El taxista se me puso nostálgico y me contaba muy convencido lo que echaba de menos aquélla otra vida, la del pasado, donde todo era más simple y la gente más buena. Por edad, llevaba pintado en la nostalgia al país del tricornio, la sotana, los señores de fino bigote negro, la boina y ese aroma a Carpanta como arquetipo de la búsqueda de la vida. Qué gris: no había más remedio que idolatrar a David Bowie, pero mi taxista no se enteró. Mi tío, que sí quiso ser Bowie, anda preocupado por la sociedad que deja a sus hijas, ahora que recién se jubila. Espléndidamente, debe decirse, hay chollos del estado que producen vergüenza ajena. Es mi tío, así que no voy a aguarle la fiesta. Esto son dos días.
Entre ambos dos he sufrido uno de mis proverbiales ataques de optimismo:
- Hoy subirse a un avión es como irse antes en tren. El avión era una cosa lujosa y el viaje iniciático algo singular en la vida de todo hombre (mujer). Compárese con Vueling, sin ir más lejos, y pregúntese qué fue del glamour.
- Antes tener los discos de Bowie era un lujo complejo, deteriorable, que producía envidia y agradables tardes de acariciar portadas. Ahora lo bajo de la mula y está todo para mí enterito. No se crean, yo ya soy algo antiguo: me ha costado acostumbrarme a que las emociones digitales funcionan de otra manera.
- Seguramente debía darnos más oportunidades de hacer vida, pero en aquél entonces nos parecía un tedio y un cutrerío horroroso aquél canal y medio que empezó a ponerse en colores con Bahamonde de cuerpo presente y queríamos muchos más, como en el extranjero. Hoy no solo veo casi cualquier canal del mundo en alguna paginita de internet, sino que hasta me lo invento yo.
- Cuento como veinte salas, así de memoria, donde puedo ver las pelis en inglés, francés, chino (por supuesto) y a veces farsi o vietnamita. Eso eran cosas de progres que iban a París o de Woody Allen. Hoy, efectivamente, me permite ir de culto, pero pasa desapercibido.
- Sólo recuerdo que hubiera tres sitios en que comer pizzas en Madrid. Muy buenas, por cierto. Algunas chicas estaban preocupadas por su pronunciación de pizza para no decir picha, que hubiera quedado muy ordinario. Es que hubo un tiempo en que decir tacos por la tele era un escándalo y en el cine daba risa. Hoy, la presentación pública del coño de la Bernarda sólo desata los deseos de emulación de más Bernardas. A veces incluso para bien. O mayor solaz. Del número de pizzerías presentes es una tontería hablar. Sólo que ahora hay muchas malas, además de las buenas y regulares. Y que dan más cosas que pizza.
- Es incluso más divertido: gracias a Casa Tarradellas, puede que mis sobrinos piensen que la pizza es un genuino producto de la Cataluña tradicional. O sea, la única existente.
- Si decía "papá, mira, un negro" no sólo volvía la cabeza sino que me recordaba lo feo que era señalar. Ahora la cuestión es encontrar aviones para mandarlos de vuelta. "Oiga, Berlin, que usted hablaba de optimismo". Efectivamente, es que vienen muchos porque tienen qué comer.
- Si de exclamaciones hablamos, no vean las que generaba un Mercedes. El Mercedes, salvo dispendio monstruoso, es cosa ya de pescaderos. Ahora miramos al Ferrari ese que solía (¿sigue?) estar en la puerta del Hotel Arts de Barcelona. Aquí también hemos mejorado: en Madrid ya he visto dos de dos señores diferentes a los que no les importa que les llamen fantasmas. Aunque algún gilipollas muy musical se llevarán: las aceleraciones del bicho en los reducidos espacios que deja el tráfico capitalino dejan la exhibición demasiado ostentosa.
- El Presidente del Gobierno sigue sin saber inglés, pero Esperanza, que viene del Instituto Británico (lugar que sacaba muchas chicas católicas muy currantas, se lo digo yo), no para de montar colegios públicos bilingües. Hay margen de mejora: como dice que es liberal, podrá privatizarlos. Otro más: ella se regodea en que su victoria tiene mucho que ver con la incapacidad del presidente que no sabe inglés y yo lamento que la propaganda no permita haber analizado este aspecto de su política educativa por la oposición. De nuevo: ¿y dónde está el optimismo? Coño, en que Simancas no gobernará nunca.
- Antes teníamos horarios y que fichar. Y que echar typex o comprar gomas de borrar. Ahora tenemos internet. De la edad de piedra a Marte.
- Antes te decían muy serio que colgaras el teléfono, que es caro, niño. La idea de una llamada a provincias era inconcebible ni como la mayor travesura. Hablar con mis amigos de Boston, hoy, es gratis. Era tan curioso, que para ahorrar, me pasé cuatro meses de mis años mozos haciendo que trabajaba en un país del Caribe sin llamar a casa. Cuando regresé sólo se rieron de mí: mi acento había cambiado. Claro, por no poder hablar por teléfono. Se hubieran reído antes de volver.
Es evidente que tienen que recomendarme que me ponga a tener hijos. Estoy seguro de que tienen un mundo mejor. La vida no es de color de rosa, qué va: pero qué bueno nacer ahora, ¿no?. Habrá quien se lamente de que otros no han conocido la escasez. Pero yo pienso: qué suerte tienen mis sobrinos, llorarán por estupideces en vez de por cosas serias.
Nuevas curiosidades del log: Registro una entrada desde La Habana, Cuba. Por gracia de Google, alguien ha tecleado "el blog de Norberto Fuentes" y le han servido a este canalla. Relámense con cualquiera de las dos posibilidades A) Se trata de un heroico resistente que se juega el tipo para saber qué dice el mundo (oh, benvingut, passeu, passeu) B) Es el malvado servicio secreto a las órdenes de Raúl Castro fichando enemigos de la patria y peligrosos contrarrevolucionarios (oh, mi granito de arena a la subversión). By the way: pueden pasarse por la selecta página de este blog que da lugar a esta aparición y felicítenme porque el lector ha decidido pasarse nada menos que cuatro minutos y tres segundos en este mi sitio. Y ha visto tres páginas. Vamos, vamos, que la mayoría sólo pasáis por aquí.
Referencia artística: ¿Están de acuerdo en que merece ser citado el fotógrafo, verdad? Se hace llamar DivinoZarathos y está en Flickr, claro. Por cierto, esta otra también hubiera quedado muy bien (se llama Vlcatko, el autor):
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