sábado, octubre 01, 2005

Tres simples pero poderosas razones para considerar la existencia de España como algo útil


Comentario Previo:

A todos los que ayer me conmovieron con sus sensaciones acerca de mi artículo sobre la España perdida y la encontrada, en primer lugar las gracias. En segundo lugar, hoy pongo la cara positiva al desarrollar el discurso que creo posible para argumentar la posición de los defensores de la existencia de España en caso de celebrar ese referéndum que nunca se realizará. No les seduciré igual, pero espero que les sugiera algo.

Nota importante:

Si alguien no puede resistir mi introducción, que baje hasta los párrafos finales y se encontrará las tres simples pero poderosas razones.


Útil. Me acusarán de emplear una palabra, un concepto, inadecuado. ¿Cómo puede valorarse la nación, para algunos la patria, como algo útil? ¿Cómo quiere usted venderme lo de España, señor de Madrid, apelando a la utilidad? ¿No hablamos de pueblos, valores, cultura, ideales? Seguramente estos críticos tendrán poderosos argumentos, yo daré los míos, con la humildad de hacerme consciente de que nunca sabemos nada:

Una comunidad de ciudadanos debe ser, antes que nada, útil. Útil es si sirve para la convivencia, nada más. No me interesan las banderas, los pueblos, los ancestros ni nada de eso. No quiere decir que no tengan valor, ni que no sean necesarios: el idioma que hablo, las referencias culturales que empleo, las lecciones de la historia, todo eso son necesarios para haber llegado a mí y saber por qué yo soy yo, para saber quien es mi vecino. Si es verdad que el lenguaje conforma nuestra mente, nada de lo anterior es inocente. Pero eso no quiere decir que el peso de la historia deba recaer sobre nosotros como una condena: los ciudadanos de hoy debemos ser libres para construir nuestras “naciones” (nuestras comunidades de convivencia) sin ataduras tribales, la memoria de miles de muertos injustos, ni argumentos esenciales que pretenden dignificarnos, hacernos únicos. Mi descubrimiento del mundo se produce en castellano, después con todas las creaciones de la cultura occidental, luego fui conociendo el mundo oriental… Mi conciencia y mis ideas, también mis sentimientos y sensibilidades se van formando así.

Por eso me interesa España como una organización útil (o que debiera ser útil) para un conjunto de poblaciones y personas que tienen ese acervo a la hora de haber ido forjando su forma de ver el mundo. Con sus defectos, que muchos son. Si no lo quisieran, tampoco debiera ser un problema. La política se hace para convivir. No me interesa nada la España Imperial como reivindicación, ni Madrid rompeolas de todas las Españas, ni las disputas constantes sobre la distribución territorial: sólo me interesa que estamos aquí, algo que se puede traducir como que el jamón ibérico se ha extendido en su buen aprecio y asimilación gastronómica por todo el territorio de esto que llamamos España y que en otros territorios no se acaba de dar con la fórmula, aunque guste. Resulta que, después de todo, me resulta más cálido y familiar el catalán que el inglés, a pesar de que lo entiendo y lo hablo mucho mejor, de que lo he estudiado con intensidad y de que lo manejo con soltura, nota y fluidez y también a pesar de que el catalán lo domino, en lo que lo domino, sólo por lo que he escuchado de los labios de mis amigos y por lo no tanto que he leído a través del Avui, algunos libros de Pla, otros de Pere Gimferrer. Advierto, como aviso a navegantes, que el catalán es un idioma que me gusta. Y todo esto evidencia que, a la hora de formar una comunidad de vecinos, las cosas son diferentes a hacerlas con eso que llamamos “Francia” por poner un ejemplo. Ahora, si alguien quisiera tener pasaporte francés, ¿quién soy yo para decirle que no? O pasaporte vasco, catalán o mallorquín.

En mi percepción de la nación, las cosas han de ser prácticas, sencillas, hechas para convivir y resultado de cesiones parciales de los individuos (ver nota sobre Joseba Arregui en este mismo blog). Qué ingenuidad. Y que la practicidad, la utilidad tiene que ver con el entorno: ¿juntos obtenemos más? La teoría sociológica derivada de la teoría de juegos hace mucho que ha descubierto que la cooperación es superior en resultado a la competencia (esto no es ir contra la libertad de mercado, eso da para otro artículo). Así, me parece más simple la cooperación de quienes esto habitan para que en el mundo en que vivimos la gente pueda perseguir su felicidad, ese ingrediente metafísico de la constitución de los Estados Unidos.

Vayan mis razones:

- Por demografía: cada vez tienen más peso en las decisiones que se toman en el mundo lo países de mayor base demográfica. Ejemplos rápidos: la forma de votar en la UE y los proyectos de modificación del consejo de seguridad de la ONU donde países de tan poco peso militar y político como Brasil y la India suenan como candidatos a miembros permanentes, junto a países tan pequeños como Japón y los ya presentes, donde sólo Reino Unido y Francia serían viejas glorias, desde luego mucho menos pobladas. Por mucha identidad que tengamos, por muy diferente que me sienta a un andaluz (que me perdonen de despeñaperros hacia el sur: no creo tener nada que ver, aunque no me sienta extraño), la comunidad de relaciones, cosmovisión, lazos comerciales y de parentesco hacen más fácil encontrar una postura única para la defensa de los impuestos sobre el alcohol (no somos finlandeses, el vino no es pecado) y el cultivo del olivo: eso es influencia en el mundo. Por poner ejemplos pequeños. Un único voto para Euzkadi en el consejo de ministros de la UE es una parida para todos. Una forma de agregarnos frente a la fuerza de otras culturas comerciales (no porque haya nada que temer, sino para poder mantener la libertad de elegir) es conservar esto, que solemos querer mucho más cuando nos encontramos en un café de Nueva York que en la playa de Torrevieja.

- Por la lengua castellana: aunque les ponga los pelos de punta a catalanes, vascos, algún navarro y algún gallego, el primer activo económico de todas las famosas Españas, es la lengua castellana. ¿Por el número de hablantes? Sí – de nuevo la demografía - y porque es la segunda lengua de Estados Unidos, y eso, amigos míos, es dinero y fuerza cultural. En manos de los de aquí está el aprovecharlo. Parecía que lo español era algo horrible, pero viendo el número de alumnos brasileños, británicos, norteamericanos y hasta franceses que eligen como segundo y tercer idioma el castellano, las cosas dan que pensar.

- Por parentesco: O por afecto. ¿O por quien si no va a jugar el Athletic de Bilbao la liga?. Miles de familias viven fragmentadas con parientes en más de un territorio y con memorias infantiles repartidas entre el pueblo de Jaen y la casa de Cornellà. Miles de familias comen y viven en Santurce y veranean en Salou. Crear murallas legales – no hablo de barreras físicas, porque la vida puede ser como entre Bélgica y Holanda – entre todas estas líneas de afectos es, simplemente, complicar la vida y perder el tiempo. Todo eso vale más que una frontera. Pujol llegó a decir que España era una realidad entrañable. Creo que, en el fondo, lo cree, porque es la parte de España que merece más la pena.

Aunque me queda la duda de que, en el fondo, España no es tan importante. A lo mejor desaparece absorbida por el siglo XXI, pero puede que Cataluña, tal y como la conciben los nacionalistas catalanes, también. O los vascos, o los gallegos...




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