Libertad Digital me obsequia con una de las declaraciones más extraordinarias y risibles, terribles por lo que significan, que político alguno en el mundo haya podido pronunciar en al menos... varios meses: los políticos se superan tanto que encontraríamos algún otro récord de agresión a la inteligencia y, como en este caso, al mundo feliz de los socialistas de todos los partidos: ¡hacen leyes porque no vamos al cine tanto y cómo al gobierno le gustaría!
Preparémonos, porque la tendencia, visto el vino y el tabaco, se va a incrementar: lo próximo puede ser la reducción de baños solares por ley para que se reduzca el cáncer de piel o para protegernos del peligrosísimo calor que se incrementa con el cambio climático. Ancianitos del mundo, ya lo sabéis, pronto os quedaréis en casa con aire acondicionado por ley.
Como la realidad siempre supera a la ficción, lo anteriormente dicho es un verdadero ejercicio de prognosis. En cambio, de análisis cierto es el de comprobar que, a pesar del oscurantismo y las mentiras sobre el consenso con el sector, se saca la ley de cine enseguidita diciendo que todo es muy razonable. No es razonable, pero lo esencial es que el Gobierno se ha tenido que comer los caballos de batalla de la ministra canapé: el truco es que no se regula la participación de las televisiones dejando en vigor el real decreto que ahora lo regula.
Es decir, nada de las pretensiones de la ministra del ramo y de los productores, con respecto a las televisiones, ha salido adelante. Esto, en mi pueblo, se llama perder la partida y, por supuesto, estaba perfectamente amañadito antes de las elecciones para evitar ruido. Como el PP y CiU han hecho mucha cocina con la ley, se lo juro, esto pasará por el Congreso a toda máquina y, si pueden, sin pena ni gloria.
Seré agorero: habrá otra ley de cine en su día, y lo de las televisiones se terminará. No tardará demasiados años.
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