domingo, septiembre 18, 2005

Arán y Viva Cartagena


Contemplo esta tarde un telediario de una de las cadenas, no sé cuál. Un caballero elegante, correcto, impecable narra al reportero las razones por las cuales el Valle de Arán solicita un estatus de libre adhesión a Cataluña. Más o menos, nos viene a decir el representante de los araneses, que no pueden los catalanes negarles a los araneses las mismas cosas que ellos, los habitantes de Cataluña, están pidiendo como pueblo.

En mi opinión, tienen todo el derecho, saben que defiendo que no se puede obligar a nadie a vivir con nadie. La cuestión es que se trata de ejercer un derecho absurdo. Espero que ningún aranés me diga que se encuentran sometidos y humillados por los catalanes, que su identidad peligra, y que los españoles, con la legión al frente, arruinaron sus vidas. Es absurdo porque, aunque estoy seguro de que tienen una larga tradición en defensa de su lengua y costumbres, sólo se les ha ocurrido ahora que tal cosa como la libre adhesión es una cuestión esencial en sus vidas.

Desde que el PNV, sección Arzallus, se sacó de la manga lo de Estella, la carrera sin fin de nuevos hallazgos para incrementar el poder local no ha terminado y todo se empieza a parecer mucho a la primera república española, aquélla de los cantones de Alcoy y Cartagena. Seguro que mis lectores habituales ya se esperan mi conclusión: todo esto es porque no nos atrevemos a efectuar un referéndum sobre la pertenencia a España sobre una base de mínimos para construir un estado. No les voy a engañar, pues sí. Me extenderé hoy en una reflexión algo más larga:

  • Como demuestran la primera república y las guerras carlistas, muchos aspectos de la unificación de España como nación han sido plenamente cuestionados desde la Constitución de 1812. Las guerras carlistas tienen mucho que ver con que los vascos no querían pagar impuestos y no con independencias, pero eso mismo vendría  a suponer que la forma de la organización del estado y su ejercicio del poder no han contado nunca con plenitud de satisfacción. En el mismo tiempo que Alemania e Italia encuentran su unificación y que Francia consolida la suya después de la Revolución, los españoles que llevan ya unos cuantos años con fronteras inamovibles, no tienen consenso sobre esta cuestión.

  • En el siglo XX, por las causas que sean, la tensión sobre quién manda y dónde, ha permanecido y ha sobrevivido a una guerra en Marruecos, una guerra civil, treinta y seis años de dictadura y veintisiete de autonomías.

  • Mario Onaindía dijo una vez que España era una nación fracasada de naciones fracasadas, la mejor síntesis que explica la dualidad de las tensiones por el mantenimiento de un concepto de España (el de la Constitución de 1812, curiosamente el origen de la consolidación del término liberal) como una nación con poderes centrales, y el de una federación de reinos con haciendas y leyes propias, con representante destacado en el carlismo.

  • ¿Por qué ha fracasado? Una explicación simple pero que dice muchas cosas, se la escuché a Manuel Delgado: porque te puedes sentir orgulloso de París y no de Madrid. Pleno de sugerencias. Este país tradicionalmente pobre no creó una red de escuelas estatales de talante republicano que transmitiera unos sentimientos colectivos de libertad, igualdad y fraternidad con pecho desnudo y bandera tricolor (bicolor, en nuestro caso). Y tampoco se le ha cortado la cabeza al rey, dicho sea con perdón, en nombre de las libertades individuales.

  • La conclusión acelerada es que da la sensación que España lleva dos siglos pidiendo a gritos que se confirme de una forma clara que es España. Pues unos quieren una cosa, otros quieren otra y otros, hay quien dice que pocos, quieren que sea de otros y no de ellos: prefieren marcharse. En dos siglos, nadie lo ha preguntado claramente: sólo se han concedido estatutos desde la presunción del poder légitimo que reside en la nación española o se han arruinado las aspiraciones de “autogobierno” a base de decretos y disparos. Ni una pregunta real a la gente que tiene que vivir con ello.

Zapatero, ese hombre, que dice que va a abordar la cuestión y que España vivirá su mejor momento, no sabe lo que dice. Desde que gobierna con Esquerra Republicana de Catalunya la cercanía del Estat Catalá y el Viva Cartagena están más cercanos. Eso no es malo en sí mismo, lo malo es que es un desorden con sensación de subasta y sin un sentido racional. El efecto reactivo de los del centro suele ser muy antiestético, pero no deja de tener su sentido.

Rajoy, ese fontanero, no tiene capacidad para encontrar un “nacionalismo español positivo”, es decir, una propuesta de España que no se base en la esencia y el porque sí, sino en la libre adhesión entendida como no imposición y no como derecho constante a la secesión.

Me repito: nada como un referéndum ya mismo. Para que los araneses que viven del turismo catalán y español sepan que el precio de no estar en España existe y que les toca a ellos decidir si es alto o bajo. Lo mismo que para catalanes y vascos: no se puede, no tiene sentido negociar un estatuto de autonomía con alguien (ERC, pero seguro que está en la mente de CiU y de Maragall) que lo plantea como una cuestión temporal para desde mañana iniciar un nuevo proceso de complicación identitaria. Alguien debe decir que elijan ya. Uno piensa que como ERC es lo que desea, elegirán irse. Pero quedan los que no votaron a ERC. Y a ver qué piensan. Esto vale para los demás, incluso para los gallegos que reclaman una deuda histórica.

Una vez decidido, pues se crean las reglas del juego. Y valen todas, como demuestra Navarra.

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