Me advierte Ricardo Royo-Villanova en su respuesta de ayer a mi absolución de Losantos que “me cuide de mis correligionarios”. Amablemente, le he respondido que no es un problema único de los liberales. En todo caso, tomo el guante en lo que se refiere a una acusación frecuente en las páginas de autores que se proclaman como izquierdosos, progresistas, eco-pacifistas, antiglobalizantes y demás género de opciones paradisíacas: que los blogs liberales no son tan liberales como parece y que tienden a ser gritones, abusones y con tendencia a romper piernas y escaparates: vamos, unos camisas pardas.
Uno cree que en el amplísimo espectro de la gente que traslada sus egos a las redes informáticas (como pueden ustedes comprobar, un servidor también desborda de ego) hay de todo como en botica: también gritan e insultan los rogelios. Pero en vez de lo que se puede esperar aquí, que sería una demostración de que el progre también grita, y por el riesgo de no ver la viga en el campo propio, abordaré la cuestión de “mis” correligionarios.
Opino que es cierto que muchas bitácoras que se proclaman liberales no son verdaderamente liberales. Y sospecho que el término liberal sirve para un descargo de conciencia ante el miedo a ser calificado o de proclamarse “derecha”. En el mundo occidental nadie siente ese desdoro y suele calificarse a los partidos de “derecha” de conservadores. El término liberalismo se emplea para definir a bitácoras de tendencia demócrata cristiana o clerical, nacionalistas españolas en un sentido tradicional del término (es decir, más próximo a una visión de España centralista y, con perdón, joseantoniana) y que abrazan el liberalismo en términos estrictamente económicos y, por supuesto, a las liberales más genuinas. En las más pobres lo único que suele quedar es cierta grosería, gamberrismo y libelo puro y duro en contra de nuestros dirigentes socialistas, socialdemócratas, izquierdistas y nacionalistas “no españoles”. A veces con mucho ingenio, debe decirse. Como debe decirse que están en su derecho de pensar que España debe ser una grande y libre y que eso no impide que puedan ser demócratas aunque no sea a lo que huele.
Algún seguidor habitual recordará un artículo publicado aquí en referencia a una entrevista a Xavier Sala i Martí, catalán y del Barça, que llamaba la atención sobre la tendencia de la “derecha” a aceptar la libertad económica pero no el libre uso del interior de la bragueta, tendencia inversa en la llamada “izquierda”. Todo esto repleto de matices, claro está. Yo suelo recordar la insistencia de Pedro Schwartz a dirigirse a los “socialistas de todos los partidos”.
Pero, en definitiva, todo esto me lleva a la conclusión de la enorme dificultad de localizar un verdadero espacio liberal en el pensamiento, la política y la realidad social española. Dejo aquí una cita de Gerald Brenan en El Laberinto Español que puedo casi considerar como un lamento propio ante lo que creo que sigue siendo una realidad y que puede que explique la escasez de liberales:
“El famoso individualismo español no se extiende a la economía. El liberalismo fracasó en España porque los españoles son esencialmente anticapitalistas y poco dados a la competición en la ganancia; carecen tanto de las buenas como de las malas cualidades que se requieren para ello: ni la inclinación al dinero por el dinero mismo, ni la flexibilidad y perseverancia necesarias para triunfar en el mundo del capital. En general, se sienten felices cobijados en los empleos del Estado, a los que se dirigen ansiosamente, o bien aquellas profesiones en las que puedan entregarse a objetivos trascendentes; no en lo que consideran ellos sórdida lucha de los negocios. Si tanta corrupción se ha dado en España, se debe en parte, naturalmente, a la pobreza, pero también al hecho de que el español no sabe distinguir fácilmente entre las transacciones de dinero practicadas por todo hombre de negocios europeo y el robo puro y simple. Obedece en estas materias a una conciencia medieval más delicada que la nuestra, que le dicta que toda ganancia súbita o inmotivada, a menos, claro es, que sea por voluntad de Dios en forma de un premio de lotería, es un crimen.”
Adviertan lo de “robo puro y simple”. Déjenme en este caso ponerle una puyita a la izquierda, porque puede ser un ejemplo de por qué cuestiones de lenguaje como, por ejemplo, la apropiación de la palabra "progreso", crean tantos deseos de liberarse de un estado de opinión que suele llevar a la sorna y al maltrato verbal: suelen abrumarnos tanto con su ética que resulta decepcionante cuando descubrimos que existe una justificación moral si el robo se hace para el partido o el sindicato. A lo mejor por eso las bitácoras liberales, o de derechas a secas, son tan irritables, son muchos años soportando el doble lenguaje de la izquierda y pudiera resultar que robar, lo que se dice robar, puede que robemos todos. Todos los deshonestos, quiero decir.
Todo esto merece más reflexión. Hay mucho en el tintero, tómenlo como un avance.
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