vivimos: se llama héroe de cómic. Es reiterado, pero lo voy a decir.
¿Acaso se pensaba que en política internacional todo es gratis, que las acciones del pasado no dejan rastro y que siempre te están esperando en un callejón? No le ha bastado con mirar la foto de la alianza (¿y el arca?) en la que aparece él solito con Erdogan (que sólo quiere entrar en la UE y vaya bonito cuento que le ha servido en bandeja) y el señor Annan, el perfecto lame duck que en enero no podrá seguir empujando el bello cuento de hadas: historia global, películas, los buenos y los malos en definitiva. Tú solito José Luis, ¿lo coges? TVE no decía nada, pero se veía. La soledad, digo. Al como sea, me refiero.
Después te inventas una iniciativa de paz que El País saluda a cuatro columnas. Era cosa de horas: el chiste israelí era previsible (tu no tuviste consideración con ellos en la guerra ¿recuerdas? ahora pretendes que te escuchen). El desprecio británico un síntoma claro de la falta de previsión y consideración: ellos tienen estaciones llenas de muertos, como tú, que vives en el país sin xenofobia, esa nueva Arcadia de Occidente que tan franquista me resulta. Pero también tienen soldados. Muertos. No salieron corriendo por erróneo que pueda ser y saben dónde están. Los alemanes no están por la labor de las iniciativas de lucimiento personal (Merkel ya sabe que tu sueles mentir, José Luis). En el manejo de la propaganda, el bello y noble pueblo sin xenofobia creerá que los demás son malos que no quieren la paz y tu un verdadero hombre de bien que no se arredra ante los molinos y pone la paz por encima de todo. Esas cosas de la izquierda de confundir la nobleza de las aspiraciones con el acierto en las acciones.
Paz es una palabra redonda. Es una palabra fascinante porque atrapa como una red, nubla la visión y su magia hace que uno se vea encantado y no pueda ver el mundo ante su fascinante ensoñación. Pronunciarla es un psicotrópico. Los síntomas son que ETA solo quiere su proceso de paz para encarrilar la guerra por otros medios. Es decir, sólo se discute el fin de las balas como medio para que sea irremediable introducir cambios legislativos sobre territorialidad y el derecho de decisión sobre las nebulosas. Y no otra cosa. Yo tengo una alternativa que también se puede llamar proceso de paz: un diálogo con el PNV para meterlos a todos en la cárcel con su colaboración política e institucional (yo apuesto a que daría unos resultados policialmente apabullantes), una mesa política con el PNV para acordar que los fines políticos se defienden sin armas y nada más, que basta con dejar la pistola en casa para dejar de matar. Y que no hay que aprovecharse de los padres tiroteados del hijo del vecino para sacar ventaja política.
Al final, siempre se dice lo mismo. Me aburro. Le debo unas notas a Citoyen y a Albert, pero mientras termino esto me envuelvo mucho más en ese estado de agotamiento de sentido. Y la vida sigue: leí que medio recuperan a ratones ciegos. Leí que encuentran posibles terapias nuevas para el VIH. Y resultan más fascinantes que los viejos libros de Asimov.
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