jueves, diciembre 29, 2005

Después de todo, existe algo en común



Debemos alegrarnos, algo nos une. Los hechos son los hechos, la mediocridad futbolística en ausencia de jugadores foráneos es un rasgo típicamente español como demuestran la histórica incapacidad por ganar nada y, lo que es peor, que parezca que se puede ganar algo. Ese rasgo típicamente español una vez desagregado por sus componentes nacional/territoriales parece confirmarse como recurrente. Precisamente, suele decirse que el todo es la suma de las partes. Los resultados ante las grandes potencias de la globalización, son apabullantes:

Navarra 1-0 China
Euskadi 0-1 Camerún
C. Valenciana 2-1 Colombia
Andalucía 4-1 China
Murcia 1-1 Lituania
Cataluña 1-1 Paraguay

La derrota euskalduna ante Camerún da mucho que pensar. En realidad, puede que confirme la mediocridad intrínseca del futbolista español al ser esta la única comunidad que alardea entre sus equipos mayores de emplear jugadores únicamente vascos (es decir, los únicos donde, el diario ABC dixit, los que juegan tienen pasaporte español). A lo mejor no es el futbolista español el mediocre, sino su juego colectivo. Los entrenadores innovadores suelen contratar psicólogos. Parece que ni con esas.

El advenimiento de la selección de Murcia y la amenaza del pepino mecánico resulta conmovedora. Pero estén seguros de que esto complica más las cosas: si ya casi todos tienen selección autonómica, ¿cómo se diferencian los históricos de los demás?

Atención: el jueves otro fascinante partido, Galicia-Uruguay. ¿Gallegos contra Gaitas?


P.D.: se desconoce si las autoridades gallegas han investigado en el pasado de los jugadores de la selección uruguaya para determinar cuántos de ellos proceden de Lalín y limítrofes. Una oportunidad exquisita para encontrar a sus antepasados, llevarlos al palco, ganar unos votos, y donar unas cuantas fotocopiadoras a la Casa de Galicia de Montevideo.

Actualización: esto me pasa por inventarme posts de estos mientras leo la prensa. Efectivamente (y no sé si por la mala uva del diario), en El Mundo nos cuentan que había mucho cemento en el Cataluña-Paraguay y que eso conduce a la necesidad inevitable de seguir profundizando en la causa. Fuerte contraste con los grandes llenos de los dos primeros años de selección catalana. Menos presencia de políticos. Pero véase lo que piensan los elementos más nacionalistas de la selección: «Hay que ir más allá. No creo que con los actos folclóricos, una vez al año, nos quedemos con la conciencia tranquila. Hay que seguir trabajando y confío en que la gente que se encarga de estas gestiones siga trabajando para que sea una realidad», se lamentó Oleguer Presas. La gente no ha ido al partido, en mi opinión, no porque no se sienta catalana. Simplemente, no se siente atraída por el espectáculo o la inanidad del torneo. La cuestión es que una vez que hemos jugado como catalanes y ya hemos reivindicado la cosa deja de tener su interés. ¿Y ahora qué? Pues jugar un partido no es suficiente, ahora quiero más. Parece un ejemplo perfecto del mecanismo de insatisfacción melancólico de todo nacionalismo. Mi amigo Viladesau me dirá que es precisamente por carecer de la posibilidad por lo que se siente la necesidad de tener y cuando se tenga, se podrá dejar de anhelarlo, por lo que ahora resulta necesario ser nacionalista y razonablemente melancólico. Es un argumento con base: se me imponen cosas, entonces no me agradan esas cosas. Para mí lo que sucede es que la sobrecarga de la patria termina cansando normalmente por poco práctica, pero cuando los brujos de la tribu sienten que la patria deja de interesar - puede que por innecesaria en la vida cotidiana - han de encontrar un nuevo exorcismo que eleve los espíritus. Ya saben lo que pienso: hagamos un referéndum para preguntarle a la gente lo que quiere ser. Terminaremos tan saturados y aburridos de las naciones y las patrias que se quedará lo práctico y la gente huirá de lo cansino. Viene a ser lo mismo que las selecciones: gustan si gano al hockey (porque puedo ganar), pero puede que a los jugadores de otros deportes les interese jugar con un equipo con posibilidades de ganar un torneo serio. El warterpolo atesora un enorme número de jugadores catalanes, pero sin el concurso de otros probablemente fuera difícil tener opciones de ganar los grandes torneos internacionales. No está mal, dejemos que la gente elija. Pero el problema es que lo estamos construyendo a la carta, de forma que unos podrían elegir y otros no tanto. País indefinido.


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