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Este era un país de mierda. Algunos odiábamos la asfixiante y cansina herencia visual y formal de un país gris, de tanta gente de granito, tanto gusto obsoleto y la sensación permanente de que alguien te iba a joder la vida si no se hacía, sin juicio ni discusión, lo que él te decía. Ese él eran los militares, los maestros de escuela, los catedráticos de universidad, un funcionario de correos, un guardia urbano, un ingeniero de caminos a cargo de cualquier rama de lo público, el cura, el profe de religión. Era la aplastante sensación de vivir en un entorno prohibido y aislado – tu conciencia íntima – en medio de un mundo que no aceptaría jamás la disensión, ni siquiera el criterio alternativo, un país incapaz de soportar un gramo de osadía o de ambición porque te cortaría las venas.
Este era un país miserable. Con aldeas y pueblos donde los retretes se institucionalizaron en los años setenta, con bares de carretera repletos de moscas y analfabetos; un país que miraba con envidia los coches de los franceses y los ingleses, un país donde se precisaba una póliza de un colegio de huérfanos para todo y que te imponía en el subconsciente la sombra de una pareja de la guardia civil detrás de un toro de Osborne.
Mirábamos con envidia la vida en Londres, el sitio donde David Bowie debía morar en correrías con Mick Jagger, el sitio donde nacían los Clash y los Sex Pistols, a los que la prensa describía con escándalo y sensación de liberación. Entonces te querías comprar una lambretta como la de Quadrophenia o querías pintarte el pelo de verde y, en cierta forma, huir; huir del servicio militar, de los ingenieros de caminos, de nuestro complejo de inferioridad.
Puede que el primer día que abrí los ojos de verdad fue el mismo día del 11-M. Me acusarán por lo que voy a decir de falta de sensibilidad, pero mientras veía en la CNN americana el relato de lo que ocurría desde la silla de mi casa de Madrid no podía evitar la sensación de sentir que lo que estaba viendo era un país rico. Mirando hacia el fondo, como en una película de John Ford, detrás de cada ambulancia, de cada caminante en lágrimas, de las espaldas de los reporteros ingleses, americanos, veía mi país por primera vez con los ojos de normalidad y equivalencia a lo que veía de niño en los pueblos ingleses que visité y en las visitas fugaces a Londres.
Tomé conciencia real de que mi mundo había cambiado: no tenía que añorar el cine en versión original de las películas gringas y no gringas que más me gustaban, el acceso sencillo a cualquier libro, la abundancia de restaurantes de todas las tradiciones culinarias (chinas, indias, japonesas, italianas…), el color, el estilo, la preocupación por hacer las cosas mejor que antes que tanto añoraba durante los ochenta. Al final, Madrid, sin tener en cuenta que, efectivamente, la élite mundial, la vanguardia de casi todo sigue habitando en Nueva York y Londres, tenía todos los aspectos de cosmopolitismo que hacía que cada viaje a América o a Europa fuera sumergirse en un mundo de diversidad y apertura inalcanzable aquí.
Y mientras sucede todo esto, el país, paradójicamente, se quiere menos a sí mismo. A pesar de la diversidad interna, de que en Madrid puedes hablar catalán y hasta llevar una camiseta del Barça sin que nadie te golpee, del progreso evidente, de la presencia de España como estado en un nivel de presencia internacional y reconocimiento como nunca antes, incluso tras la inexperiencia osada de Zapatero, la palabra España está más cuestionada que nunca y a pesar del inmenso esfuerzo de casi dos generaciones porque ese nombre deje de pesar como una losa, muchas élites pseudoprogres y del abuso nacionalista nos quieren pintar un país opresor, aburrido e incapaz. Un país en el que si no se restriega la memoria no parece posible la paz de espíitu. ¿Será porque se ha hecho tan normal que es aburrido? Y siento, por primera vez en mi vida, que es todo lo contrario y que casi todas las cosas que me hacían avergonzarme de llevar un pasaporte español han desaparecido y que éste es un país normal, con sus defectos y virtudes y con un futuro brillante si se quiere ver.
Lamento entonces la incapacidad de tantos por solucionar la existencia de España como estado: quizá los últimos estertores del país de mierda es este conflicto territorial que nadie parece querer resolver con mentalidad del siglo XXI. Cerremos además del sepulcro del Cid, el mito del Gibraltar español, la unidad indivisible de la patria, el tricornio de la Guardia Civil, y todas esas leyendas vascas y catalanas para hacer un país de ciudadanos. ¿La ventaja de los llamados españoles? Ya nadie se cree lo de Santiago y Cierra España. Ahora toca enterrar a Sabino Arana y los gudaris, las llamas del once de septiembre y el romanticismo idealista con el que miramos ese fracaso llamado Segunda República. Porque es la única forma de ver el mundo como es ahora.
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Abrir la página de apertura de El Mundo en internet trae esta "sorpresa" a estas horas de la tarde del domingo. Cómo no, declaraciones de algún miembro de Esquerra acerca de las posibilidades de que se apruebe el nuevo estatuto:
- "El país sabe y ha de saber que si esto falla, Cataluña entra en una dinámica de conflicto social creciente que, obviamente -y hago una lectura partidista-, irá en beneficio de los independentistas porque esto lo giraremos en contra de España"
- "Si alguien se piensa que en una Guerra Civil, entre comillas, en Cataluña, se van a lavar las manos desde Madrid, se equivocan: después de los 'nyarros' y 'cadells' vino la guerra de Els Segadors"
- Si Cataluña no tiene Estatut, es el país quien tiene delante un desastre, una crisis social en profundidad"
- "Pues ya gobernarán ellos, porque a final de mes no se llega: cuando hay colas en la Sanidad, algunas aulas están saturadas y todavía tenemos un centenar de barracones a causa del alud inmigratorio, que ha impactado sobre el estado del bienestar de Cataluña, no fastidiemos diciendo que no pasa nada"
Esto contrasta algo con la "importancia" que le concede la población en las encuestas... salvo que alguien se proponga convertir las cosas en un Madrid-Barça. Merece la pena el asunto de la financiación, pues todavía nadie ha dicho si está justificado el déficit de DOS canales de television pública con cuatro programaciones distintas (incluyo el satélite y las dos de canal 33). Merece la pena, porque en Madrid, Ruiz Gallardón se atrevió a subir los impuestos para financiar la sanidad con las mismas potestades que tiene el Gobierno de Cataluña. Merece la pena lo de o esto o el caos. Más aún, lo de que aumentarán los partidarios de la independencia. Precisamente, frente a partidos que no tienen fin en sus peticiones, a partidos que anticipan que la cosa no queda aquí, el error es continuar pactando, continuar poniendo paños calientes a una situación que terminará en un nuevo desafío. La ineptitud de Zapatero y Rajoy consiste en no decir "de acuerdo, ahora, ya, decidnos cuántos queréis y si queréis una mayoría aplastante, no pasará nada; y si no es aplastante, no contéis con que sea a la carta, algo tenemos que decir los demás".
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Me encuentro con un post de Ricardo Royo-Villanova, hombre a sueldo de moscú y destacado integrante de la nueva Red Progresista titulado con magnífico criterio: "La Presidenta, fuera de la ley". Telemadrid está emitiendo sin licencia un segundo canal de televisión. Tiene razón: uno no puede saltarse la ley, y menos argumentando que una - la presidenta - es liberal. Esperanza, es cierto, se proclama liberal y, si eso es verdad, yo lo que siento es que no acaba de tener la capacidad intelectual para liderar un buen planteamiento liberal, ni para el PP ni para casi nadie.
Pero vamos con el resto de la historia, la que Ricardo no ve:
Lo del audiovisual en este país... pues agota tener que explicar las barbaridades de todos los gobiernos que en esta democracia han sido. Empezaremos:
- Las televisiones autonómicas de los inicios, es decir, la vasca y la catalana siempre han actuado de facto. Impusieron sus canales, empezaron a emitir sin licencias y crearon segundos canales sin permisos ni puñetas y aprovechando su capacidad de negociación. Los gobiernos de Felipe González nunca cerraron las emisoras, líbreme el señor, sino que hicieron leyes para cubrir el abuso de la ley.
- El mismo Gobierno de Felipe González se sacó de la manga una cosa que definió como "servicio público esencial" para permitir tres teles privadas a las que les podía quitar la licencia en diez años (vamos, como la amenaza de cierre de un periódico por la Guardia Civil). Astutamente, el señor Polanco consiguió que siendo un servicio público esencial, una cosa que hasta entonces era gratuita fuera de pago. Polanco 1 - Sociedad 0. Son interesantes dos cosas: una, como la izquierda se rasga las vestiduras si se intenta cobrar una receta (¡porque es un servicio público y solidario, compañeros!) y no dice nada si se cobra la tele, servicio público esencial. Tócatelos. La segunda, es que iniciaron una campaña pública para justificarlo diciendo que no habría publicidad para todos: justo el argumento que hoy se ha utilizado para justificar lo necesario del cambio: no me salen las cuentas con las cuotas y los de gratis se forran con la publicidad. ¡Zapatero, sálvame!
- También bajo el Gobierno de Felipe González se produjo el llamado "antenicidio", justo cuando Antena 3 superó en audiencia a la SER. Polanco, habiendo obtenido del Estado (sin concurso público de ninguna clase, sólo argumentando que ninguno de los otros accionistas las quería y que las pagaron bien caras) la participación en la emisora, se sentó con el Conde de Godó, reconocido playboy, y se sacaron de la manga una fusión de postes emisores que, luego, los tribunales han declarado en contra de la ley. Ni el Gobierno de Felipe González ni el de José Mª Aznar hicieron nada por el cumplimiento de las sucesivas sentencias. Ahora, ese demócrata que es el Gobernante, ha cambiado la ley para no tener que cumplir la sentencia. Sumado al cambio de pago a gratis del canal plus... pues Polanco 3 - Sociedad 0. Esto, en relación con la justicia, se suele llamar prevaricación, en política es un viejo tema que los liberales y demócratas honestos conocemos bien: el abuso de poder.
- El Gobierno Aznar se sacó de la manga varias barbaridades: Via Digital, una operación política Telefónica en mano que sirvió para que algunos prohombres del audiovisual amasaran importantes patrimonios personales y que encabezó Pedro Pérez, ese insigne gestor, hoy presidente de los productores en FAPAE: una buena manera de agradecer por parte de Eduardo Campoy y Enrique Cerezo los favores prestados comprándoles las castañas audiovisuales que producen. Otra, el diseño legal de la televisión digital que ahora estos están consumando con una nueva barbaridad.
- Sigamos con los desastres: el Gobernante, además, permite al amigo Polanco que, además de tener un satélite de pago, una tele generalista y una radio con cobertura nacional, también tenga una red de televisiones locales, originalmente denominada Localia, que curiosamente también comenzó a emitir sin licencias. Es decir, Polanco 4 - Sociedad 0. Conviene insistir, todas las teles locales que habitan en España han iniciado sus emisiones sin tener ningún tipo de cobertura legal, también las de Polanco. Y, debe decirse, el gobierno de Esperanza no hizo nada por cerrarlas, hasta que ha cambiado la ley y el abuso de telesierra era un escándalo callejero (pregunta colateral: ¿de qué sirve esto de que el Estado vele por el servicio púlico si son incapaces de hacer cumplir las leyes que aprueban?). Advierto: lo de la radio con cobertura nacional y la red nacional Localia, tienen que ver: lo que está en juego es la publicidad local y Polanco no quiere que le minen la rentabilidad de la SER, ¿lo cogen?
Podríamos añadir más barbaridades de todos los gobiernos, empezando por la UCD, como el reparto de emisoras de radio a todos los amigos de cada gobierno estatal y autonómico en el poder. Pero no merece la pena, podemos ir al último acto, donde el joven Hamlet se bate en duelo hasta la muerte:
- Tras la aprobación de las leyes de TDT, la autonomía de Madrid publica un concurso para repartir las frecuencias. Como era de prever, a Localia, después del numerito de los cambios en favor de Polanco, no le dan ni una. Ellos no dejan de emitir en cumplimiento de la carencia de licencia, eso es costumbre en ellos y en Polanco, sino que recurren a los tribunales.
- Esperanza pide entonces que le dejen emitir un segundo canal para Madrid, algo absurdo para este comentarista que se opone de modo firme a todas las televisiones públicas, pero que tiene sentido desde el momento en que la televisión vasca, catalana, andaluza y valenciana los tienen... Montilla dice no.
- Así que voy y emito por la cara, como hacen los otros. Fuera de la ley, como hacen los otros.
¿Se ve ahora toda la película? ¿Ven en manos de quiénes estamos? ¿Puede alguien en su sano juicio seguir defendiendo el ordenamiento del audiovisual en España, una amalgama de textos legales que se hacen y se deshacen en función de las necesidades de cada momento del grupo de presión de turno y en donde nunca hay espacio para que la sociedad pueda actuar libremente?
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"En mi pueblo soy Pepito"
Josep Antoni Durán Lleida (leo en El Mundo de hoy que ha prescindido de la "i") nació en la Franja, esa zona de Huesca de habla catalana, y cuenta en esa entrvista que aprovechó la transición para cambiarse de nombre y catalanizar su apellido. La crítica lacerante propia de estas páginas no va hoy por ahí: todo el mundo tiene derecho a hacerse llamar como quiera y nada hay más humillante como una legislación que no permite registrar el nombre de tu hijo de la forma como le llamas en casa: eso sucedió en España y poca gente fuera de los lugares afectados lo sabe o lo recuerda. Es decir, que si en casa te llamas Pere, para el gobierno no tenías otra que llamarte Pedro. A Durán, en su pueblo oscense, le llamaban Pepito.
En el derrumbre de la imaginería colectiva post Francisco Franco Bahamonde, la ansiedad por hacerse modernos y borrar el aburrimiento y ranciedad de la España pre-constitución 1978, provocó una gran pérdida de prestigio de los nombres y denominaciones tradicionales: recuerdo como durante aquello que se llamó la movida y que fue una mierda muy entretenida, Madrid se llenó de tipos que se hacían llamar Iñaki. Nunca supe si alguna vez en su vida les habían llamado así en sus casas o si procedían de Elorrio.
Un violoncelista admirador de Casals y entrevistado hace bastantes años en televisión, se refirió en un momento dado a "Pablo". El entrevistador le inquirió con curiosidad que por qué no le llamaba "Pau" (nada de TV3, entonces esas cosas no habían aparecido). El intérprete, amigo de la familia, respondió: "porque en su casa le llamaban Pablo".
No hace tantos años a Miguel Induráin la prensa empezó a llamarle Mikel. Una transposición del hecho de que por ser navarro su denominación nominal debiera ser vasca. Pero el hecho es que el ciclista, tan discreto él, nunca acabó de permitir sin mucho ruido que se le llamara Mikel. Algún compañero de carrera, de oficio, de lo que fuera, comentó en televisión: "en su casa le llaman Miguelón".
Uno se asombra de que un futbolista se llame Bakero y parezca ser la esencia de lo vasco. A ojos de los demás, claro, al buen hombre nunca le escuché ningún ejercicio de militancia, a la que tiene todo el derecho. Pero me da que Bakero no es palabra vascuence y sí una transposición gráfica de vaquero, el que cuida de las vacas en Castilla, y que parece mostrar un origen genético mucho más distante de San Sebastián/Donostia.
En la escuela de los policías de Cataluña, las listas de nombres y apellidos son catalanizadas de facto. Un servidor ha visto con estos ojos como algún Francisco García Sánchez se convierte en García i Sánchez.
En mis paseos por Guipúzcoa, asómbrome de la cantidad de madres "Carmen" y de la cantidad de hijas Oiane, Haizea y demás, que me parecen muy bien. Más original me resulta que las Lolas y Dolores de la juventud de mi mujer se han convertido en Nekanes. El hecho sorprendente no es que hayan decidido modificar su nombre en el registro civil, sino que son sus maridos y familias políticas euskaldunes las que han modificado por su cuenta la forma de llamar a sus nuevos familiares.
Seguro que están esperando mi ácido comentario acerca de las connotaciones racistas y alienantes del tema. Eso se lo dejo para sus reflexiones íntimas. Lo que realmente me llama la atención es el afán de la mentalidad del nacionalista para transformar la realidad de lo que es en lo que no era, de lo que deduzco que no se está dispuesto a permitir que los demás defrauden la evocación de un mundo que no se ha conocido y que probablemente no existió y se decide imponer. La conclusión es evidente: todo nacionalismo es totalitario. Franco Bahamonde impuso legislativa y socialmente la forma en que la gente debía llamar a sus hijos, los nuevos liberadores de la patria, hacen, al parecer, lo mismo. ¿Es así? Afortunadamente, no pueden imponerlo por ley, pero me queda la duda de si tienen la tentación.
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Contemplo esta tarde un telediario de una de las cadenas, no sé cuál. Un caballero elegante, correcto, impecable narra al reportero las razones por las cuales el Valle de Arán solicita un estatus de libre adhesión a Cataluña. Más o menos, nos viene a decir el representante de los araneses, que no pueden los catalanes negarles a los araneses las mismas cosas que ellos, los habitantes de Cataluña, están pidiendo como pueblo.
En mi opinión, tienen todo el derecho, saben que defiendo que no se puede obligar a nadie a vivir con nadie. La cuestión es que se trata de ejercer un derecho absurdo. Espero que ningún aranés me diga que se encuentran sometidos y humillados por los catalanes, que su identidad peligra, y que los españoles, con la legión al frente, arruinaron sus vidas. Es absurdo porque, aunque estoy seguro de que tienen una larga tradición en defensa de su lengua y costumbres, sólo se les ha ocurrido ahora que tal cosa como la libre adhesión es una cuestión esencial en sus vidas.
Desde que el PNV, sección Arzallus, se sacó de la manga lo de Estella, la carrera sin fin de nuevos hallazgos para incrementar el poder local no ha terminado y todo se empieza a parecer mucho a la primera república española, aquélla de los cantones de Alcoy y Cartagena. Seguro que mis lectores habituales ya se esperan mi conclusión: todo esto es porque no nos atrevemos a efectuar un referéndum sobre la pertenencia a España sobre una base de mínimos para construir un estado. No les voy a engañar, pues sí. Me extenderé hoy en una reflexión algo más larga:
- Como demuestran la primera república y las guerras carlistas, muchos aspectos de la unificación de España como nación han sido plenamente cuestionados desde la Constitución de 1812. Las guerras carlistas tienen mucho que ver con que los vascos no querían pagar impuestos y no con independencias, pero eso mismo vendría a suponer que la forma de la organización del estado y su ejercicio del poder no han contado nunca con plenitud de satisfacción. En el mismo tiempo que Alemania e Italia encuentran su unificación y que Francia consolida la suya después de la Revolución, los españoles que llevan ya unos cuantos años con fronteras inamovibles, no tienen consenso sobre esta cuestión.
- En el siglo XX, por las causas que sean, la tensión sobre quién manda y dónde, ha permanecido y ha sobrevivido a una guerra en Marruecos, una guerra civil, treinta y seis años de dictadura y veintisiete de autonomías.
- Mario Onaindía dijo una vez que España era una nación fracasada de naciones fracasadas, la mejor síntesis que explica la dualidad de las tensiones por el mantenimiento de un concepto de España (el de la Constitución de 1812, curiosamente el origen de la consolidación del término liberal) como una nación con poderes centrales, y el de una federación de reinos con haciendas y leyes propias, con representante destacado en el carlismo.
- ¿Por qué ha fracasado? Una explicación simple pero que dice muchas cosas, se la escuché a Manuel Delgado: porque te puedes sentir orgulloso de París y no de Madrid. Pleno de sugerencias. Este país tradicionalmente pobre no creó una red de escuelas estatales de talante republicano que transmitiera unos sentimientos colectivos de libertad, igualdad y fraternidad con pecho desnudo y bandera tricolor (bicolor, en nuestro caso). Y tampoco se le ha cortado la cabeza al rey, dicho sea con perdón, en nombre de las libertades individuales.
- La conclusión acelerada es que da la sensación que España lleva dos siglos pidiendo a gritos que se confirme de una forma clara que es España. Pues unos quieren una cosa, otros quieren otra y otros, hay quien dice que pocos, quieren que sea de otros y no de ellos: prefieren marcharse. En dos siglos, nadie lo ha preguntado claramente: sólo se han concedido estatutos desde la presunción del poder légitimo que reside en la nación española o se han arruinado las aspiraciones de “autogobierno” a base de decretos y disparos. Ni una pregunta real a la gente que tiene que vivir con ello.
Zapatero, ese hombre, que dice que va a abordar la cuestión y que España vivirá su mejor momento, no sabe lo que dice. Desde que gobierna con Esquerra Republicana de Catalunya la cercanía del Estat Catalá y el Viva Cartagena están más cercanos. Eso no es malo en sí mismo, lo malo es que es un desorden con sensación de subasta y sin un sentido racional. El efecto reactivo de los del centro suele ser muy antiestético, pero no deja de tener su sentido.
Rajoy, ese fontanero, no tiene capacidad para encontrar un “nacionalismo español positivo”, es decir, una propuesta de España que no se base en la esencia y el porque sí, sino en la libre adhesión entendida como no imposición y no como derecho constante a la secesión.
Me repito: nada como un referéndum ya mismo. Para que los araneses que viven del turismo catalán y español sepan que el precio de no estar en España existe y que les toca a ellos decidir si es alto o bajo. Lo mismo que para catalanes y vascos: no se puede, no tiene sentido negociar un estatuto de autonomía con alguien (ERC, pero seguro que está en la mente de CiU y de Maragall) que lo plantea como una cuestión temporal para desde mañana iniciar un nuevo proceso de complicación identitaria. Alguien debe decir que elijan ya. Uno piensa que como ERC es lo que desea, elegirán irse. Pero quedan los que no votaron a ERC. Y a ver qué piensan. Esto vale para los demás, incluso para los gallegos que reclaman una deuda histórica.
Una vez decidido, pues se crean las reglas del juego. Y valen todas, como demuestra Navarra.
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¿Por qué la naturaleza humana es tan torpe y le es tan difícil, en la realidad, pensar de un modo coherente? Quizá es lo que realmente hace interesante el pensamiento, nuestra dificultad para discernir el grano de la paja. Ejemplo: Caffarel y la extraña familia en defensa de la televisión pública.
Ayer, en el diario El Mundo se publica una entrevista con ella cargada de unos cuantos matices de esos que pasan desapercibidos y que suelen ser habituales en esa especie de pensamiento único izquierdoso/moderno sobre el bien y el mal. Vamos con ellos:
Primera Paradoja: ...apoya la necesidad de una reestructuración para lograr una "casa competitiva".
Un servidor no acaba de entender por qué si quieren una televisión pública de contenidos de "sevicio público" se empeñan en ser competitivos. Se supone que no debería importar. La señora lo remata más adelante con esta afirmación "Sí, estoy convencida de que es una programación digna, hecha con los dineros que tenemos, y con los límites éticos e ideológicos que también tenemos. Queremos audiencia pero no vamos a pasar de deterinados límites". Todo esto tiene que ver con que las teles públicas y los partidos que las sustentan se dan cuenta de que no pueden tener un monstruo empresarial que no ve nadie, sospecha profunda del resultado si se dedicaran de modo pleno a eso que llaman "servicio público". Algo que no se sabe bien si es mucha cultura o muchos programas sobre el paro y sus terribles consecuencias. La conclusión es inmediata: si me dedico a lo que defiendo, no me ven. Si no me ven, no tiene sentido el servicio público (¡a ese coste!). Conclusión dos: para que me vean, admito que tengo preferencias éticas e ideológicas, es decir, no soy neutral (esa falacia que quieren vender), luego la verdadera razón de su existencia es el adoctrinamiento.
Estos hombres y mujeres de la izquierda idealista están convencidos de que los espectadores somos tontos y no vemos lo que debemos ver y que sólo ellos saben lo que nos tienen que dar. Yo creo, por el contrario, que sé lo que quiero ver y que sería mucho mejor que dejaran mucho espectro libre y redujeran las limitaciones de la competencia absurdas que impone la legislación (especialmete las publicitarias y el exceso de teles públicas compitiendo deslealmente por la publicidad y los contenidos) para que ya sea por las ondas hertzianas convencionales, el satélite, el cable o la ADSL y lo que inventen cada grupo social de espectadores pueda encontrar lo suyo y, mejor aún, encuentre espacios para crearlo.
Segunda Paradoja: Dice ella: Yo soy partidaria de la diversidad, de la pluralidad, de que haya cuantas más voces mejor. Cuanta más información hay en todos los ámbitos, también hay mayor libertad.
Claro, por eso tiene dos canales, para que los demás tengamos mucha libertad y competir en igualdad de condiciones. Por eso les van a dar más canales que a nadie en la TDT, para que sea muy plural y haya muchas voces. No había caído: si le doy una tele más a Sogecable, hay muchas más voces. ¿Es así de tonta o nos ha tomado por lelos? Como no creo que sea tan tonta, sólo me qudan dos opciones: la tendencia humana a ser estúpido con su pensamiento o que, decididamente, es una propagandista a al servicio de un partido. O al servicio de Contreras, que es moralmente peor (porque lo del partido se puede entender, lo de un individuo...)
Paradoja Tercera: ...lo que esperamos es una ayuda mayor del Gobierno, vía Presupuestos Generales del Estado
Ahora ya sí que me pierdo. ¿Es tonta o caradura? O sea, que hemos hecho un comité de sabios (¿alguien se acuerda ya de la parida? ¿y del parto?), nos hemos descolgado por todas partes diciendo que hay que solventar la financiación para que esto no siga creciendo, se nos llena la boca de servicio público y los de la misma banda nos vienen a decir que no nos llega para pagar las medicinas, y esta señora quiere más dinero para pagar los dos canales y los seis más que tendrá vía TDT. Brillante. En otro apartado de su entrevista dice que quiere una tele "eficaz y bien gestionada". Es que me descojono. ¿Qué entenderá por bien gestionada?. Me da que no es el uso eficiente del dinero público... porque si nada más llegar hay que gastar más...
Un absurdo: Tenemos muy claro que la televisión pública debe ser quien arrastre al resto hacia lo digital, la historia demuestra que la experiencia privada fue fallida
Bueno, claro, el sector privado es malísimo. Es decir, los gobiernos legislan de modo absurdo, hacen inviable la rentabilidad de nuevos canales, obligan a emitir en digital aunque nadie pueda verlo y desde luego no se encargan de que haya cuanto más competencia mejor y con verdadera igualdad de oportunidades. Por eso les necesitamos a ustedes para seguir engordando el elefante y realizar una revolución que la sociedad haría por sí misma si la dejan y si la necesita.
Todo es tan ridículo, que ni el diario que lo publica, conocido por su oposición al actual ordenamiento televisivo, se digna a desbrozar el absurdo y la estafa. La reportera tenía un titular cojonudo, para haberlo llevado a la sección de nacional: eso de que pedirán más dinero. No queda más que tirar la toalla: la tele pública se la cargará la tecnología, cuando los contenidos se distribuyan on demand y las descargas por las redes hagan libre emitir a todo aquél que tenga un contenido que los demás quieran ver. Mientras, seguiremos padeciendo.
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En 1935, Calvo Sotelo replica en las Cortes de la República al futuro lehendakari Aguirre sobre el Estatuto Vasco:
«¿Qué dirá el país de vuestra falta de lógica y sindéresis cuando vea que hoy, aquí, a las siete de la tarde de este día memorable, trágicamente memorable en cierto modo, hacéis una pública profesión de separatismo y que hoy o mañana vais a defender una proposición oponiéndoos a que se construya el ferrocarril que desde Burgos va directamente a Santander, alegando que es Bilbao el puerto natural de Castilla?»
«No juzgo el fondo de este problema porque no lo conozco en detalle Enjuicio sólo la postura política de contradicción violenta en que os situáis los nacionalistas, porque vosotros, si fuerais lógicos, deberíais apoyar todo lo que escindiese y separase a Vasconia del resto de España y si no lo hacéis así en el orden económico, pretendiéndolo en el político, entonces sois unos verdaderos farsantes»
Hoy: El PNV reclama el 6% de la inversión estatal para apoyar los Presupuestos. Véase en El País de hoy, (aunque debe estar por todos los periódicos).
Mientras: Supuestamente muerto el plan Ibarretxe, el lehendakari del mismo nombre sigue planteando el mantenimiento del mismo "chollo" foral: no pagamos impuestos, no somos españoles, pero queremos aprovecharnos de todo lo que supone pertenecer a España.
En el siglo XIX, esto se discutía en guerras civiles (carlistas), hoy se hace con el voto. A mí, ya sé que no a casi todos ustedes, me parece que es palmaria la evidencia histórica de que al nacionalismo vasco nunca se le ha obligado a elegir la verdadera alternativa: las ventajas de España, sí o no y sin medias tintas.
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