viernes, junio 08, 2007

Objeciones trabucaires



Ah, ese párroco militante que lanza sus fauces intelectuales contra esos pobres ninios que enviados por sus padres a ese sacrilegio de la educación de la ciudadanía serán vetados en no sé qué y en no sé cuál. Pues yo, abogado del estado laico por obra y convencimiento, le digo: como que casi tiene razón. Diría que sin el casi, pero no me queda más remedio que decirlo.

Hay razones para ello: a) es una gilipollez y da mala prensa a la Iglesia b) dado el carácter jerarquizado de curas y obispos, no parece muy allá que tome decisiones por su cuenta y riesgo de este calado. Pero si nos olvidamos de que no es quien y lo tonto que es como estrategia, pues no es que le dé la razón, sino que tiene todo el derecho. No entiendo que nadie que abogue por el estado laico y la separación de las iglesias de nuestros gobiernos y libertades públicas deba ni siquiera inmutarse lo más mínimo porque una organización privada tome sus decisiones acerca de quién es y quién no es miembro o quienes pueden servirse de sus beneficios: allá ellos con su clientela.

Así que escándalo poco, indignación cero. Y si es usted partidario de que los sacerdotes de todas las especies se dediquen pacíficamente a gobernar su rebaño y no a otras cosas, que no quieran en su casa gente que incumple dogmas o preceptos que entienden como sagrados (y que yo puedo pensar ridículos, pero que no me obligan) pues es como el que pone un club de fans: se supone que te gusta Bisbal, así que si adoras a Enrique Iglesias, no te quejes si te quitamos el carné.



P.D.: una campaña generalizada de este tipo sí pudiera poner en apuros a los romanos: ¿Y si va la gente y no hace caso? Pero como es una gilipollez y una salida de tiesto, no lo harán.