martes, abril 08, 2008

Ideas en combate


Por un segundo pensé que hablaba Fidel Castro desde el Granma, pero era Esperanza. Quizá es la prueba de que Castro tiene razón, hay que liderar la batalla de las ideas para ganar. Él lo ha hecho: en la isla, el común se da cuenta de que son pobres y miserables, pero creen que son un poco iguales y que tienen derecho a sanidad y educación, no como ahí fuera, fíjense lo que es la vida. Son cosas que suceden el día en que los cerdos caminan de pie: no tenía precio ver a Ricardo Alarcón diciendo que sólo viaja una minoría fuera de allá para justificar el que tú no puedas viajar. Podremos debatir si viaja una minoría o no, pero al situar la batalla de las ideas en si los que viajan son muchos o pocos olvidamos que la cuestión es si el gobierno tiene derecho a impedirlo. Era jocoso escuchar la afirmación de que si todo el mundo viajara sería un revolú. Sólo en el Caribe pueden crear esas imágenes con el vocabulario, da menos risa la cara dura. ¿Son lo suficientemente mayores para acordarse de esa secuencia de Asignatura Pendiente en la que José Sacristán le decía a Fiorella Faltoyano aquello de los libros que no nos han dejado leer, las películas que no nos han dejado ver?

Siendo como es la percepción un instrumento en el que se debe desconfiar al menos desde los tiempos de Platón, debe decirse que Fidel Castro, derrotado por razones objetivas, es ganador desde el punto de vista de las apariencias. La tinta de calamar en forma de bloqueo, resistencia al imperialismo, lechecita para los niños y veladas con García Márquez hacen de él un héroe y no un canalla. Pinochet no fue tan certero. La lección para Esperanza y los que están con la emoción subida por la elección del terreno de batalla es que las variables de la partida son dos: las ideas y la percepción que de ellas y quien dice transportarlas produce. Así que el asunto es que cuando te ponen un dóberman la gente se lo cree: algo tendrán que reflexionar, digo yo, los apologetas de la caña y la mano dura que han conseguido (o refrendado) que, por ejemplo, la creencia popular en Cataluña es que el PP es su enemigo. Así de duros son los hechos: enemigos del pueblo. Qué chunga es la palabra pueblo. Enemigo, ni te cuento. Que venga Ibsen a explicarlo.

La cosa es algo fea: por ejemplo, por tener ideas como las del PP te parten la cara y te pegan un tiro en la nuca. Si eres del PNV últimamente hasta te queman la puerta de un batzoki, pero muertos no ponen, oyes. Si eres socialista y vasco te pueden fusilar al amanecer en nombre del pueblo, pero no te sacarán a tortas ni te llamarán provocador en una facultad catalana. No obstante, la sensación que da es que quienes confunden ideas con partirte la cara son los muy sufridos defensores de lo que ahora se llama el universo liberal-conservador. Yo pensaba que eran dos universos, pero parece que es un único saco. Sabiendo lo que sabemos de la cueva de Platón y creyéndolo en el origen de una tradición que en el plano de las ideas (uy, qué platónico) no convencen al esfuerzo teórico de la eclosión liberal (habría que ver en el conservador y en los teocráticos de turno), la cuestión pertinente para Esperanza y los que la jalean es si debe fijarse en el diálogo socrático como método para convencer.

Duro trabajo: es más difícil explicar por qué una subvención lo único que hace es estropear las cosas frente a lo sencillo que es repartir dinero en nobles causas. Es un reto, pero mucho más chungo cuando el que tiene que explicarlo las reparte a diestro y siniestro. Fijémonos que metidos en procesos intelectuales, la batalla de las ideas consistiría en explicarle a un vasco, por ejemplo, por qué España es mejor que Euskadi. Se trata de eso, ¿no? Es decir, no vale ponerse metafísico y decir que es la nación. Perdón, la Nación. Y no sé cuántas cosas más de los reyes católicos, porque le van a contar a uno historias de un pedazo de roble que riegan con mimo todas las mañanas que resultan de lo más poético, pues. Como el vasco ya piensa que Euskadi es mejor que España, verdad o mentira, es la percepción, hacer la batalla en actos de fe no parece una estrategia sonada: ¿qué propone, entonces, Esperanza para irse a la guerra, mire usted, mire usted qué pena?

(incluso Pujol, que tiene una mujer facha, resulta más convincente para hablar de fosas comunes: no sé si en Can Rajoy dan con el diagnóstico, pero parecen ciegos a los síntomas. ¿Tiene que ver el acoso y derribo a Soraya con esto?)

(con todo, ha quedado notorio que Esperanza tiene dotes de liderazgo, al menos lo desea, y que Mariano sigue siendo un señor de Pontevedra, aunque seguramente es mejor estratega de lo que todos piensan)

(pero todas esas cosas pasan por ese extraño caldo de cultivo de Carpetovetonia donde la disidencia y la alternativa son sinónimo de tragedia griega y de rivalidades de las montañas de Córcega: la liga suele puede ganarla uno, pero si no la ganas, es crisis. Este año parece tocarle al Barça el estigma de no-ganar ser igual a traidor)