Al Ansón que publicaba en la portada del ABC apisonadoras con montajes gráficos con la mano y la rosita que ya tan poco se ve en la propaganda de la era del guevarismo con votos, no se le hubiera escapado. El hombre que publicó en primera página el titular más memorable de la historia del periodismo político español y que decía, simplemente, "El Athlétic de Bilbao, único equipo con once jugadores españoles", hubiera estado sutilmente fino para sacar petróleo ideológico de semejante disputa: tanto decir, tanto explicarse, tanto reiterar los cumplidos por el juego de los españoles a pesar de la tristeza por no estar presente la temible selección de Euskadi a la que no dejan jugar, a nadie le dió por caer en lo obvio: Urkullu no se ha perdido un sólo partido de la selección española.
Mecachis. Porque mira que es mala persona, ¿eh?. No desea el triunfo de España, por dios, cómo se puede ser tan malvado. El seny nacionalista vasco resulta verdaderamente conmovedor cuando se pone científico, ecuánime y elegante para rebozarte que no se siente nada español y que lo que hace es admirar el espectáculo deportivo en toda su plenitud estética como el que acude a una cata de txakolí. Pero que nadie capte un segundo de fibra sentimental, porque eso no puede ser, es metafísicamente imposible.
Atrapado en su pose, lo peor de todo es el sentimiento de rabia contenida ante la posibilidad de que el país ese de muertos de hambre que no sería nada sin nosotros gane algo. Con sólo un vasco jugando no hay manera de salvar la cosa para la tierra. Una cosa es que ganen la fórmula uno, el baloncesto o un concurso de chapas, pero el fútbol eso es mala cosa: a falta de ejército, la patria se resuelve danto patadas.
Así pues, nada como el culo de Urkullu para darle patadas en un espectáculo que consigue ser todavía más idiota que el del nacionalista entretenido en confirmar que no le mueve una pestaña la fibra española. Ahí la han clavado bien: toda la tipología dramática del sur indignada porque el hombre no quiere que gane España, ¿pero les ha engañado alguna vez? ¿hace algo delictivo? En este terruño incapaz de decidir el significado de la palabra todos, hay toneladas de incoherencia repartidas en muchas buenas dosis de ridículo a diestras y siniestras, en el nombre de dios y en el nombre de la tierra de los antepasados, pero nada como el hacerse el indignado cada vez que Urkullu, Egibar, Arzalluz, Ibarreche te dicen sin complejos que no son españoles.
El fútbol viene bien para saber que la patria ni se compra ni se vende, sólo se siente. Ni leyes, ni constituciones, ni puñetas, es como querer a una mujer (un hombre, Aido). Sin leyes de divorcio, custodias compartidas, familias ampliadas, pensiones compensatorias ni nada que permita hacerse adulto, el casamiento se torna dificultoso cuando l'amour se desvanece. El arte político tampoco parece capaz de sacar adelante esa memorable institución que es el matrimonio de conveniencia.
(que es algo más propio de la finura de las barriadas de las laderas del Tibidabo)
(¿alguien sabe si Athlétic de Bilbao ha cambiado su nombre por algo similar a Bilboko Atletik, y ustedes perdonen mi euskara nivel de chiquiteo primario alejado del puerto viejo de Getxo?)
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