domingo, agosto 06, 2006

Patria nueva, patria digital



Me enseña Juan Freire lo que es el sionismo digital, y tropiezo con esta afirmación del inventor del concepto, Pere Quintana:
hace tiempo que ya no somos ni españoles ni europeos ni nada. Hace tiempo que somos sionistas digitales... Lo que nos une son unos valores comunes, no el hecho de haber nacido aquí o allí. De hecho no nos vemos ni las caras, nuestra identidad són nuestros textos en red. No somos del mundo que se respira en los periódicos. ¡Somos libres!
No ha mucho incluía yo en Letras que dejan rastro esta declaración incluída en el Microserfs de Douglas Coupland:
...if you concoct a convincing online metapersonality on the Net, then the personality IS you. With so few things around nowadays to loan a person identity, the palette of identities you create for yourself in the vacuum of the Net – your menu of alternative “you’s” – actually IS you. Or an isotope of you. Or a photocopy of you.
En definitiva, mi patria y mi identidad son este blog, puede que por extensión, por ser uno de aquéllos cuya patria son sus amigos, lo sean mis amigos digitales con sus identidades digitales. Y puede que el riesgo de abandonar la patria digital es tener que afrontar la analógica, al igual que las identidades analógicas de mí mismo y de mis amigos digitales: no son, seguramente, la misma y eso podría no hacernos felices. Un remedo de los sucesos frustrados (o puede que brillantes) de las alcahuetas digitales.

Lo que se me ocurre llamar ahora mismo esquizofrenia biológica/analógica vs. digital/virtual (que me produce la inquietante reflexión de pensar que ésta última es potencialmente infinita), encuentra también eco en El País de hoy. Si cosas como Secondlife o el despampanante amor por los blogs de la población francesa comparten fecundo espacio en el diario de referencia pasando al mainstream, lo que realmente me producen es una inquietud: la de ser demasiado mayor como para que mi mente no esté contaminada por el atavismo casi de relicario que empieza a adquirir el siglo XX, el tiempo y el mundo en el que formé mis mitos, mis angustias y mis ambiciones. Y, al tiempo, la de ser demasiado joven como para no verme dulcemente atrapado en un mundo que he aprendido como el que aprende un idioma de mayor: es fluido, pero no materno. Lo que sí será o ya es mi sobrino.

En Secondlife, dicen:
"When reality gets hard to take, there's an escape to a parallel universe — a virtual world without end where real people create online personas called avatars. Anything is possible."
Un filósofo avezado nos advertirá que es cíclico en la historia encontrar períodos en los que el escapismo de la realidad se convierte en corriente actora. La sospecha es que esta no es una declaración del propio sitio de realidades virtuales, sino una reflexión de un reportaje elaborado por la CBS, uno de los presuntos condenados a muerte en la patria de los bloggers. La duda es que, a lo mejor, no es escapismo: es que la patria digital es verdadera y la ubicación física una circunstancia.

Alumbramientos de mañana de domingo:
  • passport/password: supongamos que desarrollamos el concepto de doble nacionalidad pero con una novedad: la pertenencia a un estado físico y a un estado virtual.

  • impuestos/cuota de suscripción: supongamos que la doble nacionalidad tiene efectos jurídicos. ¿Qué parte de los impuestos pago a mi estado digital, cuál le pago estado físico? ¿Y para qué le pago a cada uno?

  • ¿quién decide la pertenencia a una nación digital con efectos jurídicos? ¿pueden mis hijos heredar su pertenencia a una patria digital?

  • cerebro/disco duro: ¿al almacenar todos mis recuerdos virtualmente y con una acertada conjugación de inteligencia artificial llegaré a tener mi yo digital viviendo eternamente? En ese caso, ¿seremos dos individuos que, finalmente, volverán a estar separados con decisiones autónomas? Supongo que es como ver el origen de la vida transformado en bits.

Qué planteamientos más absurdos, que nadería jurídica. Pero ¿adquiere sentido? Es domingo por la mañana, suena la Patética de Beethoven, que vive entre nosotros en grabaciones digitales. Aunque no habla y no recuerda. Agosto, vacaciones, deliro algo.