martes, diciembre 27, 2005

Una aportación al independentismo inteligente


(Homenaje a Viladesau)


Martin Varsavsky, ese argentino listo (valga la redundancia), probablemente más listo si se confirma que ese apellido es de procedencia judía, me lleva a través de su blog a un viejo artículo publicado por The Economist de inquietante título para los residentes de este país pendiente de definirse: ¿Qué tamaño debe tener un estado-nación?.

El artículo parte de una observación más inquietante aún: "de los diez países más ricos del mundo en términos de renta per cápita, sólo dos tienen más de cinco millones de personas: los Estados Unidos, con 260 millones, y Suiza con siete". A Catalunya som sis milions, nos decía el respetado presidente Pujol; en la Euskal Herria mítica (que incluye, como saben, el viejo Reino de Navarra y los territorios transpirenaicos de la Baja Navarra, Lapurdi y Zuberoa) no sé cuántos serían, pero seguro que son menos de cinco. Tampoco los gallegos son más, incluídos los de Buenos Aires. El artículo fue publicado el 18 de diciembre de 2003, por lo que presumimos que los datos son de entonces. La culpa de esta mala noticia para las fuerzas imperiales (tengan camisa azul o no) la tenían dos economistas norteamericanos, Alberto Alesina de Harvard y Enrico Spolaore de la Universidad de Brown, que publicaron un librito titulado The Size of Nations.

Entre esos países pequeños no hablamos especialmente del Principado de Mónaco, sino de joyas como Singapur y Noruega. En el texto nos advierten de las grandes ventajas de los países grandes, entre ellas la nada desdeñable capacidad para crear economías de escala y recaudar impuestos con más eficiencia. Si no he leído mal, no se menciona nada de la influencia política y cultural de una mayor demografía, pero lo añado yo porque creo que la ciencia no me va a contradecir: lo comento porque es un argumento en favor de la pervivencia de España as we know it.

La explicación del éxito de los países pequeños, de acuerdo con Alesina & Spolaore, reside en la combinación de tamaño y apertura económica. La conclusión es apasionante:

No obstante, el intercambio entre los costes y beneficios del tamaño está influído por otro factor: las restricciones al comercio. La importancia del tamaño económico para la prosperidad depende de modo crucial en el grado de apertura de una economía. Países pequeños que podrían no ser viables en un mundo con restricciones al comercio, pueden prosperar si los intercambios son libres y los mercados abiertos. "Por lo tanto", dicen los autores, "se debe esperar que la integración económica y la desintegración política vayan mano a mano, en un proceso que se autoalimenta". Un ejemplo: la existencia del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica ha reducido posiblemente los costes de la separación de Quebec.


Cambiemos el NAFTA por la Unión Europea y Quebec por Euskadi. Precisamente la inseguridad acerca de si la independencia produciría la separación de facto de los vascos de la Unión Europea (con el retorno de los aranceles) es un argumento esgrimido por algunos para la falta de osadía del nacionalismo vasco presuntamente moderado en solicitar de modo abierto la independencia y recurre a cosas como el Plan Ibarreche (que, por cierto, se parece mucho al intento de obtener la soberanía de los partidos nacionalistas quebequeses en 1995, lo contaré otro día).

Sea o no sea viable separarse de España en el seno de la Unión, no deja de ser un argumento de reflexión para quienes defienden, simplemente como argumento emocional porque creo que racionalmente no es defendible, que España es una única nación. Si queremos España, tendrá que ser con otro tipo de argumentos a los tradicionales: ni la tradición, ni el floklore ni los meros sentimientos, aunque sean buenos e interesantes aderezos, sirven para justificar un país (un estado, una nación) para un hombre moderno y, añado yo, liberal y laico. Luis Amézaga nos dió uno muy defendible y apropiado en los tiempos que corren.

No llamen a Varsvasky aguafiestas. Cree más en España (y en el español) que los propios españoles y no deja de asombrarse de la miopía y la falta de ambición del conjunto: "En el "Valley" la gente cuando sueña en hacer algo se lo imagina para todo el planeta. En España para todo el mundo hispano...a veces."



P.D.: El argumento es el contrario al de Viladesau, el independentista inteligente, que espera reducir la integración económica de Cataluña con España para hacer posible la indepedencia. Al final, querido amigo, la estrategia de ERC parece más correcta: reconocimiento de la soberanía dentro de la UE.

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