¿Y por qué me meto en este berenjenal? Supongo que es al calorcillo de ese clásico que la vida cotidiana ha incorporado procedente de la vida parlamentaria: difícil saber si ésta segunda es vida, pero sus habitantes suelen observar por alusiones. Tenues eso sí, pero en casa de Luis Gómez dice él, y hay que fijarse en lo que dice, que cada vez que le plantean salir de Red Liberal se acuerda de unos cuantos, entre ellos de un servidor. Se acuerda para bien, porque sigue a pesar de las comillas que, astuto yo, pongo para que sus torvas miradas las escudriñen y se aperciban de lo que subrepticiamente da a entender: que la petición de abandono es o ha sido recurrente y, digo yo, que puede deberse al mismo tipo de actitud que se ha encontrado un servidor, ¿pero qué hace usted ahí, hombre? Entiéndase, no me llaman facha o quieren dejar de llamármelo. Regocíjense los discrepantes: ¿es esa la confirmación que buscaban? ¿es, efectivamente, este escritor nocturno un amigo -qué delito- de los progres? Un tema para dejar sin sueño a cualquiera.
No termina ahí el capítulo de alusiones, aunque sean indirectas, pues Isidoro Lamas Insúa, gran protagonista de nuestro tiempo y con momentos de brillante - y vibrante - escritura, añade una coletilla que, teniendo en cuenta la referencia de Don Luis, pues supone una recriminación. Ni grave ni trascendente, pero apuntada: "la denuncia de una serie de ideas que precisamente se quieren hacer pasar o valer mediante el silencio corporativo, el silencio cómplice o el mero silencio provisto por un tonto útil, es algo que no resulta tolerable en Redliberal. Alguien debería darse por enterado."
Me doy por enterado. Y como la cosa sucede en Alemania, recuerdo que en algún sitio leí y siempre he dado por bueno, que en la lápida de Willy Brandt figura un epitafio elegido por él que dice, tan solo, "se tomó la molestia". La pequeña molestia de dedicar un espacio de su vida al asunto de la justicia y la injusticia y, entiendo, a los perseguidos, depurados, arrinconados, maltratados o señalados con el dedo por causa de las cosas que piensan. De lo que piensan y que no lleva implícito un crímen, se supone. Pero lo han cogido. Así que me tomo la molestia de explicar por qué no soy cómplice de nada ni otorgo silencios exculpatorios. O por qué no creo estar abandonando a un perseguido. En un entorno ciertamente difícil, pues las bajas de otros señores y señora son proclives a incorporarse al paquete de desgracias y sentimientos. Supongo que a algunos lectores míos les responderá a la pregunta de qué hago aquí, o de por qué pone o ponía la palabreja liberal por varios de los aditamentos de esta bitácora que Albert el Mapuche consigue convertir en todo un tratado de psicología clínica que legaré a mis descendientes, pues comprenderán mejor las alteraciones psicóticas de los celtíberos de los albores del siglo XXI. Nada menos, que dijo aquél.
A la tarea. Comenzaré con un disclaimer: nunca me he tomado una cerveza, ni he dado la mano, ni hemos sido formalmente presentados el señor Rodríguez Herrera y yo. Por no saber de él, ni me he leído sus relatos de ciencia ficción, ni le he visto de lejos. Mis únicos contactos han sido unos correos electrónicos para ingresar aquí tiempo ha. Igualmente, no he tenido en mi vida la más mínima relación ni contacto con el señor Lamas a no ser por algún comentario que he debido dejar en su afamada página de crítica política y social. Por terminar, ni siquiera sé dónde está el Instituto Juan de Mariana o si dan trabajo enseñando el carné.
En segundo lugar, daremos fe de un hecho concluyente: el señor Rodríguez Herrera no me ha dicho jamás lo que tengo que escribir y lo que no, no me ha retirado un artículo, ni lo ha vetado o baneado. Todo ello a pesar de que en muchas y distintas ocasiones he dicho lo que he dicho de Libertad Digital y del señor Losantos, por ejemplo. Debe decirse porque hasta yo sé en qué diario trabaja y quién es su inspirador. Como no es el tema y tiene tendencia a convertirse en interminable y cansino no reiteraré mi opinión: por aquí anda y sospecho que se conoce. Me olvido: también he dicho lo que he dicho de algunos aspectos de la COPE. Que es como decir Losantos, lo cuál es reiterativo. Me disculpen.
Diremos ahora que no es menos cierto que comparto con el señor Lamas y otros autores la percepción gruesa de otros cuantos autores. Nombres y apellidos no es el tema y todo el mundo sabe de qué pie cojea cada uno. Sobre opiniones y planteamientos que he considerado grotescos, absurdos, fuera de lugar, contrarios a mi entendimiento de lo que es, si es que se sabe lo que es, un hombre (una mujer) liberal, incluso de cierta decencia democrática, estilística y, también, de la posible ausencia de gramos suficientes de capacidad intelectual, he dejado rastro en forma de comentarios acerados, irónicos, torpes o desgraciados - cada uno tendrá su opinión - cada vez que me ha venido en gana. Con la sana y obvia intención de dejar en evidencia las mismas cosas que el señor Lamas denuncia. Palabra que no me entusiasma, pero es la que usa cualquier telediario y no nos vamos a complicar.
Igualmente, son conocidas y reiteradas mis diferencias con ese núcleo, no sé si duro, de autores en lo que respecta a dos ejes aquí esenciales: iglesia y nación. Cosas que yo pongo, como ven, en minúsculas. No porque no sepa o ignore que la una se tiene como norma de estilo y la otra como norma de militancia, sino porque precisamente no milito en ninguna. Nadie me ha impedido decirlo ni yo he dejado de hacerlo. Así que creo, y creo honradamente, que no soy cómplice de nada y que, más bien, me he tomado la molestia. Especialmente contra ese síndrome de emulación de Federico que parece que colma las vidas de algunos, de forma nauseabunda o no. Lo interesante es que estos caballeros deben pensar las mismas cosas serias que yo pienso de ellos, pero nada les impide venir aquí y decirlo y no he borrado un comentario en mi vida. Supongo que, como yo, se aburren de las peroratas del contrario y pierden interés. Así es la vida. Al final, uno cultiva a sus seguidores recurrentes. El cliente, ya saben. Aunque sean pocos.
Resultaría necesario entonces hacer eso tan izquierdoso de la toma de partido. Es decir, si el expulsado, el señor Lamas, es víctima de un acto discriminatorio que haría del señor Herrera un pequeño sátrapa iraní cerrando periódicos aperturistas. O si se trata simplemente de un acto administrativo por parte el editor del tinglado. Pues mire(n), me mojo. Admito no haber leído con detenimiento los sangrientos intercambios de palabras, sólo así, en vertical, como estará haciendo alguno con esto. Y pienso dos cosas. Una: qué cansinos resultaban todos, qué ganas de entrar al trapo, picarse, y gozar en una especie de defensa de una causa. Nadie estamos libres, dicho sea de paso. Dos: Sr. Herrera, la expulsión me parece una chapuza de tomo y lomo. Creo que yo no lo hubiera hecho, porque el argumento del insulto resulta un tanto endeble en medio de lo que se lee y el clima periodístico/radiofónico que nos invade. No dice usted nada acerca de si el señor Lamas ha incurrido gravemente en algo tipificado como delito, falta o cualquier transgresión del código civil, penal, la constitución española o cualquier otra ley que supuestamente nos ampara. Así que, un poco más de ruido en el gallinero: soy incapaz de ver más.
Desgraciadamente, señor Lamas, es bien cierto que quien marca las reglas del club es el Sr. Herrera. Su crítica acerca de la ausencia de normas, transparencia o lo que corresponda, tiene fundamento. Pero tampoco creo que tenga obligación de tenerlas. Es un medio de comunicación y la línea editorial y la selección de autores es cosa suya. Y allá él con la reputación que alcance en su gestión, son cosas de una sociedad abierta. Simultáneamente, es usted libre de pedir que dejen de sindicarle si no quiere ser cómplice.
Mis profesores de literatura me enseñaron que las obras literarias de envergadura solían trascender del autor y pasaban a formar emocionalmente del acervo común. Es decir, al final, los poemas de Neruda, ese comunista, pasan a formar parte de tus sentimientos y espíritu como si fueran tuyos, y son compartidos por muchos de tal forma que me permite hacer esta cita: la obra ha abandonado el espacio del autor para ser una parte del paisaje. Así que puede ser que a usted, Sr. Lamas, le parezca que la identificación liberal/red liberal es un patrimonio que no puede acaparar nadie, ni el Sr. Rodríguez Herrera ni el Instituto del que forma parte y que me dice que es el propietario de ese dominio y corre con los gastos de que funcione. Que, por tanto, debiera existir una forma, la que sea, de calibrar autores por su pedigree y cumplimiento de un dogma que diga que esa extraña mezcla de neofalangismo semilibertario y con sotana que pareciera ser una descripción de algunos, o esos anarquistas (dicho así, como acusación) vendedores de órganos no cumplen con los criterios de higiene que merece el término liberal.
Un servidor, que no tiene religión, se niega a hacer religión del liberalismo. Ni siquiera dogma o fe. Tampoco cree que tenga toda la verdad. También piensa que es un término que, por su antigüedad, seguramente bloquea el análisis de determinados problemas especialmente a la hora de ganar adhesiones. Simplemente es la tradición intelectual que mejor me encaja para ver mis relaciones con el mundo y, debo decirlo porque me lo parece especialmente por descarte, para defender la dignidad de las personas. Me niego a reducir a los individuos a un cromo, una palabra, o una nacionalidad (efectivamente, tampoco creo que España sea un dogma), ni siquiera a los que he llamado neofalangistas semilibertarios con sotana. Porque seguramente tomando un vino con ellos - que no voy a hacer, pero no por nada sino porque uno hace su vida - lo mismo ni son tan neofalangistas, ni tan semilibertarios y tienen todo el derecho del mundo a llevar sotana.
Es decir, que no veo forma o manera de que nadie pueda definir la cuestión y que, en todo caso, queda a riesgo, como he dicho, de la reputación del propietario sin que sean cosa mía sus criterios. No me impide escribir lo que quiero y pienso que esta disputa ha entrado en la gresca tabernaria y en lo personal y que, desgraciadamente, ha pagado el pato el menos amigo, el débil o el más pesado. Pero, repito, no deja de ser un conflicto personal del que soy ajeno y no cómplice.
En último extremo, queda por analizar la duda de si las directrices del Sr. Herrera o el Instituto del que forma parte, son las de hacer de Red Liberal un frente (he dicho frente y no Frente) para la mayor gloria y repercusión de lo peor del inspirador máximo de la eclosión liberal, que grita, amedrenta y que tiene bastantes cosas buenas. O para mayor proyección de algunos elementos del partido popular, sobre todo los que odian a Gallardón (aclaro: ni le odio, ni le apoyo... soy un desgraciado equidistante). Porque si esto se convierte definitivamente en Frente (uy, he dicho definitivamente) pues lo mismo pienso que resulta extremadamente poco satisfactorio para mí. En ese caso, y desconozco sus mecanismos íntimos, procuraría como en algunas recientes hacer una salida discreta, voluntaria y que si requiere de explicaciones, mantendrían el tono de éstas de hoy si es que les parecen que están bien.
Si me pongo a pensarlo, pues no puedo evitar lo de Luis, me acuerdo de él, de Ballota, de Navajas, de Wonka, Guardia, Rallo, incluso de Herrera y algunos más (que me perdonen por no mencionar), incluído Millón, que me dijo que yo iba a mi bola y que tenía que escribir más. Todas éstas lecturas que suelen merecer el tiempo que se les dedica. Por hoy, he soltado un cerro de letras. Que les merezca.
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