Y no sólo porque el Parlamento estuviera vacío. Mariano está solo como lo está la derecha española en una batalla perdida por el lenguaje y la servidumbre al pasado tradicionalista y vaticano (ergo, autoritario) del conservadurismo español. Pretender plantar cara a la pseudoizquierda y a la pseudaliberación de los nacionalismos celtibéricos sin un mínimo de reflexión intelectual acerca de las ideas propias, sin aceptar en el propio corazón de los votantes y militantes del PP que España no se impone, que sólo se puede tener España convenciendo y con algo más de argumento que la "constitución pone esto y lo otro", sin aceptar que se puede cambiar, sin aceptar que ser español puede ser una decisión individual y que se puede votar, sin ser capaz de encontrar los argumentos racionales, emocionales e interesantes que hagan de España una idea realmente útil (que lo es) y algo más que una realidad entrañable (que también lo es), la derecha, el PP, será incapaz de crear una mayoría social en la que defender una cosa como España, ni las ideas liberales que debiera defender en este país que, creyéndose de izquierdas es, en realidad, un remedo del falangismo. Lo peor de todo: refleja la extraordinaria pobreza del liderazgo y del debate interno de la derecha española. ¿Y si fuera culpa de la presencia de tanto seguidor a pie juntillas de la iglesia católica y los cuatro o cinco marqueses que se creen con derecho a juzgar a Letizia y al mundo?
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