martes, julio 01, 2008

Héroes



La palabra me sugiere esa canción de David Bowie. Me acerco al policía, que era altísimo, de uniforme impecable y televisivo, con un tatuaje en el antebrazo que le convierte en candidato a amante de Madonna y le pregunto que por dónde paso, que los héroes (no, no les puse ese nombre) tienen cortada la calle y yo voy justo al otro lado. "Por detrás de Colón", me dice. Es un rodeo que me añade cinco minutos al recorrido de todos los lunes y todos los miércoles a la misma hora.

La bandera de Aznar cobra por primera vez todo su sentido: el atrezzo y la muchedumbre me dejan más diminuto de lo que soy, sintiendo que se acumulara plomo y más plomo en mis hombros achicando el aire y urgiéndome a huir a la busca de oxígeno. Lo siento por los patriotas decentes, tantas banderas me reducen, tanto grito y color me generan un enorme pudor, es una experiencia interior que no controlo. Las adolescentes muestran bragas y brassieres de colores rojos y amarillos a juego con el resto de una vestimenta uniformada. Los adolescentes muestran vientres planos y nervudos y se ponen banderas como capas de batman. Llego a pensar que es el apocalipsis de los escenarios de La Juani.

No, no es para mí. Hubo un tiempo que ver por una avenida un coche que saca un mástil con una bandera española por la ventana, acrecentado por la majestuosidad colorista y hermosa que el pasar un aire tan intenso genera en la tela, sólo significaba que un veinte de noviembre estaba cerca y que pisabas zona nacional. Y sentías una mezcla de miedo, bochorno y alejamiento físico. Creo que a nadie se le ocurrió ayer. Y supongo que es bueno aunque a mí me cierre el estómago. Supongo que soy un residuo generacional que ha acumulado imágenes que se rebelan frente a la racionalidad. Pero las banderas del real madrid en celebraciones similares me reducen lo mismo, y las explanadas repletas de banderas vascas me quitan el habla y, como la orgía de anoche, me dejan pensando que no existo.

Nunca esperé que los cultos ejecutivos de las cadenas de televisión mostraran a Manolo Escobar en un escenario para cantar viva españa sin que mañana (hoy) haya editoriales desgarrados. Nunca esperé que dos multinacionales deportivas dos se subieran al carro de decirnos lo que la patria debe pensar. O que España fuera la roja sin disparo alguno. Como el Tom Hanks que trata de salvar al soldado Ryan, trato de racionalizarlo. La patria se ha hecho vulgar y se supone que no aterroriza. Tan vulgar como cualquier otra, tan jodidamente chabacana y futbolera como todas. No te hiela el corazón, pero te daña los ojos. Me encuentro al tipo del Segway y me pregunto si este despliegue significa también algo: es la primera vez que hago una foto con un teléfono. La fuerza aérea (¿se dice así?), la de los héroes que bombardeaban Yugoslavia a las órdenes de un general puesto por Clinton pasa rasante soltando humo de colores. Como si fuera Champs Elysées un 14 de julio. Tan raro se me hace todo.

Bowie dice: And the shame was on the other side / Oh we can beat them forever and ever.


(perdón por la inconveniencia: ¿quién paga todo esto?)