Pues resulta que hay unos pescadores que dicen que no les salen las números: que sube el gasóleo y que entonces no sale a cuenta traerse unas gambas al puerto. Así que deciden no salir al mar: es de una lógica cristalina, si gastas más de lo que ingresas no es buen negocio. El resto de los mortales, cerramos o nos transformamos. Pero los pescadores a este fenómeno de retirarse para no perder le llaman huelga y quieren que lo paguemos todos. Han puesto precio al gasóleo: no más de 40 céntimos. De paso, que les paguemos el desguace de los barcos que no sirven y otras bagatelas para dificultar la competencia. ¿Quién se ocupara de esto? Un ministro, claro. En este caso, ministra.
Un servidor no se asusta nada: parece ser que las gambas han bajado muchísimo de precio a pesar de que los mares están esquilmados. Digo yo que parece una buena cosa el que cuando algo no da de sí, se deje o se abandone. Incluso parece hasta bueno para esos mares que tanto queremos, con esa fauna tan portentosa, el que se pesque menos. Pero lo pagaremos los demás, claro que sí. A un servidor, cuando le cambia el mercado, nadie le protege. A todo esto de que a unos le paguen la fiesta cuando se pone feo y a otros no, se le llama bienestar. Creo.
(espere, Berlin Smith, que le van a llamar insolidario. encima)
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